El sargento desenfund¨® el m¨®vil
La pistola semiautom¨¢tica Luger CZ-75, 9 mil¨ªmetros Parabellum, propiedad particular de Juan Carlos Miravete, fue la protagonista de la primera jornada del juicio. El sargento se explay¨® sobre sus caracter¨ªsticas t¨¦cnicas y su triple sistema de seguros que no evit¨®, sin embargo, la muerte del cabo Samuel Ferrer.
Seg¨²n su propio testimonio, Miravete llevaba siempre una bala en la rec¨¢mara por miedo a ser objeto de un atentado de ETA incluso dentro del propio acuartelamiento.
El abogado de la acusaci¨®n particular y de la Oficina del Defensor del Soldado, Alberto P¨¦rez, no ocult¨® su incredulidad al comparar las lagunas de memoria de Miravete sobre aspectos sustanciales del caso con la minuciosa descripci¨®n de sus manipulaciones del arma. "Lo hago de modo autom¨¢tico y reflejo", se justific¨® ¨¦ste.
El presidente del tribunal orden¨® que acercaran la pistola al acusado para que la reconociera, no sin antes asegurarse de que estaba "perfectamente descargada".
Pero no bast¨® con ello. La nueva versi¨®n de Miravete, quien dijo que apret¨® inadvertidamente el gatillo al agarrar la pistola para evitar que cayese al suelo cuando se la entregaba en mano a su v¨ªctima, oblig¨® a realizar una reconstrucci¨®n simulada con ayuda de uno de los polic¨ªas militares que lo custodiaban.
El presidente se dirigi¨® al p¨²blico, donde hab¨ªa cuatro miembros de las Fuerzas de Seguridad, y reclam¨® la ayuda de un experto para comprobar que el arma no representaba ning¨²n peligro en manos del acusado. Ante el silencio del auditorio, no quiso correr riesgos e introdujo una variaci¨®n en la prueba: en vez de la pistola, se emple¨® un tel¨¦fono m¨®vil. No fue exactamente lo mismo.
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