Un activista de los a?os setenta decidir¨¢ la suerte del general
Jack Straw, el ministro brit¨¢nico del Interior y el hombre en cuyas manos ha ca¨ªdo accidentalmente el destino del ex dictador chileno Augusto Pinochet, ya no lleva melena, viste trajes conservadores de esos a rayas y dif¨ªcilmente se le podr¨ªa hoy asociar a ese grupo de izquierdistas ingleses de los a?os sesenta que ped¨ªan a gritos en las calles un cambio.Este hombre afable y canoso debe ahora decidir si Pinochet va a parar ante un tribunal espa?ol o si sucumbe ante los argumentos que, invocando razones humanitarias, aconsejan que se deje al general morir en paz en su tierra.
Straw se convirti¨® el mi¨¦rcoles en el ¨¢rbitro final de este drama jur¨ªdico que se complica con las horas. Amigo ¨ªntimo y brazo derecho del primer ministro laborista, Tony Blair, Jack Straw ya no responde f¨ªsicamente a aquella imagen de hippie que cultiv¨® en su juventud uni¨¦ndose a las manifestaciones contra la guerra de Vietnam, los derechos humanos y el antiimperialismo estadounidense.
Hoy da el aspecto de un funcionario eficiente y la determinaci¨®n de su campa?a de "Tolerancia Cero" frente al crimen y al uso de las drogas (que se sepa, Straw, a pesar de la melena y las camisetas con mensajes pol¨ªticos jam¨¢s se fum¨® un porro) hace suponer que se ajustar¨¢ fielmente a lo que la ley ha dictado: Pinochet no goza de inmunidad y, por lo tanto, su destino inmediato deber¨¢ ser un tribunal para que sea juzgado por genocidio, tortura, terrorismo y la desaparici¨®n de personas.
Straw no dio ayer la menor se?al de cu¨¢l va a ser su actitud en los pr¨®ximos d¨ªas. Blair ha descargado la responsabilidad del Gobierno laborista sobre sus hombros y, como dec¨ªan ayer numerosos editoriales, ha quedado en la posici¨®n m¨¢s inc¨®moda del mundo pol¨ªtico brit¨¢nico. Apodado Jacko el Huno, su figura era sumamente familiar para los que iban a las bibliotecas a por libros de Marx, Engels y Trotsky.
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