Pictorialistas
JOSU BILBAO FULLAONDO Un viaje a Oviedo por razones de trabajo me hizo coincidir estos d¨ªas con una de esas exposiciones siempre deseadas: La fotograf¨ªa pictorialista en Espa?a (1900-1936). La iniciativa corresponde a la Fundaci¨®n la Caixa y en esta ocasi¨®n, se trata de una excelente aportaci¨®n que se echaba en falta. Se refiere a una vertiente sobre la que ya se hab¨ªan realizado algunas prospecciones. Una muy loable aproximaci¨®n fue la de Marta Gili hizo en el cat¨¢logo "Idas y Caos", dedicado a las vanguardias fotogr¨¢ficas en Espa?a y publicado por el Ministerio de Cultura en 1984. Otro precedente de inestimable valor, animado tambi¨¦n desde la misma instituci¨®n, fue el de Publio L¨®pez Mondejar en su obra Las fuentes de la memoria 1900-1939. Podr¨ªamos recordar algunas otras intervenciones de indudable valor pero la que ahora se presenta bajo la tutela de Cristina Zelich supone un paso adelante en las investigaciones realizadas y agrupa el mayor n¨²mero de documentos foto-pictorialistas conocidos hasta el momento. A la b¨²squeda de un reconocimiento art¨ªstico para la fotograf¨ªa, en el ¨²ltimo tercio del siglo XIX surgi¨® el movimiento pictorialista. Quer¨ªa ser soluci¨®n del sentimiento de inferioridad que padec¨ªan amplios sectores del ¨¢mbito fotogr¨¢fico con respecto a su referente ic¨®nico m¨¢s cercano: la pintura. No se contentaban de captar los acontecimientos tal como se presentaban. Su inter¨¦s radicaba en suscitar una reflexi¨®n o sentimiento por lo que su creatividad deb¨ªa imponerse a la naturaleza mec¨¢nica de las c¨¢maras. Privilegiaban un estilo de composici¨®n cl¨¢sica cargada de subjetividad y una esmerada t¨¦cnica abierta a nuevos soportes. Sus im¨¢genes idealizaban los temas que trataban, con el fin de obtener atmosferas inmateriales. Fueron de su predilecci¨®n escenas costumbristas y retratos de mujeres enigm¨¢ticas con cierto aire sensual. Con frecuencia se recurri¨® al desnudo femenino, en tanto que alegor¨ªa de la belleza. No fue as¨ª con el cuerpo masculino que se juzgaba un tanto obsceno e indigno para el artista. A pesar de ello, el catal¨¢n Josep Masana (1894-1979) ha dejado bellos ejemplos de ambos sexos. En Espa?a la corriente pictorialista lleg¨® con cierto retraso respecto a Europa y Am¨¦rica. Sus representantes nunca alcanzaron la envergadura ni el prestigio de otros muchos de sus colegas extranjeros. Algunos autores, al coincidir en el tiempo con lo que se denomin¨® fotograf¨ªa de vanguardia, fueron permeables a esta influencia y produjeron interesantes manifestaciones marcadas por un evidente mestizaje estil¨ªstico. Tenemos los casos de Joan Porqueras (Barcelona, 1899-1969), en una constante ruptura de los puntos de vista cl¨¢sicos lleg¨® a las tomas cenitales, picados y contrapicados; el navarro Miguel Goicoetxea (1894-1983) se inclin¨® hacia una obra muy personal de marcado talante expresionista; o Antoni Campa?a (Barcelona 1906-1989) que se desmarc¨® hacia algo el reportaje. La figura m¨¢s representativa, en la ortodoxia de lo que se ha conocido como tardopictorialismo espa?ol, fue Ortiz de Echag¨¹e (Guadalajara, 1886-1990). Sus trabajos de gran perfecci¨®n t¨¦cnica recuerdan con frecuencia a algunos cuadros del Greco. Las tomas meticulosamente montadas no permiten que gestos, lineas y figuras escapen de la intencionalidad de un autor muy identificado con presupuestos conservadores, incluso con los valores franquistas. Su prestigio alcanz¨® relieve internacional y su influencia en los c¨ªrculos fotogr¨¢ficos, despu¨¦s de la guerra civil, ralentiz¨® la llegada de nuevos estilos y tendencias. La recopilaci¨®n que ahora nos ofrece Cristina Zelich podr¨ªa haberse visto ampliada a un mayor numero de autores (recuerdo en este momento a Luis Torcida y algunas de las im¨¢genes de su libro Bizkaiko begiragarria-Lo admirable de Vizcaya publicado en 1934), pero sin lugar a dudas es un documento resuelto con incuestionable maestr¨ªa, un referente obligado para todo estudioso y amante de la fotograf¨ªa.
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