EL MODELO DE ESTADO Desde Andaluc¨ªa por la paz
Nunca, en estos a?os largos de desarrollo auton¨®mico, se hab¨ªa producido un grado tal de desconcierto, confusi¨®n y desorden. Un Gobierno que ha rechazado despectiva y sistem¨¢ticamente nuestra colaboraci¨®n y que ha pactado su pol¨ªtica auton¨®mica con unos -los nacionalistas- contra otros -los socialistas- se ha visto sorprendido por sus propios socios, en una escalada reivindicativa. El acuerdo de financiaci¨®n de las CCAA, la renovaci¨®n del Concierto Vasco con capacidad normativa fiscal plena y sucesivos acuerdos econ¨®micos con los nacionalistas catalanes o vascos o canarios, han provocado un creciente sentimiento de agravio y una seria amenaza de emulaci¨®n nacionalista en la mayor¨ªa de las comunidades aut¨®nomas. Curiosamente, los ¨²nicos beneficiarios de esta pol¨ªtica formalizan una alianza, al margen del PP, y acuerdan un programa nacionalista radical. Pocos d¨ªas despu¨¦s, como proleg¨®meno de la tregua de ETA y con la aprobaci¨®n previa y expresa de la banda terrorista, los partidos nacionalistas del Pa¨ªs Vasco, PNV, EA y HB, junto a IU, suscriben el llamado Acuerdo de Estella que les compromete a defender un nuevo marco jur¨ªdico para Euskadi basado en la autodeterminaci¨®n. La ¨²ltima semana de septiembre, desde el Parlamento de Catalu?a se reclama la autodeterminaci¨®n y el presidente Pujol nos informa de que estamos en una nueva fase constituyente. La pol¨ªtica del PP en esta materia es un fracaso absoluto. Sus apelaciones a la estabilidad del Gobierno y sus llamadas a la calma resultan pat¨¦tica muestra de su desorientaci¨®n, de su falta de pulso, de su cortoplacismo. No tienen un proyecto para Espa?a. Hay que profundizar en el Estado constitucional y auton¨®mico. Un Estado en el que la Constituci¨®n garantiza los derechos y libertades individuales, el imperio de la Ley, la divisi¨®n e independencia de poderes, la democracia parlamentaria, la primac¨ªa del inter¨¦s general, la solidaridad interregional, el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones y la soberan¨ªa nacional. Creemos en ese Estado auton¨®mico y plurinacional de la misma manera que lo hacemos y defendemos la Naci¨®n espa?ola. Creemos en un Estado que asegura la cohesi¨®n entre nuestros pueblos y comunidades, que garantiza la igualdad de derechos b¨¢sicos de todos los espa?oles. Dicho en t¨¦rminos m¨¢s claros, nacer en una u otra comunidad no puede suponer tener distintas oportunidades de educaci¨®n o salud. Con una frivolidad preocupante, Espa?a entera debate hoy la reforma constitucional como consecuencia de la tregua de ETA. Nuestra Ley de Leyes tiene mecanismos previstos para una reforma, pero antes de acometer ninguna no podemos olvidar dos condiciones b¨¢sicas: que se cumplan las normas previstas para la reforma, y que el consenso obtenido en 1978 no se vea perturbado o reducido. Si somos un pa¨ªs serio haremos las cosas as¨ª. De otra manera entraremos en un peligros¨ªsimo camino de vertebraci¨®n y descohesi¨®n interna. No aceptamos un proyecto de ruptura de nuestro modelo de Estado hacia una propuesta confederal o autodeterminista: el desarrollo auton¨®mico producido en estos 20 a?os nos ha colocado a la cabeza de la descentralizaci¨®n pol¨ªtica del mundo. Probablemente no hay ning¨²n pa¨ªs en el mundo que haya delegado mayores cuotas de poder que los que tiene, por ejemplo, el Pa¨ªs Vasco hoy. Adem¨¢s, la Espa?a auton¨®mica de 1998 est¨¢ configurada por 17 comunidades aut¨®nomas. A diferencia de hace 20 a?os, han surgido sentimientos de autogobierno y aspiraciones pol¨ªticas identitarias, con legitimaciones y razonamientos semejantes a los llamados nacionalismos hist¨®ricos. No aceptaremos desde Andaluc¨ªa que la victoria alcanzada en el refer¨¦ndum del 28 de febrero de 1980 quede en papel mojado. No aceptaremos ser una comunidad de segunda divisi¨®n. Es posible un di¨¢logo sereno y riguroso porque nuestro marco actual de desarrollo auton¨®mico y local admite reformas en una perspectiva federal. Un federalismo que, reconociendo los hechos diferenciales, mantenga los elementos de cohesi¨®n y solidaridad interterritorial que garanticen derechos b¨¢sicos iguales para todos. Pero, por favor, no mezclemos este debate con las condiciones de la paz. La paz no tiene precio. La democracia no est¨¢ en juego y el debate auton¨®mico y territorial debe seguir su propia din¨¢mica porque la agenda pol¨ªtica de Espa?a no la pueden marcar los terroristas, sino los dem¨®cratas.
Jos¨¦ Caballos es portavoz del PSOE en el Parlamento de Andaluc¨ªa.
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