El se?or Tenorio
No queda otro remedio que dedicar la columna de hoy a ese hondo personaje que ha movido a tantas plumas literarias en torno a su fascinante identidad. El origen hist¨®rico de la estirpe se pierde en la confusa Edad Media, que nos da, a mediados del siglo XIII, la primera noticia del caballero siciliano Alfonso Tenorio. Cas¨® con una dama de la nobleza romana, y de los tres hijos varones, uno pas¨® a Espa?a y se estableci¨® en Sevilla; Pedro Tenorio, descendiente, fue maestresala y copero mayor de don Pedro, el Cruel. Otro, Jofre Tenorio, almirante de Castilla, pele¨® contra la flota musulmana en aguas de Gibraltar y derrot¨® a la armada portuguesa, mandada por el genov¨¦s Manuel Pezano. En los ej¨¦rcitos espa?oles siempre figuraron excelentes guerreros de otras tierras; eran como los futbolistas brasile?os en la Primera Divisi¨®n.El nuestro, el fet¨¦n, el campe¨®n, fue siempre Don Juan Tenorio, que aparece en carne mortal como perteneciente a una de las veinticuatro familias que formaron el sedimento de la Sevilla imperial. Las historias dicen que, en efecto, mat¨® a espada al comendador Ulloa, a quien los franciscanos enterraron en su convento, como dignatario de la Orden de Calatrava que era. Aquel don Juan ten¨ªa fuero, por su linaje, que le pon¨ªa lejos de los tribunales ordinarios; por ello, los vengativos frailes le atrajeron al huerto y all¨ª le asesinaron, poniendo en circulaci¨®n la especie de que se hab¨ªa llegado hasta la tumba del pr¨®cer para insultarle, encima. Y que la estatua del ofendido le tom¨® de la mano para precipitarle en los infiernos. Ah¨ª estaba el bonito argumento de un episodio de Expediente X.
Varios autores pusieron la mano encima, aunque quiz¨¢ resulta Tirso de Molina el m¨¢s afortunado, al titular la tenebrosa f¨¢bula El burlador de Sevilla, o el convidado de piedra. De aqu¨ª salt¨® a Italia, origen del apellido, con varias versiones; pasa a Francia, y del asunto se apodera Moli¨¨re. La adaptaci¨®n es chusca: Le festin de Pierre; cualquier traductor literal lo habr¨ªa llamado El banquete de Pedro, aunque tambi¨¦n de Piedra, que viene a ser igual. Corneille y Dumesnil tratan el tema, introducido en Inglaterra con El libertino, de Sadwell, y se sublima con el poema que al burlador dedica Byron. No deja Italia, donde sale, de la pluma de Goldoni, un Giovanni Tenorio o el disoluto castigado.
De plagiario en plagiario, llegamos a 1787, cuando Lorenzo da Ponte toma el argumento directamente de la comedia de Antonio Zamora para elaborar el texto de la genial ¨®pera Don Juan, de Mozart. (Por cierto, a causa de una inexplicable aberraci¨®n y desidia, hace unas semanas convert¨ª a don Alejandro Dumas en libretista de la Carmen de Bizet, por lo que presento mis excusas, cuando los autores de la fechor¨ªa fueron los se?ores Meilhac y Hal¨¦vy, que fusilaron la novela de don Pr¨®spero M¨¦rim¨¦e, quien, por cierto, se ocup¨® del Tenorio con otro t¨ªtulo: Las ¨¢nimas del purgatorio o los dos Don Juan). El propio Dumas moj¨® en el tema, convertido en Don Juan de Ma?ara, o la ca¨ªda de un ¨¢ngel.
Rescatemos, aunque s¨®lo sea en nombre de la nostalgia, el magistral y ripioso Tenorio de Zorrilla, que fue piedra de toque para el mundo de la far¨¢ndula, a partir de su estreno y hasta hace poco, quiz¨¢ diez o quince a?os. Ha desaparecido del repertorio de las compa?¨ªas teatrales, y me temo que de la memoria de los actores j¨®venes. Fuera de las candilejas hubo mucha gente capaz de recitar tiras del Tenorio, retenidas por la enorme fuerza que poseen las cosas que, por la causa que sea, calan hondo. En esta obra pasa de todo, tiene argumento, romance, acci¨®n, suspense, violencia, ternura y un final casi imprevisto, en el que, con ¨¢gil pirueta teol¨®gica, el autor salva el alma del playboy con un recurso digno del sorprendente mago moderno Copperfield. Con Don Juan ha enredado casi todo el mundo e incluso le motej¨® de amadamado e impotente el doctor Mara?¨®n. El burlador confiesa, en la pen¨²ltima escena de su edad: "lmposible en un momento / borrar treinta a?os malditos...". O sea, el ¨¢pice de sus fulgurantes correr¨ªas estuvo en los veintitantos a?os, y a tal edad se es capaz de todo, sin precisi¨®n de excitantes ni Viagras. Un afectuoso saludo, dondequiera que se halle, se?or Tenorio.
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