La federaci¨®n y el plato de lentejas
Vuelven a sonar tambores de guerra en el f¨²tbol espa?ol. Esta vez la controversia nace del inter¨¦s del Gobierno y de la federaci¨®n por reducir el n¨²mero de jugadores extranjeros, contra la opini¨®n mayoritaria de los clubes, deseosos de mantener la situaci¨®n actual, que favorece una alta densidad de jugadores extracomunitarios en las plantillas. Sobre los comunitarios no hay nada que decir: la Uni¨®n Europea dio barra libre con la sentencia Bosman y eso no hay quien lo cambie.La oportunidad del debate es indudable. Por hablar en t¨¦rminos ecol¨®gicos, la especie del f¨²tbolista espa?ol corre grave peligro. Su presencia en los equipos de Primera Divisi¨®n cada vez es menor, muchas veces sin razones aparentes. En el desembarco de jugadores extranjeros se ha colado mucha morralla, en parte por el esnobismo de los dirigentes y en parte porque alrededor de estos fichajes se mueven cantidades muy golosas de dinero.
El desamparo de los jugadores espa?oles es real y no s¨®lo les afecta a ellos. Supone un problema para la selecci¨®n y tambi¨¦n para muchos aficionados, que no encuentran la manera de vincularse con unos equipos que funcionan como sumidero de jugadores itinerantes. El f¨²tbol est¨¢ hecho en gran medida de v¨ªnculos afectivos, de un proceso de identificaci¨®n entre la gente y sus equipos que cada vez resulta m¨¢s complicado.
La oportunidad del debate no impide destacar la desfachatez de algunos de los que ahora se presentan como defensores del producto nacional. La federaci¨®n ha vuelto a dar muestras de un descaro colosal y de la irresponsabilidad que preside sus actuaciones.
En septiembre de 1996, en plena guerra del f¨²tbol y de las televisiones, la federaci¨®n firm¨® un convenio con la Liga Profesional en el que se inclu¨ªan la jornada del lunes y la actual disposici¨®n sobre el n¨²mero de extranjeros: seis por plantilla, de los cuales pueden jugar cuatro. En su ¨¢nimo de favorecer intereses muy concretos, la federaci¨®n acept¨® el acuerdo sin poner ning¨²n reparo a una medida que ahora tanto critica. Lo hizo a cambio de un suculento plato de lentejas: 2.500 millones por cuatro a?os. El Consejo Superior de Deportes, que en estos d¨ªas pretende rebajar por decreto el n¨²mero de extranjeros, tampoco dijo nada.
Hubo demasiados silencios y connivencias en aquella ¨¦poca. Lo m¨¢s decepcionante es que nadie asume las responsabilidades por lo que se hizo entonces. La federaci¨®n no tiene autoridad moral para exigir lo que permiti¨® en 1996. Peor a¨²n, su dejaci¨®n contribuy¨® de manera indiscutible al deterioro actual, a la penosa situaci¨®n que viven los jugadores espa?oles. Si algo tiene que hacer la federaci¨®n es asumir su enorme responsabilidad en este embrollo, que en buena parte se gest¨® por la venta de un plato de lentejas.
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