"Hab¨ªa o¨ªdo hablar de los pisos pero nunca piensas que te tocar¨¢"
Lola (nombre ficticio) tiene 52 a?os y Ana (tambi¨¦n ficticio), 37 y tres hijos. No se conocen, pero a ambas les une la misma experiencia de maltrato dom¨¦stico. Lola, desde el 1 de enero de este a?o, y Ana, desde hace un mes, viven en una de las seis casas de acogida de las que dispone el Ayuntamiento de Bilbao. Lola recibe a EL PA?S en ese hogar sustituto con relativa tranquilidad. Para la seguridad de estas mujeres es vital que nadie sepa la localizaci¨®n de los pisos de acogida. Pero Lola quiere contar su historia para que otras mujeres no aguanten lo que ella; que sepan que existe una salida, dur¨ªsima, pero posible. El piso es amplio, nuevo y muy limpio. En la habitaci¨®n de Lola hay una litera con edredones a juego, una mesa de estudio de madera clara y un armario empotrado. Exactamente igual que las otras dos del piso, que desde hace poco ocupan otras dos mujeres. En el sal¨®n, dos sof¨¢s, un mueble estanter¨ªa de madera oscura donde se guardan algunas piezas de vajilla y donde est¨¢ colocado el televisor, y una mesa de comedor abatible con seis sillas. Todo nuevo, todo de buen gusto, todo impersonal. Nada hay en ese piso que huela a Lola, que la refleje. Ni siquiera las fotograf¨ªas de sus dos hijos, ya mayores y emancipados, distinguen el cuarto de Lola de los de sus compa?eras de piso. Ellas est¨¢n de paso. No es su casa, aunque sea un refugio. No quieren echar ra¨ªces. As¨ª parece que su marcha est¨¢ m¨¢s cerca. La historia de Lola est¨¢ llena de malos tratos ps¨ªquicos, de desconcierto, de terror y de l¨¢grimas. Ni una sola vez sale de sus labios el nombre de su marido, su maltratador. Lola no pudo evitar que a lo largo de la entrevista, durante la cual no ha dejado de esbozar una sonrisa, se le llenaran los ojos de l¨¢grimas. Sus palabras no necesitan m¨¢s comentario. "Miedo atroz" "Sal¨ª de mi casa el 1 de enero. La Nochevieja fue un rollo terrible, terrible. Tuve que llamar a la Ertzaintza y ellos me aconsejaron que me fuera, por mi seguridad. Nunca he tenido malos tratos f¨ªsicos, s¨®lo ps¨ªquicos, y ¨¦sos son muy dif¨ªciles de explicar. ?l dec¨ªa que yo estaba loca. No se pod¨ªa demostrar. Me amenazaba de muerte. Pero lo dec¨ªa bajito, acerc¨¢ndose a mi o¨ªdo. Yo ten¨ªa un miedo atroz. Estuvimos varios a?os de novios y luego toda la vida de casada, m¨¢s de 25 a?os. ?l trabaja por su cuenta, pero la escasez de trabajo hac¨ªa que lo que ganaba no fuera suficiente. Poco a poco no lo fue ni para nosotros ni para ¨¦l. Se lo gastaba en juego, en salir, alternar, beber. Siempre tuvo una forma de vida muy independiente" Lola se considera como la madre y padre de sus hijos. "?l me insultaba y me amenazaba. Cada d¨ªa iba a m¨¢s. Ten¨ªa que haberlo visto antes, pero tienes dos hijos muy seguidos y te vuelcas en su cuidado. No ves en las amenazas peque?as lo que va a venir. Siempre es su dinero, su sueldo, su comida, su casa, y te lo restriega continuamente. Tuve hace tiempo otra tentativa de irme. Ten¨ªa incluso un testigo que hab¨ªa o¨ªdo los insultos y las amenazas. Los municipales, con la excusa de que no cumpl¨ªa la normativa, le requisaron una escopeta que ten¨ªa. Pero me dijeron que quiz¨¢ era un mal paso, y me aconsejaron que volviera con ¨¦l. La segunda vez no lo dud¨¦. Tem¨ª por mi vida y por la de mi madre, de 90 a?os, que viv¨ªa conmigo. La Ertzaintza me trat¨® de maravilla. Fueron amables y delicados. Me aconsejaron ir al Ayuntamiento, a solicitar un piso de acogida. Yo hab¨ªa o¨ªdo hablar de los pisos pero lo ves como algo de pel¨ªcula, que no te va a tocar a ti. Es tan distinto lo que piensas de lo que es... Te vienes aqu¨ª con la bolsita, con lo poco que has podido sacar, con las dos bragas, como digo yo". Confiesa que durante meses sal¨ªa por el portal mirando para atr¨¢s, "pero lo peor era la entrada al piso, eso ha sido dur¨ªsimo". "La vida entera se te cae encima. Y esta soledad... Es tan injusto que ¨¦l se quede en casa y yo me tenga que ir. Te sientes como si tu fueras la culpable y no la v¨ªctima. Pero yo he tenido mucha suerte. Desde que ¨¦l empez¨® a gastarse el dinero por ah¨ª me busqu¨¦ un trabajo, y eso me ha salvado. Trabajo cara al p¨²blico y eso es mi vida. All¨ª soy completamente feliz. Pienso en mujeres que no tienen trabajo, que se deciden a irse y se encuentran con esta soledad. Eso les lleva a regresar otra vez al maltrato. Yo no. Cuando di este paso era para no volver". Tr¨¢mites lentos "La situaci¨®n -prosigue- no cambia por muchos lloros y perdones que oigas. Si lo denuncias tienes que seguir adelante. Lo peor es que los tr¨¢mites de separaci¨®n van muy lentos. No veo el momento en que todo se arregle y pueda salir de aqu¨ª. Aunque este piso est¨¢ muy bien, siempre tengo presente que es una vivienda provisional. Tambi¨¦n estoy yendo a un gabinete psicol¨®gico. Te levantan la moral. Y yo que antes pensaba que eso de los psic¨®logos era para locos... He encontrado mucho respaldo, incluso en su familia. Al venir al piso de acogida perd¨ª muchos kilos, no dorm¨ªa nada, no me apetec¨ªa cuidarme. Poco a poco eso pas¨®; todo pasa. No pienso en otra relaci¨®n ni loca, pero no he generado una fobia hacia los hombres. Hay personas que son buenas". Ana ha vivido otras circunstancias. Quiz¨¢ se podr¨ªa decir que ella est¨¢ curada de espanto. No le dio tiempo ni a sorprenderse de que su primer marido la pegara: empez¨® a los seis meses de casados. Ten¨ªa 16 a?os y hac¨ªa poco que hab¨ªa dado a luz a su primer hijo, que ahora tiene 20 a?os. Tard¨® tres a?os en marcharse de casa y volver con sus padres tras ser golpeada brutalmente de continuo, "incluso con una mesa", y de que hubiera d¨ªas en que no pod¨ªa salir de casa por el estado de su cara. "Yo llevo lentillas y hasta una vez me las rompi¨® dentro del ojo", recuerda. Cuando se fue lo hizo con otro reci¨¦n nacido, su segundo hijo, una ni?a. Ana pens¨® que se hab¨ªa acabado su sufrimiento. Hace tres meses busc¨® refugio en el Servicio de la Mujer del Ayuntamiento de Bilbao, que le enviaron a una casa de acogida. Esta vez, su segunda pareja no hab¨ªa llegado a pegarla. A¨²n. "Me amenazaba a m¨ª y a mis hijos. Perd¨ª muchos kilos y estaba en un estado perpetuo de ansiedad, muy nerviosa. Nos echaba de casa durante d¨ªas y mi hijo el mayor se iba a dormir con un amigo, la ni?a con una amiga, y el peque?o y yo en casa de una vecina". Ahora tiene una casa a la que ir, pero busca el lugar definitivo para ella y sus hijos. "Son lo mejor de mi vida. Nunca, nunca volver¨¦ a vivir con otro hombre", asegura.
?Las puertas del cielo?
"La mujer que es v¨ªctima de maltrato tiene tan baja la autoestima que piensa que lo merece y eso le dificulta bastante a la hora de tomar la resoluci¨®n de acabar con ese maltrato", afirma Maite Mateos, una de las tres asistentes sociales del Ayuntamiento de Bilbao que se encargan del tema del maltrato. Ella, Pilar Etxebarria y Miren Uribe atienden y asesoran a las v¨ªctimas de malos tratos de las salidas existentes, as¨ª como de su posible acogimiento en pisos hasta que su situaci¨®n legal se resuelva. Adem¨¢s, ellas gestionan la prestaci¨®n del salario m¨ªnimo (41.500 pesetas) hasta que encuentre trabajo y el asesoramiento psicol¨®gico y legal. En el Pa¨ªs Vasco hay un total de 36 pisos de acogida, gestionados a trav¨¦s de las diputaciones y los correspondientes ayuntamientos. De ellos, 10 est¨¢n en ?lava (nueve en Vitoria); 12 en Vizcaya (ocho en Bilbao), y 14 en Guip¨²zcoa (seis en San Sebasti¨¢n). "La mujer tiene que venir por iniciativa propia o derivada, pero es ella la que tiene que venir a demandar el servicio. Nosotras no intervenimos aunque tengamos conocimiento de la situaci¨®n de maltrato", comenta Etxebarria. "La cobertura de las casas de acogida se da mientras que la situaci¨®n legal no est¨¢ regulada", dice Maite Mateos. "Los juzgados tardan mucho en resolver la situaci¨®n de estas mujeres". Cuando a la mujer se le concede el uso de la vivienda, que es lo m¨¢s habitual, se da por finalizada la acogida y ella vuelve a casa. En 1997, se acogieron en Bilbao a 19 mujeres con sus respectivos hijos e hijas, lo que result¨® un total de 45 personas. Esta cifra incluye tambi¨¦n a otros centros no municipales. El gasto de la acogida en una residencia de una mujer y sus hijos es de 549.435 pesetas. Teniendo en cuenta que s¨®lo se denuncian entre un 10% y un 30% de los casos, en 1997 en el Pa¨ªs Vasco, se conocieron 1.239 agresiones, de las cuales 287 eran de ¨ªndole sexual y 952 de maltrato f¨ªsico y/o ps¨ªquico, seg¨²n un informe de Emakunde de febrero de este a?o sobre la violencia contra las mujeres. Las tres asistentes sociales no quieren que se extienda la idea de que irse del infierno del maltrato abre las puertas del cielo. "Tienen otra dur¨ªsima tarea por delante: reestructurar toda su forma de vida y su concepci¨®n misma de la existencia, de ella y de sus criaturas", comenta Uribe. Seg¨²n datos de Emakunde, m¨¢s de un 60% de las mujeres que acuden a los centros de acogida vuelve con sus maridos y a la situaci¨®n de malos tratos. Las asistentes sociales saben que quien pega una vez, repite. Acusan a la justicia de ser poco expeditiva al castigar al maltratador y solicitan que se contemple a ¨¦ste como un acosador. "Habr¨ªa que hablar m¨¢s de maltratadores y menos de las v¨ªctimas", concluye Mateos.
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