Sacchi empieza a afinar las piezas
Se dice, y probablemente con raz¨®n, que cada equipo es hijo de una cultura, realidad que no conviene modificar porque el f¨²tbol es bastante revanchista con los herejes. Durante su larga historia, las se?as de identidad del Atl¨¦tico han estado en el juego de contragolpe y en un aire barrial que le volv¨ªa impredecible. El m¨¦todo, o por lo menos un cierto cartesianismo tan bien aceptado en otros equipos, nunca ha congeniado con la querencia del Atl¨¦tico por lo atrabiliario y lo imprevisto.La contrataci¨®n de Sacchi se interpret¨® en el colchonerismo como un paso en contra de la historia del club. Desde el punto de vista cl¨¢sico se deber¨ªa producir una resistencia de orden tel¨²rico contra las tesis de un entrenador que ha hecho del m¨¦todo su divisa. Cada cual es cada cual y no va a venir Sacchi a cambiarnos. M¨¢s o menos ¨¦se ha sido el runr¨²n entre la afici¨®n del Atl¨¦tico, perpleja ante el cientifismo de su entrenador, que lo quiere todo atado y bien atado. El complejo mundo de se?ales de Sacchi parec¨ªa excesivo para los hinchas y para los jugadores, m¨¢s inclinados a la intuici¨®n que al mecanicismo.
Todo eso del achique, de la presi¨®n selectiva, de la organizaci¨®n como eje del f¨²tbol, levant¨® tantas sospechas en el mundillo del Atl¨¦tico que el rechazo parec¨ªa inevitable. A todo ello se a?ad¨ªa la distancia sideral entre el universo de Gil y el de Sacchi. Se dijo que la propuesta del t¨¦cnico estaba condenada al fracaso en un club como el Atl¨¦tico. La historia no es de goma y no se dobla as¨ª como as¨ª.
Sin embargo, hay un punto de iluminado a Sacchi que le lleva a predicar cruzadas aparentemente imposibles. Lo hizo en Italia, donde dio vuelta al defensivismo reinante con aquel Milan memorable. El hombre estaba empe?ado en el asuntode la zona, el fanatismo organizativo y el acoso sofocante. Consigui¨® su prop¨®sito, hasta el punto de que se puede hablar de una Italia anterior y posterior a Sacchi. Poco importa si nunca fue amado en su pa¨ªs, si lleg¨® a considerar a los jugadores como meras piezas de un tablero, si termin¨® por reducir el f¨²tbol a un fr¨ªo ordenancismo. Lo interesante es que Sacchi lleg¨® al Atl¨¦tico con la intenci¨®n de cambiar el paso a la historia.
La victoria en el Camp Nou quiere decir que el desaf¨ªo es posible. El equipo comienza a afinarse y adquirir los mecanismos que pretende Sacchi. No hubo achiques extravagantes, ni los despistes habituales. Fue un equipo puramente sacchiano, con el valor a?adido del toque humano que procuran Kiko y Valer¨®n. En este sentido, el entrenador italiano ha actuado con una flexibilidad que se le agradece. Queda el problema de Juninho, pero ah¨ª Sacchi quiz¨¢ tenga raz¨®n. Juninho no tiene el rigor de Valer¨®n ni la versatilidad de Kiko. Y fuera de esas dos posiciones, es casi imposible encontrarle sitio.
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