Bar?a
La comuni¨®n de las masas con sus fantas¨ªas sentimentales alcanza a veces la sutil exactitud de una obra de arte. Para millones de catalanes el Bar?a no es una empresa privada sino la escenificaci¨®n misma de Catalu?a. Su puesta en escena, dise?ada por exquisitos dramaturgos, ha alcanzado una simulaci¨®n tan fiel que uno debe frotarse los ojos para distinguir entre el Bar?a de N¨²?ez y la Catalu?a de Pujol. La celebraci¨®n del centenario fue un espect¨¢culo dram¨¢tico y sublime, una obra de arte.Como Catalu?a, el Bar?a est¨¢ formado por trabajadores (en su mayor¨ªa extranjeros muy laboriosos y sumisos) cuya ¨²nica meta es ganarse honradamente la vida. Los dirige otro extranjero de ideolog¨ªa independentista, elegido por un President con autoridad de monarca. Dios ha querido que este monarca astuto y sentimental gobierne sobre un pueblo al que debe adoctrinar como si fuera un ni?o de pocas luces. El President dirige tambi¨¦n una colosal empresa inmobiliaria que les ha convertido a ¨¦l y a su familia en megamillonarios pero, seg¨²n dice, lo primero es el Club. Su Club es el m¨¢s rico de Espa?a, pero tambi¨¦n el que paga m¨¢s impuestos; una injusticia si se lo compara con (el) Madrid. Contra (el) Madrid jug¨® la noche del centenario y como es l¨®gico perdi¨®. Cuantas m¨¢s veces pierde frente a (l) Madrid, m¨¢s rico es el Club, su President, su director y sus jugadores; m¨¢s unidos los socios y m¨¢s felices las masas, porque el placer de los vencedores es culpable y fruto de privilegios, trampas, ordinariez; el placer de las v¨ªctimas, en cambio, es sublime, confirma la buena conciencia, permite que los dirigentes sean unos irresponsables y exige modales fin¨ªsimos. El Bar?a es la tragedia ¨¢tica de Catalu?a y el President es un S¨®focles. En lugar de cobrarles entrada deber¨ªan pagar a los socios.
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