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El d¨ªa 17 de agosto tuve la ocasi¨®n de vivir una agridulce experiencia cuando mi abuela, de 90 a?os de edad, fue ingresada en el Hospital General Virgen del Roc¨ªo de Sevilla, aquejada de una dolencia abdominal. La entrada se registr¨® a las 13.20 horas y en un espacio de tiempo no superior a hora y media le realizaron todas las pruebas necesarias para su diagn¨®stico. A partir de ese momento permaneci¨® en una camilla ocho horas m¨¢s en espera de los resultados. Durante ese tiempo pude entender por qu¨¦ muchos de los enfermos, familiares y afectos presentes en la sala de espera de urgencias pierden las formas y manifiestan airadamente sus protestas. Transcurrido ese tiempo mi abuela fue atendida por un m¨¦dico que llam¨® mi atenci¨®n por su juventud, el doctor De la Rosa, que, poco a poco, y viendo la paciencia y profesionalidad con que la trataba, fue amortiguando mi indignaci¨®n, decidiendo ¨¦ste su traslado a observaci¨®n durante la noche. A las dos de la madrugada fui avisado por una de las encargadas de secretar¨ªa de la inmediata intervenci¨®n quir¨²rgica a la que iba a ser sometida mi abuela. Acud¨ª a ese departamento, donde fui informado por los doctores Pareja Ciuro y Bueno con todo lujo de detalles de la operaci¨®n y de sus riesgos. Fue intervenida con total ¨¦xito y desde aqu¨ª quiero enviar mi m¨¢s sincero agradecimiento a estas personas y al cirujano don Miguel ?ngel G¨®mez Bravo y su equipo por ser como son y conseguir que, al marcharme a casa, no me acordara de las nueve horas y media que estuvimos en la sala de espera.- . .

Quiero llamar su atenci¨®n sobre el problema de los ni?os sordos. Es extraordinario el riesgo de retraso educativo y de integraci¨®n social que sufren si no se detecta a tiempo el problema. Puede decirse que hay dos fases esenciales para que la sordera no se convierta en una barrera insuperable: advertirla cuanto antes mejor, y hablo de los primeros d¨ªas o primeros meses de vida, e iniciar de inmediato el tratamiento para minimizar sus consecuencias. Por eso es necesario que todos, padres, m¨¦dicos, y autoridades sanitarias se percaten de que es vital la detecci¨®n precoz de la sordera, pero que tambi¨¦n es vital poner los medios para combatirla: medios educacionales y medios terap¨¦uticos. Entre estos ¨²ltimos, uno de los m¨¢s generalizados y que en much¨ªsimos casos supone ventajas indiscutibles, es el uso de aud¨ªfonos. Y llego as¨ª al motivo final de esta carta: los aud¨ªfonos, prescritos siempre por m¨¦dicos especializados, no est¨¢n cubiertos en la actualidad por la Seguridad Social. Se da as¨ª el caso de que al problema nada despreciable de la sordera se a?ade el problema econ¨®mico de tener que sufragar su tratamiento. Es una situaci¨®n anormal, que no se debe permitir en una sociedad moderna, que presume de disponer de un avanzado sistema de protecci¨®n social.- .