L¨¢grimas
De acuerdo, ya lo s¨¦: la Tierra es un valle de l¨¢grimas. Es tan absurdo y descomunal el sufrimiento (o el Mal, como lo han llamado desde siempre los humanos en un intento de delimitarlo y entenderlo) que vivimos intentando ignorar el horror. Porque el dolor del mundo es tan enorme que no nos cabe en la cabeza y nos vuelve locos.De manera que apagamos la memoria y cerramos los ojos. Pero el dolor empuja desde fuera: desde las devastaciones aparentemente naturales, como las hambrunas de Sud¨¢n (?pero es natural esta situaci¨®n cuando los 225 individuos m¨¢s ricos del planeta poseen tanto como el 47% de los humanos?) a los infiernos creados por las personas: esas mujeres martirizadas por los talibanes, esos ni?os prostituidos por sus propios padres. Es tan vasto y tan variado el sufrimiento que resulta incre¨ªble que haya quien quiera a?adir, insensata o cruelmente, m¨¢s dolor al mundo.Y as¨ª, insensatos son esos obispos que est¨¢n multiplicando, con su intransigencia, el trauma del aborto; y crueles son esos energ¨²menos que se entretienen torturando animales. Como los 40.000 salvajes que alancearon a un toro en Tordesillas en un lento tormento: 40.000 vecinos que se deben de creer normales y que tal vez incluso llevaron a sus hijos al suplicio, ellos lo llaman fiesta, para que aprendieran a divertirse.
El Mal existe, s¨ª, y somos nosotros. Pero tambi¨¦n existe el sue?o y la voluntad de ser mejores. Es dif¨ªcil repartir la riqueza del planeta (pero no imposible), as¨ª como ayudar a los agonizantes ni?os de Sud¨¢n (pero puede intentarse: cuenta 2222 de la Cruz Roja en la sucursal 2370 del BBV). M¨¢s f¨¢cil es ignorar a los obispos, y desde luego es facil¨ªsimo prohibir esas org¨ªas s¨¢dicas contra los animales. Para disminuir siquiera en un par de l¨¢grimas ese inmenso dolor que llora el mundo.
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