Los primeros de la clase
Dos estudiantes y un arquitecto novato superaron a sus maestros en el concurso de la vieja Estaci¨®n Sur
Layla Arias Hofman a¨²n no ha terminado la carrera de Arquitectura. Pero a sus 25 a?os ya ha derrotado a sus profesores y tumbado en tiempo real a los equipos de arquitectos m¨¢s avezados de la capital. Ella y otros tres j¨®venes (ninguno con m¨¢s de 28 a?os) forman el grupo que con un proyecto vanguardista gan¨® el mi¨¦rcoles pasado el concurso que convoc¨® el Ayuntamiento de Madrid para convertir la antigua Estaci¨®n Sur de Autobuses en un nuevo centro c¨ªvico para Arganzuela. Un lugar que para Layla evoca recuerdos de infancia: "Regresar de vacaciones siempre era duro, pero volver a Madrid era peor. Los autobuses llegaban a la vieja Estaci¨®n Sur, y ese edificio siempre ha sido una especie de monstruo de la ciudad", explica esta muchacha que luce un pelo rubio hasta la cintura. El proyecto, que llenar¨¢ de luz natural el edificio y lo abrir¨¢ hacia el exterior con una calle interna, naci¨® en un noveno piso de la calle de San Francisco de Sales de las ideas encontradas de un grupo de amigos que ten¨ªan ganas de "hacer algo juntos" y ahora se enfrentan a una obra con un presupuesto de m¨¢s de mil millones. Se les nota entusiasmados. Hasta ahora s¨®lo hab¨ªan construido un chal¨¦, y con su idea han ganado a sus profesores, que obtuvieron el segundo y el tercer premio. El arquitecto Federico Wulff Barreiro, de 26 a?os, el ingeniero Gonzalo Arias Hofman, de la misma edad, y los todav¨ªa estudiantes Juan Herranz Molina y Layla Arias Hofman trabajaron de sol a sombra durante el ¨²ltimo verano. Su trabajo rindi¨® sus frutos. El mi¨¦rcoles, un jurado de notables eligi¨® su propuesta para reciclar el emblem¨¢tico edificio. "De la antigua construcci¨®n quer¨ªamos conservar lo menos posible. Utilizar la estructura y cambiar toda su est¨¦tica, que era muy fea", a?ade Federico.La ilusi¨®n que sienten cuando imaginan c¨®mo quedar¨¢ su obra se nota cada vez que especifican alg¨²n detalle del proyecto, que contar¨¢ con un polideportivo, un centro cultural y otro para mayores. "Habr¨¢ salas de ensayo para grupos de m¨²sica, un roc¨®dromo para los que adoran escalar; y la biblioteca se ver¨¢ desde todos lados. Queremos que las miradas se crucen y que la gente vea desde el exterior las actividades", cuenta Juan, el m¨¢s extravertido del grupo. "La mayor satisfacci¨®n ser¨ªa que la gente haga suya la obra. La utilice y se sienta a gusto", agrega Gonzalo.
Estos cuatro j¨®venes saben que trabajar¨¢n duro para hacer realidad lo que ahora s¨®lo puede verse en unos cuantos papeles desordenados y en un par de ordenadores que est¨¢n encendidos en su modesto estudio. "El arquitecto es un director de orquesta. Nunca podr¨ªamos hacer esto solos", reconoce Federico. Y Juan, despu¨¦s de que Layla confesara que habla seis idiomas, insiste: "Somos normales, no digas que somos repelentes". Luego suena el tel¨¦fono en el despacho del estudio. Descuelga Juan y se lo pasa a Federico. Es uno de sus profesores. Le felicita.
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