Democracia y cofusi¨®n
Cuando en Santiago de Chile nos reunimos los Presidentes de las Am¨¦ricas, la sesi¨®n a puertas cerradas deriv¨® inesperadamente a las tribulaciones que viv¨ªa el Estado democr¨¢tico moderno ante una constelaci¨®n de Organizaciones No Gubernamentales (ONG), que asum¨ªan la representaci¨®n de la sociedad civil a veces en temas de ecolog¨ªa, en ocasiones sobre derechos humanos, en otros momentos sobre cuestiones sociales. Los Presidentes que hablaban sent¨ªan que no siempre estas voces eran realmente representativas y que el Estado aparec¨ªa jaqueado entre dos fuerzas: por un lado, el reclamo de la gente de darles respuestas concretas y, por el otro, una suerte de paralizaci¨®n impuesta por estas reivindicaciones.Cuando el C¨ªrculo de Montevideo se reuni¨® en Brasilia en marzo de este a?o con el Presidente Fernando HenriqueCardoso como anfitri¨®n, el presidente de la Comunidad Aut¨®noma de Madrid, Alberto Ruiz-Gallard¨®n puso un doble acento en, por un lado, la perplejidad de los actores pol¨ªticos que no encontr¨¢bamos hoy gu¨ªas intelectuales claras para entender nuestro mundo y, por el otro, el desaf¨ªo de los partidos pol¨ªticos de adaptarse a estas nuevas condiciones tan cambiantes.
De all¨ª deriv¨® que el C¨ªrculo de Montevideo resolviera reunirse en Madrid -y lo har¨¢ esta semana- para debatir sobre los partidos pol¨ªticos, la sociedad civil, la nueva democracia (o sea la democracia de siempre ante estas nuevas realidades que han cambiado relaciones de fuerza y expresiones de poder). La democracia ufana y triunfante desde la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn en 1989 vive de perplejidad en perplejidad. La realidad la ha asaltado. Los conflictos ¨¦tnicos han sacudido a los Estados Nacionales, de un modo u otro, desde Yugoslavia a Espa?a. El paro ha puesto una nota sombr¨ªa en la din¨¢mica de la econom¨ªa de mercado. Los equilibrios de los poderes cl¨¢sicos del Gobierno se han modificado y hoy nos encontramos con que la Justicia asume un rol pol¨ªtico tan fuerte como nunca antes lo tuvo. Los medios de comunicaci¨®n, adem¨¢s de expresiones de un derecho que se ejerce, transf¨®rmanse en otra poderosa y creciente expresi¨®n de poder. Emerge un nuevo ente indefinido, la opini¨®n p¨²blica, una suerte de misterioso monstruo que ya no coincide con la ciudadan¨ªa y que no s¨®lo se expide en elecciones, sino en estados de ¨¢nimo prolijamente medidos a trav¨¦s de encuestas. Los parlamentos resultan as¨ª disminuidos en su representatividad. A su vez, la sociedad, organizada de mil maneras diferentes, controla al poder p¨²blico, le reclama, le reivindica espacios. Como dice Alain Touraine: "La sociedad no es m¨¢s un orden, una jerarqu¨ªa, un organismo; ella est¨¢ hecha de relaciones sociales, actores definidos a la vez por sus orientaciones culturales, sus valores y por sus relaciones de conflictos, de cooperaci¨®n o de compromiso con otros actores sociales". Los ecologistas eval¨²an cada obra publicada puente, cada represa, cada nueva industria, a veces con l¨®gica pero en ocasiones con un peligroso fundamentalismo. Como si esto fuera poco, una crisis financiera mundial irrumpe en la escena como un rayo divino desde atr¨¢s de una nube, cuestion¨¢ndolo todo, poniendo en riesgo los avances del bienestar social, imponiendo una profunda reflexi¨®n sobre la necesidad de rever todo el sistema de instituciones internacionales nacidas en la posguerra en Bretton Woods.
El ciudadano europeo se pregunta: ?por qu¨¦ las econom¨ªas asi¨¢ticas han de golpearnos a nosotros? El latinoamericano: ?c¨®mo es posible que despu¨¦s de una d¨¦cada de esfuerzos en que con enorme sacrificio se han restaurado democracias, equilibrando econom¨ªas y derrotado la inflaci¨®n, ahora, sin tener arte ni parte, corremos el peligro de hundirnos en una recesi¨®n? El ciudadano norteamericano: si hasta ahora nuestra econom¨ªa crec¨ªa y crec¨ªa en medio del optimismo, ?por qu¨¦ de un mes para otro, sin que aqu¨ª pase nada, se nos cambien todas las expectativas?
Adem¨¢s de su valor econ¨®mico en s¨ª, la cuesti¨®n es preocupante en clave democr¨¢tica. El humano contempor¨¢neo, el homo videns de Sartori que observa el mundo detr¨¢s de una pantalla, se siente envuelto en un torbellino que no entiende. Ya estaba receloso, algo indiferente, replegado sobre los consumos dom¨¦sticos, enojado con los impuestos. Ahora se da de bruces con un mundo cuya l¨®gica no termina de entender. El de la guerra fr¨ªa era peligroso, pero claro: de un lado, las democracias occidentales, del otro, el comunismo; de un lado la CIA, del otro el KGB; de un lado la OTAN, del otro el Pacto de Varsovia. Ahora, las fronteras est¨¢n confusas. ?Qui¨¦n su aliado, qui¨¦n su enemigo; qui¨¦n su socio, qui¨¦n su carga?
En esa confusi¨®n m¨¢s que nunca han de rescatarse y, en su caso reformularse, los valores fundamentales. De lo contrario, todo esto ha de pagarse caro. Para reflexionar sobre esos nuevos caminos naci¨® el C¨ªrculo de Montevideo congregando a gente tan variada como la que re¨²ne, sin etiquetas pol¨ªticas ni religiosas, solamente gente de la democracia, del pluralismo. Ya se han generado numerosos frutos, configurando un pensamiento vivo, fermental. La nueva instancia madrile?a seguramente abrir¨¢ otro espacio, y ojal¨¢ otra perspectiva, para mirar las organizaciones pol¨ªticas y sociales en esta democracia nuestra.
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