Orce
El Hombre de Orce era m¨¢s asno que hombre cuando reposaba en el Instituto de Paleontolog¨ªa de Sabadell. Ahora, al cabo de veintis¨¦is a?os en la inmigraci¨®n ha regresado, como tantos otros andaluces que marcharon a la ciudad de los prodigios, con una reputaci¨®n de obrero especialista. Ya no es un animal de carga. El paleont¨®logo Josep Gibert ha salido beneficiado con la mudanza del hueso, pues si ha perdido la cercan¨ªa de un burro muy anciano ha obtenido, en el lejano Orce, el un¨¢nime reconocimiento de haber mandado a su casa a un vecino querido y antiqu¨ªsimo. Los paisanos de Orce necesitan para el museo de f¨®siles en el que tienen depositadas todas las esperanzas de prosperidad econ¨®mica un humano aut¨¦ntico y no el sujeto ambiguo que un d¨ªa de 1982 parti¨® camino de Sabadell con una maleta de cart¨®n en una mano y los aparejos de bestia de tiro en la otra. Por eso, una vez en casa, nadie ha planteado la querella sobre su humanidad. Ha sufrido tanto que no merece sino reposo, sopa caliente y candela. Ni siquiera conmiseraci¨®n; le basta abrigo, aguardiente y casta?as pilongas. Cuando el Hombre el mi¨¦rcoles lleg¨® aterido a Orce, la nieve ca¨ªa copiosa y el viento azotaba fuerte. Aunque el hueso no dijo nada, el delegado de la Consejer¨ªa de Cultura de Granada, Enrique Moratalla, se quej¨® en su nombre: "Despu¨¦s de cerca de dos millones de a?os, vuelvo justo el d¨ªa de la gran borrasca". Casi atascados quedaron en la carretera la propia consejera, Carmen Calvo, y Pascual Rivas, el presidente de la comisi¨®n internacional que a partir de ahora planificar¨¢ el aprovechamiento de las excavaciones. El hueso de Orce, convertido en un anciano respetable, ser¨¢ guardado para m¨¢s seguridad no en una vitrina sino en una caja fuerte, como si fuera un paquete de acciones o un d¨®lar de oro. Como suele ocurrir en el medio rural el cofre blindado ser¨¢ costeado por la caja de ahorros. Pero m¨¢s tierno a¨²n, y m¨¢s aut¨¦ntico, hubiera sido que el alcalde de Orce hubiera abierto al hueso una cartilla de ahorros para que ingresara el valor inmaterial que ha atesorado tras a?os de esfuerzo animal y desarraigo en los pol¨ªgonos fabriles de Sabadell. Y encima le habr¨ªa regalado la vajilla del Legado Andalus¨ª como a los buenos clientes.
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