Los cr¨ªmenes reales e imaginados de la escritora brit¨¢nica Anne Perry
Anne Perry escribe exitosas novelas polic¨ªacas, pero cuando tras sus ojos azules buscas la sombra de un crimen, no persigues una ficci¨®n. En su caso la realidad es mucho m¨¢s poderosa que cualquier argumento inventado. Ella fue una asesina. En 1957, cuando ten¨ªa quince a?os, junto a su amiga Pauline, mat¨® a la madre de ¨¦sta. Ocurri¨® en Nueva Zelanda. All¨ª golpearon con unos ladrillos la cabeza de la v¨ªctima hasta quitarle la vida. El crimen conmocion¨® a la sociedad del lugar, y las dos adolescentes, que debido a su edad se salvaron de la pena de muerte, fueron condenadas a cinco a?os y medio de prisi¨®n. Luego, nuestra protagonista, cuyo verdadero nombre es Juliet Hulme, lo cambi¨® por el de Anne Perry. Comenz¨® una nueva vida, se convirti¨® en escritora de novelas policiacas y se hizo famosa. Y de pronto, hace ahora cinco a?os, el estreno de una pel¨ªcula de horror y sexo, Criaturas celestiales, basada en aquel lejano suceso, puso en marcha el pasado, y desvel¨® que la escritora Anne Perry era en realidad una de las autoras del crimen. "En ese momento pens¨¦, -dice ella, a los sesenta a?os-, que todo regresaba de nuevo, que mi vida se iba a arruinar para siempre. Fue uno de los momentos peores de mi existencia". Sin embargo nada de eso ocurri¨®, recibi¨® el apoyo de cientos de personas, montones de cartas. Ella cree que fue gracias a la ayuda divina, y al sugerirle que, quizas, simplemente la gente result¨® ser m¨¢s generosa de lo que ella esperaba, insiste tajantemente: "Ha sido Dios, estoy completamente segura".Han transcurrido 45 a?os desde que el "crimen" tuvo lugar. A¨²n resulta atroz imaginar a las adolescentes matando fr¨ªamente a la madre de Pauline. El diario de ¨¦sta fue la prueba que las incrimin¨® ante la justicia. Sin embargo Anne Perry piensa que hab¨ªa muchas razones para que ella actuara como lo hizo. "Yo tomaba muchas medicinas, estaba muy enferma, y cerca de la histeria. Mis padres iniciaban su separaci¨®n y eso me hac¨ªa sufrir mucho. Lo ¨²nico que recuerdo es que en aquel momento las cosas se me estaban yendo de las manos y que me sent¨ªa obligada hacia Pauline. Ella se matar¨ªa, era mi certeza, y yo ser¨ªa la responsable de su muerte si no acced¨ªa a sus deseos. Me encontraba muy sola y carec¨ªa de la fortaleza suficiente para hacer frente a la situaci¨®n".
-?Ha vuelto a ver a Pauline?
-No, no me gustar¨ªa. Ella se port¨® muy bien conmigo, ven¨ªa a verme todos los d¨ªas mientras permanec¨ª en cama, me escrib¨ªa al hospital, pero no deseo verla. Anne Perry, o Juliet Hulme, naci¨® en Inglaterra. Su padre era profesor de matem¨¢ticas en la universidad de Cambridge. Cuando ella ten¨ªa doce a?os la familia se traslad¨® a Nueva Zelanda. Era una ni?a enferma, que acud¨ªa al colegio de vez en cuando. Eso podr¨ªa explicar que solo llegara a tener una amiga, Pauline, cuyos padres regentaban una pescader¨ªa. En el juicio sali¨® a relucir una posible relaci¨®n l¨¦sbica nunca confirmada. "Yo era una ni?a abierta, con una lengua demasiado r¨¢pida para decir todo lo que me parec¨ªa divertido o inteligente. Era una buena estudiante y quiz¨¢s por eso arrogante, imaginativa y so?adora. Claro que lo importante es c¨®mo te ven los dem¨¢s". Anne a?ade que entonces cre¨ªa ser la personalidad dominante, pero que con el tiempo ha comprendido que la dependencia puede significar poder y ahora piensa que ella permit¨ªa que Pauline ejerciera ese poder sobre ella. "Era la tiran¨ªa del d¨¦bil".
Desde hace siete a?os, Perry vive cerca de Portmahomack, un pueblo de pescadores situado a una hora en coche de Inverness, una ciudad al norte de Escocia. Es una mujer muy alta, se mueve con empaque. Est¨¢ orgullosa de su casa, un edificio escoc¨¦s restaurado, de su jard¨ªn lleno de rosas por el que dice no pasear nunca. Todo el tiempo sus respuestas y comentarios basculan entre la manifestaci¨®n de una ¨ªntima satisfacci¨®n consigo misma, y una especie de candor; como si creyera que todo lo que en este momento le rodea, o le sucede, fuera causado por un milagro. Es el mismo candor que aparece entre las l¨ªneas de su escritura, de historias sangrientas pero simples, de personajes lineales. Mantiene la misma actitud cuando hablamos del "crimen", al que nunca se refiere en esos t¨¦rminos, evitando llamar a las cosas por su nombre. Dice, "aquello", "lo que ocurri¨® entonces", "los hechos". Y parece que al mencionarlo hablara de un incidente menor. Sonr¨ªe y explica: "Oh s¨ª, desde luego, pero "aquello" se me borr¨® pocos meses despu¨¦s de que ocurriera". Como si hubiera olvidado guardar en la nevera un tarro de mermelada.
Al preguntarle c¨®mo vivi¨® sus a?os de c¨¢rcel, donde pas¨® desde los quince hasta los veinte a?os, por ejemplo, si fue algo horrible, dice que s¨ª, pero lo hace con su voz melodiosa mientras mira con sus insistentes ojos azules. Luego a?ade que lo peor de todo fue no poder tomar un ba?o en todo ese tiempo, no comer fruta fresca, no escuchar m¨²sica, pintar. Le¨ªa mucho y memorizaba durante horas en la oscuridad. ?Tal vez para no recordar? "Oh, supongo. Quiz¨¢s. Si lo que te rodea es horrible utilizas la mente para evadirte". Respecto al sentimiento de culpabilidad, comenta: "Oh, supongo que lo ten¨ªa, quiz¨¢s; sab¨ªa que hab¨ªa hecho algo malo y que deb¨ªa soportar el castigo. Pero luego dej¨¦ de pensar en ello".
-?Usted recuerda el momento del crimen?
-Oh, no ?Nadie recuerda lo que hizo a los quince a?os!
Anne Perry juega a tener completamente dominada su memoria. Por eso tarda en desvelarse el modo en que la escritora asumi¨® su pasado, supo utilizarlo, y hasta sacarle provecho. Finalmente reconoce, pero siempre hablando en t¨¦rminos generales, que es necesario estar de rodillas, completamente abajo, tirado en el suelo, diciendo me equivoqu¨¦, para empezar a superar algo terrible. A?ade la coletilla de que, en cambio, no hay que sentir pena por uno mismo, y que ella es, sobre todo, alguien que ha aprendido. "Lo contrario ser¨ªa una enorme tragedia. Yo, nunca pienso en m¨ª misma a la edad de 15 a?os, pero eso no quiere decir que me asuste verme tal como era, porque la gente tiene derecho a cambiar". Enseguida a?ade un, gracias a Dios; porque Dios sale a relucir frecuentemente a lo largo de su conversaci¨®n.
Se siente bien, entre otras cosas porque ha sabido crear un mundo propio. A una milla de su casa, vive su madre, que tiene 86 a?os, y a unos pocos metros su amiga Meg, su asistente personal desde hace 22 a?os. Y con ellas, los cuatro hijos de Meg y los veinte gatos que re¨²nen entre ambas. Anne y Meg se conocieron en una iglesia mormona. Hoy los hijos de Meg consideran a Anne como una segunda madre. Meg lee sus manucristos, que escribe siempre a mano, sentada en un sill¨®n, pero s¨®lo hace ocho a?os que la escritora puede pagarle por este servicio. Ahora las dos se r¨ªen de los tiempos de penuria econ¨®mica cuando apenas ten¨ªan dinero para sobrevivir. Ahora Anne Perry es una mujer rica, que puede permitirse el lujo de ser generosa con los hijos de Meg, lo que comenta llena de orgullo; uno de ellos, Simon, es su jardinero, y la que es su esposa, pasa a m¨¢quina las p¨¢ginas que Anne escribe con letra menuda seis d¨ªas a la semana y desde las nueve de la ma?ana a las seis de la tarde.
Pero antes, entre los veinte y los treinta a?os, la vida de Anne Perry, no fue nada f¨¢cil. Al salir de la c¨¢rcel fue a la universidad, donde estudi¨® historia, y luego vag¨® por trabajos diversos; fue secretaria, recepcionista, empleada en una compa?¨ªa de seguros y hasta en una empresa de limusinas en Hollywood. Y todo el tiempo cargando con su nombre falso. "Mire, dice con su c¨¢lida sonrisa, alguien s¨ª sab¨ªa qui¨¦n era yo. No tuve m¨¢s remedio que dec¨ªrselo a las autoridades norteamericanas para obtener mi visado de entrada en aquel pa¨ªs".
"Realmente han pasado cuarenta a?os desde entonces, el mundo ha cambiado y tambi¨¦n mi vida. Cuarenta a?os es mucho tiempo".
Su vida, parece construida a base de saltos mortales, el primero de los cuales es, sin duda, el crimen. Pero muchos a?os m¨¢s tarde, otro acontecimiento marcar¨ªa su existencia. Viv¨ªa en Estados Unidos, el d¨ªa que entr¨® en la Iglesia de Jesucristo y los Santos del ?ltimo D¨ªa. Entonces se convirti¨®; se hizo mormona. Explica la naturaleza de su fe y se hace evidente la importancia que ¨¦sta tuvo para Anne Perry. "La mayor¨ªa de las religiones", -dice-, "parten del pecado original, de la p¨¦rdida de la inocencia del hombre, y todas persiguen recuperar esa inocencia, volver al para¨ªso. Los mormones, en cambio, creemos que el hombre no perdi¨® la inocencia, que es inocente y pecador inexorablemente. Lo importante es seguir adelante con la experiencia que cada uno ha tenido, con lo bueno y lo malo. Los mormones aceptamos a las personas tal como son, por muy espantosos que sean los pecados que han cometido".
Anne Perry se agarr¨® a la fe mormona, la herramienta que necesitaba para seguir adelante. "Si", reconoce, "es absolutamente cierto. Y tambi¨¦n me proporcion¨® una red de amigos que me comprenden y me aceptan tal como soy". En ese peque?o mundo que se ha construido en la costa escocesa, cuenta con la cercan¨ªa de una comunidad mormona. Los gatos de Anne, y los de Meg, entran y salen, corretean por el jard¨ªn y la casa. El sal¨®n principal es enorme, est¨¢ casi vac¨ªo. S¨®lo el dormitorio parece una habitaci¨®n vivida, y el estudio donde trabaja. Situado en la parte m¨¢s alta de la casa, por su gran ventanal se ve la de Meg, y el bosque de ¨¢rboles enormes y rododendros salvajes que tapizan el paraje. En ese estudio escribe sus novelas ambientadas en la ¨¦poca victoriana; un momento hist¨®rico que le permite prescindir de conocimientos forenses para elaborar sus historias. No le interesan las huellas digitales, o los modernos m¨¦todos cient¨ªficos de investigaci¨®n polic¨ªaca. Lo que le importa es la gente, y por tanto los personajes. "Ellos conocen la naturaleza humana y act¨²an guiados por el sentido com¨²n".
En la comida, al preguntarle por qu¨¦ comienza siempre sus novelas con el relato de un crimen, aclara que es para agarrar la atenci¨®n del lector, porque si no lo consigues en las dos primeras p¨¢ginas, lo habr¨¢s perdido para siempre.
Llegados a este punto de la conversaci¨®n, al preguntarle porqu¨¦ empez¨® a escribir policiacas, dice que su padrastro le contaba la historia de Jack el Destripador. Insist¨ªa en que aquel asesino pod¨ªa ser cualquier persona, que iba bien emboscado bajo una identidad normal y corriente, que quiz¨¢s un d¨ªa alguien se iba a llevar una gran sorpresa al descubrir qui¨¦n era. "Eso me di¨® la idea de escribir historias terribles protagonizadas por personas que est¨¢n cerca de nosotros, y que no son como pensamos. Porque todo el mundo guarda algo en su interior que no quiere que se conozca; cosas de las que se averguenza".
-?Habla por propia experiencia?
-Oh, s¨ª, supongo que s¨ª. El caso es que desde que escribi¨® su primera novela polic¨ªaca, Crimenes en Carter Street, fue aceptada de immediato. Le pagaron 3.000 libras de las de 1976 y desde entonces no ha parado de publicar. Escribe un libro al a?o, ahora dos, desde que ha creado una nueva serie protagonizada por un polic¨ªa.
A medida que sus obras aparec¨ªan en el mercado, el nombre de Anne sub¨ªa como la espuma. Primero fue superventas en Estados Unidos y en su pa¨ªs, luego en Francia, ahora crecen sin parar sus lectores espa?oles. Sus historias atraen a la gente. Tanto como las de su compatriota Agatha Christie, con quien no le gusta que la comparen porque "Christie plantea unas tramas m¨¢s inteligentes, m¨¢s complicadas, pero eso no es lo que a m¨ª me interesa, que es explorar en el interior de los personajes". En cuanto a Patricia Highsmith, piensa que es demasiado pesimista y negativa. "Yo soy optimista respecto al genero humano. Por eso me identifico con Pitt, uno de mis personajes preferidos, que es un polic¨ªa comprensivo con las flaquezas humanas, tolerante".
Dice que el pasado le ha ense?ado que las cosas no son blancas o negras, y a no juzgar demasiado r¨¢pido a los dem¨¢s. Para explicarse mejor, recurre a un ejemplo: "Como tengo un acento educado, cultivado, mucha gente me ha dicho que tuve suerte de haber tenido oportunidades para educarme. Luego se sorprenden, al conocer mi pasado, y darse cuenta de que todo cuanto tengo me lo he ganado a pulso".
-?Por eso, por el aprendizaje, no renunciar¨ªa a nada de lo que ha vivido?
-Cambiar¨ªa lo que hice, "aquello"; pero no la experiencia que me ha hecho ser como soy, las ense?anzas que aquello me proporcion¨®. Los cr¨ªmenes que narra en sus novelas son sangrientos, espantosos. Ella se muestra de acuerdo con esta opini¨®n, pero quiere puntualizar. "Porque si se mira con detenimiento" -dice-, "se ver¨¢ que en mis argumentos ninguna persona muere de forma lenta y dolorosa; si hay detalles escabrosos, como mutilaciones, siempre han sucedido tras la muerte de la v¨ªctima. Si hay un envenamiento, ¨¦ste muere mientras duerme. Es decir, la muerte siempre es r¨¢pida".
Hablamos de una de sus historias, donde varios hombres, tras ser asesinados, son mutilados salvajemente, cort¨¢ndoles los genitales. Ella interrumpe para decir: "No puedo decir que estuviera bien lo que hicieron esas chicas, las asesinas, pero, es comprensible. Ellas matan movidas por la ira de la justicia".
Perry piensa que cuando alguien comete un asesinato, suele hacerlo, b¨¢sicamente, por dos motivos; por miedo, y por carecer del tiempo suficiente para juzgar mejor la situaci¨®n. Pero a veces tambi¨¦n se mata por un sentido de la justicia, por la ira que produce la injusticia. Y por avaricia, un motivo muy poco atractivo para la escritora; o por celos, un motivo poco interesante. Piensa que en sus argumentos, normalmente hay una mezcla de varias razones, y siempre huye de la locura como motivaci¨®n, porque no es buena a nivel dram¨¢tico. "En mis historia se mata fundamentalmente por miedo, o por ira, y el temor puede ser por uno mismo o por otra persona. Y en esos casos, el asesino cuenta a menudo con mi comprensi¨®n. Si alguien tiene miedo, est¨¢ entre las cuerdas y no encuentra salida, uno puede entender que se llegue a matar". En una de sus historias, una mujer asesina a su marido porque est¨¢ abusando de sus hijos de forma regular y no encuentra otro medio para acabar con la situaci¨®n. Perry pregunta: "?No cree que cualquiera puede ponerse en el lugar de esa mujer? Lo que intento con mis libros es que todos comprendamos que una persona, en ciertas circunstancias, puede llegar a esos extremos, y que eso nos haga pensar dos veces antes de juzgar a los dem¨¢s".
En su opini¨®n, todo escritor lleva a sus textos lo mejor y lo peor de s¨ª mismo. Nadie puede narrar una historia realmente fuerte sin haber vivido algo igualmente fuerte. As¨ª que, dado que Perry es una persona que sabe de tragedia y muerte, est¨¢ capacitada para inventar esa clase de argumentos. Verdaderamente, ha logrado convertir la m¨¢s terrible experiencia de su vida en algo positivo y muy rentable, lo que no deja de ser fascinante. Adem¨¢s, el descubrimiento de su verdadera identidad, un secreto cuidadosamente guardado, le ha permitido iniciar una nueva vida. Perry, por fin, puede decir quien es y vivir en paz.
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