Y volver, volver,
MAT?AS M?GICA Vooolver, arrastrando la vocal, poniendo voz de mejicano, echando el resto. No s¨¦ qu¨¦ tiene esta canci¨®n que salta a la menor ocasi¨®n en cualquier esquina; es el sentid¨ªsimo corrido de los que quieren regresar, regresar adonde sea, a tus brazos otra vez, a casa o, las m¨¢s de las veces, al sosiego amni¨®tico de un vientre muy contra tu voluntad abandonado. Todo el mundo, en el fondo, quiere volver. El exilio es amargo; sea forzoso o voluntario, sea interior o destierro, siempre jode estar por ah¨ª fuera. Hay que volver. No hay m¨¢s que ver lo que da el tema de s¨ª: recuerden ustedes, por ejemplo, al griego aqu¨¦l de los mil trucos, que muy joven se embarc¨® en una movida trepidante y entre pitos y flautas le cogi¨® la madurez y por poco ya la senectud por esos mundos, fatigando las l¨ªquidas veredas con su barquichuelo, de naufragio en naufragio. A otro griego, algo m¨¢s tarde, le cost¨® veinticuatro cantos contar y cantar aquella vuelta, con sus idas y venidas, sus retrasos, sus descansos, sus traiciones, sus mujeres y toda la pesca. Y al fin volvi¨®: tras un rodeo de muchos miles de hex¨¢metros lleg¨® a casa y seg¨²n entraba en el palacio iba cantando tambi¨¦n ¨¦l el corrido de la vuelta, por lo bajo, no fuera que le reconocieran, que a¨²n no hab¨ªa salido de percances. Qu¨¦ bonita historia, ya nos gustar¨ªa a muchos tener la suerte o la destreza de ejecutar con nuestra vida un looping tan perfecto. Estas ansias de volver, por cierto, me parecen muy de vascos. Y no precisamente porque nos vayamos mucho; en otros tiempos tal vez s¨ª, pero ahora, pues francamente no: Eso me dec¨ªa el otro d¨ªa un amigo: los ¨ªndices de movilidad en el Pa¨ªs son baj¨ªsimos. Los vascos, sin duda debido al peso de la boina, estamos firmemente pegados al suelo, quietos como boyas que no se dejan llevar por la corriente, y sin embargo... sin embargo, en cuanto abusamos de la botella, es decir con cierta frecuencia, nos arrancamos sin distinci¨®n de ideolog¨ªas con el nost¨¢lgico corridito en alguna de sus variantes, y entre vapores suspiramos, felices como pepes, por un regreso imposible; y no es que nada nos lo impida, sino sencillamente que no nos hemos ido, que no hay adonde volver. Y empalmamos con lo de "ez det, ez det, ez det"..., muertos de nostalgia por la hermosa playa de Ond¨¢rroa que no volveremos a ver, y eso que no se ha movido y est¨¢ ah¨ª como quien dice al alcance de la mano. Pues nosotros, desgarrados, porque con tal de desgarrarse todo vale y a nosotros, qu¨¦ le vamos a hacer, nos gusta esa penica tan sabrosa. Y cuando se nos pasa el pedo, una aspirina y, ?hala! a ganar dinero. Lean, lean ustedes el estupendo art¨ªculo de Ram¨®n Saizarbitoria sobre el Pa¨ªs Vasco, en el dominical de este peri¨®dico. P¨¢rrafo a p¨¢rrafo todo ¨¦l respira fervor de regresado inm¨®vil, de regresado preventivo como si dij¨¦ramos. Y no piensen que esto es una cr¨ªtica, o en todo caso me incluyo en la cr¨ªtica, la cosa es general, as¨ª somos todos. Y luego algunos decimos que no somos nacionalistas. No s¨¦ yo. Dice Josep Pl¨¢, en el extra?o castellano de sus traducciones, que el catal¨¢n "es un animal que se a?ora". Hombre, pues nosotros tambi¨¦n, qu¨¦ se habr¨¢n cre¨ªdo, y nosotros, adem¨¢s, sin poner un pie fuera. Pero quiero aprovechar el raro verbo para hablar de otros exiliados, de esos exiliados que, se a?oren o no ellos de su tierra (o como sea que se construya eso), lo cierto es que su tierra, lo que es, sin duda s¨ª se a?ora de ellos, y canta in pectore o a gritos el nost¨¢lgico corrido: "Volved, volved, que vuelvas, co?o", les grita el Paisito, como monstruoso cruce de Pen¨¦lope y sirena, hasta que a veces, insistiendo, vuelven. Ha vuelto, por ejemplo, Ibon Sarasola, del que el Pa¨ªs, qu¨¦ duda cabe, se a?oraba mucho. Vuelve, tras larga Odisea por tierra de infieles, al almo reposo de la Patria. Bienvenido. Sin embargo, como a Ulises, tal vez le espere ahora lo m¨¢s lo m¨¢s duro, antes de la paz definitiva. Le puede tocar limpiar el palacio de zaborra y hab¨¦rselas con la turba de los pretendientes que, rijosos y glotones, asedian a la fiel esposa y de paso se comen el patrimonio familiar. Que empiece la refriega, que Ulises, sabio de las ense?anzas del camino, consume la necesaria escabechina y recupere pronto su trono y sus derechos al mando de la nave, con el brazo te?ido hasta el codo en sangre de arribista. Empresa, desde luego, a la medida solo de h¨¦roes.
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