Borrachera de gracia
Hubo un tiempo en que la torre del Oro se qued¨® sin oro, que se fue a C¨¢diz. Sevilla era relevada en el monopolio del comercio con Indias. A la vera del s¨ªmbolo de aquella historia de aventureros y ambiciosos, C¨¢diz le devolvi¨® a Sevilla parte del bot¨ªn en forma de tangos, tanguillos, sole¨¢s y buler¨ªas. De maestra de ceremonias hizo la bailaora Sara Baras, en la cresta de la ola. Su baile no defraud¨®, pero se perdi¨® en el oleaje de su propia generosidad al aceptar como hu¨¦spedes a Mariana Cornejo, Rancapino y Chano Lobato. Estos dos cantaores, que son una r¨¦plica de la pareja de guerreros inmortalizada por Kurosawa en La fortaleza escondida -por estatura, Rancapino ser¨ªa Toshiro Mifune- mandaron al paro a todos los fil¨®sofos. Rancapino: "Qui¨¦n me va a entender a m¨ª si ni yo mismo me entiendo". Chano Lobato: "Tengo la cabecita loca de tantas cavilaciones". El programa era muy bueno. Como bueno era lo que no estaba en el programa: un tercer cante de Chano Lobato que rompi¨® el protocolo, un camaroncillo que se meti¨® al p¨²blico en el bolsillo con su himno del bollycao y el colof¨®n final de la chirigota de Los Borrachos. El Maestranza se convert¨ªa en el Falla. Otra vez volv¨ªa el oro para C¨¢diz. Desde que la prensa del coraz¨®n ha invadido las secciones de cultura, Sara Baras ha sido proclamada como la nueva reina del baile flamenco. Ella no quiso abusar de esta prebenda medi¨¢tica y no cay¨® en la tentaci¨®n de Sarit¨ªsima. Arranc¨® con un tema a la guitarra de Vicente Amigo, se entreg¨® en cuerpo y alma. Al final de su primera actuaci¨®n, el abdomen se le sal¨ªa del cuerpo al comp¨¢s de unas contracciones parecidas a las de un parto. Surgi¨® un milagro: hab¨ªa tenido un Rancapino. El mejor amigo de Camar¨®n es ahora rey del cante en M¨¦xico, Maximiliano de las alegr¨ªas y las malague?as. Hubo por parte de esta delegaci¨®n gaditana muchos piropos a Sevilla. "Qu¨¦ bonita est¨¢ Triana cuando le ponen al puente las banderitas gitanas", cantaba Mariana Cornejo, conocida fuera de Andaluc¨ªa por un anuncio televisivo de una marca de lej¨ªa. Esa copla trianera es deudora de una letra de Jos¨¦ el de la Tomasa. Las alcaldesas de las dos ciudades unidas por el oro de la torre, Soledad Becerril y Te¨®fila Mart¨ªnez, no quisieron perderse el espect¨¢culo. Sara Baras luc¨ªa un vestido multiusos: mant¨®n, capote, mantilla, falda al viento como Marilyn en La tentaci¨®n vive arriba, tabla de windsurf. Era la sacerdotisa en el templo del duende. En uno de los n¨²meros m¨¢s aplaudidos, su cuerpo de baile se esparc¨ªa en sombras chinescas que se hac¨ªan de carne y hueso como en un cuento napolitano de Andersen. En su vehemencia, era unas veces Ginger Rogers, otras Merche Esmeralda y alguna el p¨¢jaro carpintero. Su baile mezclaba el desenfado y la rabia, la fiesta y la arenga sin palabras del que se ofusca sin motivo ni raz¨®n. Rancapino ocupa un cap¨ªtulo entero de la historia de la humanidad. No olvida los or¨ªgenes y hasta da las gracias, algo tan en desuso. El de Chiclana y Chano Lobato contaron con la complicidad simpar a la guitarra de Mora¨ªto Chico, al que reconocieron como a un maestro y besaron como a un hijo. C¨¢diz invadi¨® Sevilla sin alardes vikingos. Triana se llen¨® de la Vi?a y el Arenal del Mentidero. Un prodigio de diplomacia propiciado por la buena estrella de Sara Baras, que tiene muy buenas maneras para triunfar como presentadora de televisi¨®n en el programa Algo m¨¢s que flamenco; que comparte m¨¢nager con Antonio Canales: Lucho Ferruzzo.
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