Gimferrer y yo
Pedro Gimferrer form¨® parte de aquella antolog¨ªa hist¨®rica de Castellet, Los nueve nov¨ªsimos; yo tambi¨¦n. Pedro Gimferrer ha ganado el Premio Nacional de las Letras Espa?olas; yo tambi¨¦n, en 1995. Pedro Gimferrer luce una torturada melena de paje; yo no. A Pedro Gimferrer le gusta comer cosas hervidas; a m¨ª no. Cre¨ªa terminado el censo de encuentros y desencuentros con Gimferrer, pero recuerdo ahora que el editor Batll¨® financi¨® la edici¨®n en 1967 de mi primer libro de poemas, Una educaci¨®n sentimental, gracias a la parte que percibi¨® del premio nacional de poes¨ªa ganado por el casi adolescente Gimferrer mediante Arde el mar. M¨¢s cosas. En cierta ocasi¨®n, cuando ¨¦ramos muy j¨®venes, Gimferrer se me present¨®, con cierto aspecto de ped¨®filo ilustrado, con una ni?a bajo el brazo; se llamaba Ana Mar¨ªa Moix e iba vestida de cortina. Me pidi¨® un pr¨®logo para el primer libro de poemas de Ana Mar¨ªa y tuve la desfachatez de escrib¨ªrselo.Ahora las vivencias compartidas se me amontonan. Cuando se rumoreaba que Gimferrer iba para acad¨¦mico le promet¨ª una columna elogiosa en EL PA?S; me lo agradeci¨®, pero a continuaci¨®n me pidi¨® que no la publicara porque los acad¨¦micos eran muy de derechas y pod¨ªa ser el m¨ªo un elogio contraproducente. Aplac¨¦ la columna hasta que lo nombraran acad¨¦mico y entonces m¨¢s o menos dije que era mi acad¨¦mico preferido, sin que pueda recordar, por m¨¢s que me esfuerce, si lo dec¨ªa sinceramente o como una demostraci¨®n de cortes¨ªa entre paisanos y ex nov¨ªsimos. Dentro del grupo de los nov¨ªsimos represent¨¢bamos las tendencias m¨¢s opuestas y gan¨® la suya, dominante canon est¨¦tico de la poes¨ªa espa?ola durante m¨¢s de 20 a?os; pero en su ausencia, porque Gimferrer se pas¨® a la poes¨ªa catalana para continuar la tradici¨®n culterana posnoucentista y convertirse en el eslab¨®n perdido entre Carles Riba y el Premio Nobel. Recuerdo que antes de hacerse el trasplante idiom¨¢tico, Pedro escribi¨® algunos poemas en franc¨¦s que me ense?¨®, porque lo que consideraba agotada era su relaci¨®n con el castellano como masa verbal poetizable. Fue en torno a esta conversaci¨®n cuando adivinamos que ten¨ªamos una percepci¨®n casi enfrentada sobre la dedicaci¨®n literaria, para Gimferrer un culto lleno de medidas, para m¨ª una pulsi¨®n cargada de mandatos espurios.
Es leyenda que Gimferrer se carteaba con Octavio Paz desde poco despu¨¦s de tomar la Primera Comuni¨®n, como es leyenda que el joven Francisco Rico as¨ª que tuvo uso de raz¨®n se carteaba con Men¨¦ndez Pidal o adyacentes. Les conozco a los dos desde que nacieron. Los he tenido sobre mis rodillas, metaf¨®ricamente, conozco, pues, el peso metaf¨®rico total de su talento y por eso me alegran sus ¨¦xitos y los que vendr¨¢n, porque Gimferrer ha accedido a la condici¨®n de emblema de una cultura po¨¦tica nacional. Es algo m¨¢s que un poeta. Es el guardi¨¢n del patrimonio de las palabras, as¨ª en la Academia como en el lugar secreto donde la palabra urde un nuevo orden del mundo, la poes¨ªa como Teolog¨ªa del Verbo. Dionisio Areopagita dixit: "S¨®lo el Verbo superesencial asume para nosotros nuestra propia sustancia de modo entero y verdadero".
Babelia
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