"Me ha hecho sufrir m¨¢s la desconfianza que la tortura"
Fue rescatado del campo de refugiados espa?oles de Saint-Ciprien por la Embajada sovi¨¦tica en Par¨ªs. Luch¨® contra los nazis en los bosques de Augustov Liesov -en la frontera de Bielorrusia y Polonia- y en el C¨¢ucaso; estuvo en la defensa de Mosc¨². Recorri¨® toda Europa para entrar en Espa?a en 1947, donde intent¨® reconstruir el PSUC. Fue detenido y condenado por un consejo de guerra, volvi¨® a Francia y sus camaradas lo marginaron. El Gobierno franc¨¦s lo desterr¨® a C¨®rcega y retuvo a su hijo unos meses. Eran a?os de guerra fr¨ªa. Ahora vive en la isla donde fue confinado. All¨ª lo localiz¨® el historiador Ricard Vinyes, que ha descrito con la biograf¨ªa de Sebasti¨¤ Piera la peripecia vital de un soldado de Pandora que ha sabido conservar la esperanza. Pregunta. ?Cu¨¢l fue la primera misi¨®n en la URSS? Respuesta. Lo primero que hicimos los exiliados fue sumarnos a la defensa de Mosc¨², concretamente a la del Kremlin. A los espa?oles nos dieron mucha categor¨ªa all¨ª. P. Mosc¨² estaba rodeado de dirigibles que la convert¨ªan en inexpugnable para la Luftwaffe. R. S¨ª, era enorme eso. Era fant¨¢stico. Mientras estuve en Mosc¨² s¨®lo pas¨® un bombardero. Tir¨® dos bombas, una delante del Bolshoi y otra en Correos. Despu¨¦s nos enviaron al C¨¢ucaso. Deb¨ªamos instruir a los obreros de los pozos petrol¨ªferos de Bak¨² para actuar si los alemanes lograban llegar. Luego nos enviaron a una acci¨®n guerrillera a Osetia, y all¨ª nos dimos cuenta de la aversi¨®n que sent¨ªan hacia los rusos. Un pay¨¦s no nos quer¨ªa dar comida, hasta que se dio cuenta de que no ¨¦ramos rusos. P. El libro relata que una de las misiones m¨¢s importante en las que particip¨® fue en la operaci¨®n Guadalajara. R. Un d¨ªa -a finales del verano de 1943- vinieron los generales Etingon y Pavel Soudaplatov y nos contaron que la misi¨®n consist¨ªa en, primero, hacer prisionero a Esteban Infantes, que entonces era el jefe de la Divisi¨®n Azul, y al mismo tiempo deb¨ªamos liquidar al gauleiter alem¨¢n de los paises b¨¢lticos, Von Rheitel, en su despacho de Vilna [Lituania]. Nos disfrazamos de oficiales alemanes de la Divisi¨®n Azul. P. Pero la operaci¨®n no lleg¨® a concluir. R. Lo ten¨ªamos todo preparado. Sab¨ªamos cu¨¢ntos pelda?os hab¨ªa hasta el despacho del mando alem¨¢n, las puertas que deb¨ªamos cruzar. Toda la informaci¨®n nos la dieron las mujeres de la limpieza. Cuando todo estaba listo, el Ej¨¦rcito sovi¨¦tico avanz¨® 50 kil¨®metros y comenz¨® la retirada alemana. P. Y, a todo esto, ?c¨®mo viv¨ªa el estalinismo? R. Bueno, la verdad, durante la guerra yo no supe nunca de la represi¨®n estalinista en la URSS. Un polaco que ven¨ªa con nosotros me dijo que Stalin hab¨ªa hecho fusilar a todo el comit¨¦ central del Partido Comunista polaco. Esto yo no lo ve¨ªa claro. ?C¨®mo es posible que al comit¨¦ central del Partido Comunista lo puedan fusilar? Es como si hubieran fusilado a La Pasionaria. P. ?Usted conoci¨® a Caritat Mercader, la madre del asesino de Trotski? R. Caritat era general del KGB, una mujer excepcional que se sent¨ªa psuquera y muy vinculada a Catalu?a. Siempre que pod¨ªa nos invitaba a comer y cocinaba para los catalanes. Ella fue la que me vincul¨® a la operaci¨®n Guadalajara. P. Y entonces, al acabar la guerra, en 1945, empez¨® a prepararse para entrar en Espa?a. R. Mi misi¨®n era trabajar para la reconstrucci¨®n del partido. P. Eran tiempos duros. El PSUC propugnaba acciones de guerrilla urbana. R. Yo pas¨¦ a Espa?a en febrero de 1947. Llegu¨¦ a Barcelona, y al cabo de dos o tres meses ya estaba en prisi¨®n. A m¨ª me cogieron junto con el dirigente comunista Joaquim Puig Pidemunt. Si sigo vivo es gracias a ¨¦l. Puig fue fusilado en el Camp de la Bota. P. Despu¨¦s de su detenci¨®n la polic¨ªa no sab¨ªa qu¨¦ papel ten¨ªa usted. Las torturas le provocaron una par¨¢lisis facial... R. Lo peor fueron los interrogatorios de casi un mes. Hubo incluso un simulacro de fusilamiento. P. Fue el comisario Antonio Creix, ?no? R. S¨ª, Antonio Creix. Bueno, me dieron palizas de muerte muchas veces. Llevaba 30 d¨ªas detenido y no sab¨ªan qu¨¦ hac¨ªa yo en el PSUC. Me invent¨¦ una historia y se la creyeron. Les dije que era el correo entre Puig y un tal Jos¨¦ -inexistente- que era el jefe m¨¢ximo. El ¨²ltimo d¨ªa Creix me llam¨® a las once de la ma?ana. Los interrogatorios siempre los hac¨ªan de madrugada. Creix iba en mangas de camisa, con la pistola en la sobaquera, como los g¨¢nsteres. Me puso contra la pared. Sac¨® una pistola y un silenciador. Lo mont¨® con toda parsimonia y me dijo: "No ser¨¢s el primero que he liquidado; aqu¨ª he liquidado a otros y nadie se ha enterado. O sea, que de tu caso tampoco". Los ojos le saltaban del rostro. Me iba paseando la pistola por la cara. Me dijo: "Te apunto en la cabeza porque quiero ver la cara que pones cuando te mate". No s¨¦ cu¨¢ntos segundos fueron, pero me pareci¨® una eternidad. Fue la ¨²ltima prueba. P. Fue condenado por un consejo de guerra a tres a?os. ?Es cierto que durante los interrogatorios tambi¨¦n le dijeron una vez: "Prefieres que te matemos nosotros o tus camaradas"? R. S¨ª, pero eso fue despu¨¦s. El mismo d¨ªa que sal¨ªa de la prisi¨®n Modelo, en la misma puerta, me volvieron a detener. Me cogieron otra vez, me llevaron a unas dependencias que ten¨ªan en la calle Ample. All¨ª estaba la segunda BIS, un servicio de espionaje y contraespionaje. All¨ª hab¨ªa un tal L¨®pez Moreno... P. La segunda BIS era un cuerpo del Estado Mayor especializado en la represi¨®n pol¨ªtica. R. Bueno, pues este L¨®pez Moreno me dijo: "T¨² no quieres hablar; te har¨¦ liquidar por los tuyos". P. ?Qu¨¦ pens¨® entonces de esta enigm¨¢tica frase? ?Sab¨ªa que la Guardia Civil emit¨ªa para que lo captasen los comunistas desde Francia? R. Eso lo he sabido muchos a?os despu¨¦s. Yo no me lo explicaba. Pero despu¨¦s vi c¨®mo los m¨ªos me dejaban de lado. Eran tiempos en que los hab¨ªa dados al secreto, a ver enemigos por todas partes, infiltrados... P. Usted luego huy¨®, pas¨® a Francia. El PSUC sospechaba de usted como confidente de la polic¨ªa, tal como se hab¨ªa encargado de lanzar la Guardia Civil en sus emisiones de radio . R. Lo peor es que yo no sab¨ªa nada de todo esto. Nadie en el partido me lo dijo. Yo ten¨ªa a mi favor que al mismo tiempo que suced¨ªa esto, las autoridades francesas me deportaron por comunista a C¨®rcega. ?C¨®mo pod¨ªa ser yo un enemigo y la polic¨ªa francesa me enviaba a C¨®rcega, y luego secuestraba varios meses a mi hijo en un sanatorio de Banyuls? Ellos mismos se encontraban en dificultades para poderlo compaginar. P. Desconfiaban de usted los viejos camaradas. R. Moix y Rom¨¢n -ambos en la direcci¨®n el PSUC- me dijeron: "Por razones de seguridad y hasta que las cosas est¨¦n m¨¢s claras es conveniente que no tengas ning¨²n cargo de responsabilidad en el partido". Lo que m¨¢s me ha hecho sufrir en la vida no han sido los combates, ni los sacrificios, ni las torturas. Ha sido la desconfianza. Esto es lo que me ha hecho m¨¢s da?o moralmente. A?os despu¨¦s me llamaron, todo estaba claro, se dieron cuenta de que era una barbaridad lo que hab¨ªan hecho conmigo. Me lo dijeron todos: Carrillo, Gallego, Gregorio L¨®pez Raimundo... P. Fue apartado del partido al tiempo que el dirigente del PSUC Joan Comorera, acusado de traidor titista ... R. Todo se mezcl¨®. Rom¨¢n, Vidiella, Moix, Ardiaca, la direcci¨®n del PSUC... Todos vinieron a explicarme que Comorera era un traidor desde que naci¨®. Esta era la versi¨®n que me dieron. Era un enemigo de la clase obrera, un traidor. Entonces quer¨ªan saber qu¨¦ pensaba yo. "Si me dec¨ªs todo esto, qu¨¦ quer¨¦is que os diga. A m¨ª me gustar¨ªa o¨ªrlo a ¨¦l para tener una idea m¨¢s clara. Si todo esto que me dec¨ªs es verdad, con qui¨¦n quer¨¦is que est¨¦. Estoy con el partido". P. ?Le costaba creer las historias que le contaban de Comorera? R. S¨ª, mucho. Comorera era un hombre de temperamento muy fr¨ªo, muy inteligente, pol¨ªticamente les daba diez vueltas a toda la direcci¨®n que hab¨ªa por entonces. Era un hombre de gran altura pol¨ªtica. Para m¨ª era el pol¨ªtico catal¨¢n de los que se pueden situar en una categor¨ªa superior, como Companys, Campalans, Pi i Sunyer... gente de mucha categor¨ªa. Era un hombre bastante intelectual y claro, era la ¨¦poca en que se jugaba a qui¨¦n era m¨¢s estalinista y qui¨¦n era m¨¢s revolucionario. Cuando Comorera tuvo problemas con la direcci¨®n del PSUC y del PCE no se le ocurri¨® otra cosa que dirigirse a Stalin, y Stalin no le hizo ni caso. P. Cuando ha visto los resultados del socialismo real en los pa¨ªses del Este, ?qu¨¦ ha sentido? R. Pues lo he sentido en el coraz¨®n. Me he sentido frustrado y con una gran rabia contra el Partido Comunista de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, porque ha dirigido una revoluci¨®n de mala manera. Si hubiese seguido los consejos, las instrucciones y la forma de ser del propio Lenin nunca se habr¨ªa producido lo que se ha producido. El estalinismo ha sido el c¨¢ncer del socialismo ruso, porque instituy¨® un sistema que no era ni la dictadura del proletariado ni era nada. Era la dictadura de un partido y la de ¨¦l [Stalin]. P. Uno de los episodios m¨¢s emotivos del libro es cuando llevaron a sus compa?eros al pared¨®n, al Camp de la Bota... R. Puig Pidemunt, ?ngel Carrero, Mestres, Pere Valverde... P. En la prisi¨®n Modelo, los comunistas y los anarquistas guardaron, firmes, un minuto de silencio. R. S¨ª, los guardias estaban muy asustados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.