Ante el pr¨®ximo debate parlamentario de los Presupuestos
El hace poco recordado mayo franc¨¦s pregon¨® que "todos los conceptos existentes est¨¢n caducos y es preciso volver a pensarlos". Los galicismos "repensar" y "reinventar", especialmente referidos a estructuras y conceptos pol¨ªticos, recibieron as¨ª nuevo impulso y el derecho a pensar cobr¨® inusitado vigor frente al cepo de lo repetido casi mec¨¢nicamente. Como ola de esto, y por muchas razones, el Estado en general y los Parlamentos en particular deb¨ªan ser "repensados" por completo, "reinventados". Llevamos repitiendo esto a?os y a?os y casi seguimos igual. Por ello prefiero que el fruto de la recapacitaci¨®n y de la nueva invenci¨®n se traduzca m¨¢s en reformas parciales y paulatinas que en grandes y por completo nuevas construcciones que nunca llegan o que chocan estrepitosamente con la realidad.La instituci¨®n parlamentaria es un buen ejemplo de esta situaci¨®n: a pesar de innumerables reclamos renovadores, sigue viviendo en parte sustancial sobre cimientos centenarios; tanto se prolonga la situaci¨®n que quiz¨¢ habr¨¢ que empezar a admitir que no haya otros. Esta situaci¨®n se hace muy patente en el campo presupuestario. En este sentido, creo que el Congreso de los Diputados y el Senado, a pesar de los esfuerzos realizados, no est¨¢n debidamente preparados para ejercer de la mejor manera posible la funci¨®n presupuestaria que les incumbe dentro del Estado contempor¨¢neo, que es el espa?ol de nuestros d¨ªas, afirmaci¨®n que se puede predicar tanto de la fase de aprobaci¨®n como de la de control. Dejo de lado esta ¨²ltima, que me llevar¨ªa al complicado tema de las oficinas parlamentarias de Presupuestos; me centro en la de aprobaci¨®n. Escribo estas l¨ªneas, adem¨¢s, en un momento en que, como todav¨ªa no suenan con estr¨¦pito los tambores presupuestarios en la Carrera de San Jer¨®nimo, se puede llamar a la reflexi¨®n en pos de la mejora sin que las prisas condenen de entrada todo a lo imposible. Seg¨²n est¨¢ concebido hoy, el procedimiento presupuestario parlamentario tiende a convertirse en una serie acumulativa y repetitiva de tr¨¢mites sin verdadera especializaci¨®n de cada uno de ellos, extremo que dificulta extraordinariamente la deliberaci¨®n, la publicidad y, en definitiva, la visibilidad y el prestigio ante los ciudadanos de la acci¨®n de las C¨¢maras en este terreno. El problema empieza porque tanto el Congreso como el Senado tienen competencia presupuestaria de car¨¢cter universal y general, no concreta y especializada, lo cual desemboca en que el Senado se ve obligado a repetir en gran parte lo que ya ha hecho el Congreso; raci¨®n doble, pues, en perjuicio de un conocimiento m¨¢s sosegado y profundo por una sola C¨¢mara. Pero el mal de la repetici¨®n pr¨¢cticamente no especializada, acumulativa y m¨¢s de una vez est¨¦ril no acaba ah¨ª. En el tiempo constitucionalmente limitado de que se dispone en cada C¨¢mara -octubre, noviembre y diciembre-, el Pleno, la Ponencia, la Comisi¨®n y otra vez el Pleno tienen que ocuparse de la materia. El resultado es que algunos ¨®rganos parlamentarios ¨²nicamente pueden pasar de puntillas sobre el proyecto por raz¨®n de tiempo, y, por contra, cuando ¨¦ste llega al Pleno ¨²ltimo se consume un espacio precioso en debatir cuestiones menores, insustanciales y a veces de inter¨¦s estrictamente local y personal; he aqu¨ª las llamadas enmiendas de "boina" o "campanario". En suma, la acumulaci¨®n de tr¨¢mites repetitivos y su falta de especializaci¨®n en la realidad emborrona, a mi juicio, la funci¨®n presupuestaria parlamentaria, cansa y aturde a los diputados y senadores, desdibuja la percepci¨®n que de todo ello llega a los ciudadanos, perjudica la imagen que las C¨¢maras ofrecen a los ciudadanos y... a r¨ªo revuelto siempre ganan ciertos pescadores.
En mi parecer, el Reglamento del Congreso, que es el que m¨¢s conozco, hace aguas por sitios tan importantes que casi ¨²nicamente la inercia pol¨ªtica lo mantiene a flote. Uno de los boquetes por donde penetra m¨¢s agua es el presupuestario. En el imprescindible nuevo Reglamento del Congreso hay que dise?ar con planta nueva el procedimiento presupuestario. La aligeraci¨®n de tr¨¢mites, la especializaci¨®n de cada fase y la mayor libertad de enmienda de todos los grupos han de ser, entre otras, aportaciones ineludibles. Estimo, sin embargo, que no se debe esperar al nuevo Reglamento para intentar mejorar la situaci¨®n. El debate de totalidad del Pleno deber¨ªa, en el pr¨®ximo Presupuesto, ampliarse ya y ocupar as¨ª mayor atenci¨®n; las fases de Ponencia y Comisi¨®n tendr¨ªan que agotar pr¨¢cticamente el estudio de las enmiendas parciales; la segunda lectura del Pleno tendr¨ªa que ce?irse a las enmiendas al articulado del proyecto que, al menos, hubieran alcanzado cierto porcentaje de votos y a las de totalidad relativas a las secciones, con evitaci¨®n de enmiendas menores y parciales que alargan y desfiguran el ¨²ltimo debate del plenario; de este modo se ganar¨ªa, adem¨¢s, tiempo para las fases previas que tan necesitadas est¨¢n de ello. Es indiscutible que las vigentes normas reglamentarias no imponen este esquema, pero se puede alcanzar por acuerdo entre los grupos parlamentarios y mediante la elaboraci¨®n de un adecuado calendario por los ¨®rganos rectores de las C¨¢maras. El empeoramiento a la que, seg¨²n mi visi¨®n, ha llegado la funci¨®n presupuestaria de la mano de los mecanismos procedimentales hoy vigentes lo aconseja vivamente.
Lo que sugiero, en pocas palabras, es un cambio de rumbo parcial, menor si se quiere, pero que redundar¨ªa de inmediato en beneficio de una vertiente sustancial de la actividad parlamentaria. Conf¨ªo m¨¢s en el progreso por este m¨¦todo que por el de las reformas radicales que, por otra parte, nunca acaban de llegar
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