Beloki rompe la final a pelotazos Eugi s¨®lo opuso una gran defensa, pero perdi¨® la iniciativa del partido
Al final se impuso el esp¨ªritu m¨¢s clasicista de la pelota, aqu¨¦l que impone el poder¨ªo en la pegada por encima de asuntos mas circunstanciales, como la sabidur¨ªa o la imaginaci¨®n, nada desde?ables en un juego que no suele admitir segundas oportunidades. Ruben Beloki no complic¨® su lectura del partido (salvo en los tantos iniciales) y arremeti¨® contra Eugi sin demasiadas concesiones a la galer¨ªa. Eugi pudo responder con una notable defensa de volea, pero nunca alcanz¨® la iniciativa del partido. El saque y el golpe decidieron una final m¨¢s emotiva que disputada. A Beloki le cost¨® entrar en el partido. Los cuatro primeros tantos resultaron decepcionantes para el pelotari de Burlada, a pesar de contar con el saque incial. Ni le hab¨ªa cogido el bote a la pelota y parec¨ªa animado a combinar sus dos elementos fundamentales: el golpe y la dejada. Eugi no enga?¨®: desde el principio pretend¨ªa jugar un partido al m¨¢s viejo estilo del intercambio de golpes y olvidando cualquier frivolidad entre las chapas. Su estrategia resisti¨® medio partido. A medida que a Beloki le iba entrando el saque, Eugi dejaba media vida en la respuesta y en el c¨¢lculo de las malas intenciones de Beloki, que ya hab¨ªa superado con el empate a cuatro los problemas psicol¨®gicos de un arranque tan decepcionante. Ambos pelotaris combinaron aciertos gloriosos con errores imperdonables. Beloki tropezaba con el colch¨®n y Eugi con las escapadas imprevisibles. Sin embargo, en ambos costados de actitud, el partido se manten¨ªa m¨¢s vivo de lo que pudiera parecer de atenderse al poder¨ªo de pegada de Beloki, contrarrestado con el agilidad y la disposici¨®n de Eugi en la volea defensiva. Como en todos los deportes, y m¨¢s en los individuales, hay momentos circunstanciales que determinan un partido. El empate a nueve result¨® m¨¢s definitivo de lo que a priori pudiera parecer. Eugi cometi¨® un error en una volea inncesaria y la consecuencia fueron cuatro tantos consecutivos de Beloki de saque, de los siete que obtuvo en el conjunto del partido. Incluso Eugi se retir¨® a vestuarios recelando de un posible problema en su mano derecha. No fueron tantos l¨®gicos de saque: s¨ª violentos, pero cortos, a los que Eugi fue incapaz de responder con mediana soltura. Eugi es de la cuerda an¨ªmica de Retegi, dif¨ªcil de quebrar en su ¨¢nimo, por m¨¢s que el partido ten¨ªa el latido intratable de Beloki en cada intercambio. El navarro de A¨®iz parec¨ªa rehacersee m¨¢s por los errores del de Burlada. Superado el trance, Beloki recobr¨® todo el poder¨ªo majestuoso de su golpe, que s¨®lo permiti¨® a Eugi exhibir una capacidad de respuesta envidiable en actitud y t¨¦cnica, pero a cambio de manifestar una incapacidad total de recuperar la iniciativa del encuentro. Beloki alcanz¨® el cart¨®n 17 en un nuevo error imperdonable de Eugi cuando ten¨ªa dominado a su adversario tras una dejada al ancho, una de las pocas delicadezas de Eugi con su condici¨®n de delantero. Y el partido concluy¨® con una exhibici¨®n absoluta de Beloki en el manejo violento de la pelota. El zaguero de Burlada renunci¨® a toda concesi¨®n y confi¨® el duelo a sus vigorosas manos, que fueron procur¨¢ndole los tantos al amparo de un saque envidiable y una seguridad absoluta en el control de la pelota. Curiosamente, un partido clasicista, jugado a bote, en el que cada pelotari midi¨® sus capacidad para responder cada vez con m¨¢s violencia a la pelota y puso a pueba su capacidad de sufrimiento, concluy¨® con dos detalles interesantes y m¨¢s propios de la ma?a que de la fuerza. Beloki quiso concluir -el cart¨®n 21 ya en el marcador- con una delicadeza de delantero avispado. Y err¨®. Eugi alcanz¨® su decimotercer tanto con un dos paredes inteligente que le rescataba de su lucha tit¨¢nica con la pelota. Sin embargo, el final absoluto del encuentro resumi¨® en buena medida la personalidad del partido. Eugi cometi¨® el en¨¦simo error y Beloki alz¨® los brazos. En realidad la final no tuvo color aunque, a cambio, ofert¨® un tiempo de esperanza hasta los momentos definitivos. Eugi quiso jugar sin concesiones, sin ejercer de imagintaivo pelotari, y perdi¨® el control del tanto. Baloki exhibi¨® lo que se presupon¨ªa, su fuerza y su pegada, que le han convertido en el pelotari m¨¢s temible del cuadro.
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