Leyenda entre piedras
De negro, detr¨¢s de una guitarra ac¨²stica y parapetado tras unas gafas que no ocultaban una mirada dura dirigida en primera instancia a las c¨¢maras que tomaban el momento. Rostro p¨¦treo, tanto que cualquiera dir¨ªa era una g¨¢rgola m¨¢s de la Catedral que proteg¨ªa sus espaldas. Pero volaba m¨¢s bajo que ellas, y que se sepa, a los g¨¢rgolas nunca se les ha o¨ªdo entonar Sweet Jane, primera de las canciones que Lou Reed interpret¨® en la noche de ayer en la barcelonesa plaza de la catedral.
Con este concierto gratuito pon¨ªa poso de historia en el BAM. Eran las 22.32 horas de la noche y la cosa ol¨ªa a multitudes. Fiel a su costumbre, Lou no dijo nada, ni tan siquiera cuando el p¨²blico que hab¨ªa aguardado horas para obtener su silla la abandonaba para escuchar en pie a su ¨ªdolo. Sonaba I"ll be your mirror y las sillas iban de mano en mano sobrevolando cabezas que no deseaban aposentadas las posaderas. Todo y que el The Kids que o¨ªan nada ten¨ªa que ver con la versi¨®n del Berl¨ªn; todo y que Lou aventuraba un concierto reposado y solemne, de emoci¨®n contenida y aspecto p¨¦treo. Pero as¨ª son los conciertos de algunos mitos que un d¨ªa fueron animales de rock and roll. Claro que como para no olvidar el pasado, el hi¨¦ratico Lou se sac¨® de la manga Vicious y las sillas dejaron de transitar sobre las cabezas de la concurrencia. L¨®gico, las manos estaban ocupadas en seguir el acento r¨ªtmico palpitado por Tony "Thunder" Smith en la bater¨ªa. Luego, los dedos chasquearon con el punteo ac¨²stico de Mike Rathke para volverse despu¨¦s a las palmas en el rush final del tema, cuando Lou dec¨ªa ser una "sex-machine", aunque lo hac¨ªa con el tono de un profesor hablando sobre batracios. Era igual, ni hab¨ªa miembros para transportar sillas ni estas estaban en la platea, ya despejada de madera y con el p¨²blico babeando. Contarlo, result¨® aventurado. Sin duda eran m¨¢s de los 5.000 que oficialmente se esperaban y ciertamente estaban apretados, incluso frente a las cuatro pantallas que se habilitaron para facilitar el seguimiento del concierto. Las fuentes oficiales dijeron contar a 18.000 personas, que sin duda son muchas y explican las apreturas. Los que optaron por las pantallas se quedaron, eso s¨ª, sin la composici¨®n global de la escena, con un Lou en frio y toda una iluminda catedral como tel¨®n de fondo. Un espl¨¦ndido escenario que Lou llen¨® con unos veinte temas que sirvieron de repaso a una carrera ahora sentida en ac¨²stico. El concierto, que acab¨® pocos minutos despu¨¦s de las doce, sigui¨® un ritmo lineal y acab¨® con otro tema m¨ªtico, Walk on the wild side. Y todo ello entre este ritmo cansado y trot¨®n que Lou ha patentado, con esa voz dura de narrador hecho de adoquines. Ese fue el Lou Reed que ayer pas¨® por Barcelona diluyendo su mito entre piedras y baba.
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