Un reflejo conservador
El instinto conservador ha llevado a Jordi Pujol a darse 10 meses de plazo para invertir las tendencias que marcan las encuestas para las elecciones catalanas. Los sondeos indican claramente un descenso continuado de Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU) y un alza sostenida de su rival, Pasqual Maragall, por una parte, y del Partido Popular (PP) por otra.Pujol ha juzgado que desde el punto de vista de sus intereses ¨¦sa no es una buena situaci¨®n para adelantar las elecciones. Las l¨ªneas que dibujan las tendencias de intenci¨®n de voto no se han cruzado todav¨ªa, pero marchan una al encuentro de la otra amenazadoramente para CiU. Cuando se encuentren, si llegan a encontrarse, anunciar¨¢n el cambio pol¨ªtico que Pujol quiere evitar. El que le apear¨ªa de la presidencia.
Ante este panorama, Pujol no ocult¨® ayer que no se ha atrevido a firmar un adelanto electoral que la opini¨®n p¨²blica no considera justificado. La decisi¨®n tomada tambi¨¦n tiene sus riesgos para el presidente. Si Pujol no consigue invertir la tendencia, el tiempo que ahora se da ser¨¢ en realidad tiempo para que sus rivales contin¨²en avanzando.
Quien hab¨ªa introducido en el debate pol¨ªtico la eventualidad del avance hab¨ªa sido ¨¦l mismo. A la hora de la verdad, sin embargo, ha sido presa del miedo a recibir un castigo como el que los electores franceses propinaron al presidente franc¨¦s Jacques Chirac cuando adelant¨® las elecciones legislativas sin justificaci¨®n suficiente. Pujol ya no es aquel pol¨ªtico en permanente estado de gracia que puede permit¨ªrselo todo. Al rev¨¦s, ahora es un presidente con problemas de gesti¨®n que a menudo provocan rechazo ciudadano.
Pese a todo, el c¨¢lculo inicial que llev¨® a Pujol a plantearse el avance electoral sigue siendo v¨¢lido, aunque ahora ¨¦l haya decidido dejarlo en segundo plano. Quer¨ªa evitar que, si convocaba en oto?o de 1999, las elecciones catalanas se convirtieran en unas primarias de las legislativas que corresponde celebrar pocos meses despu¨¦s, en la primavera del 2000. Como le ocurri¨® en las anteriores, en beneficio del PP. Nada garantiza que ese riesgo haya desaparecido
Entonces, ?qu¨¦ ha cambiado?. La principal novedad es que en las pr¨®ximas auton¨®micas Pujol tendr¨¢ enfrente a un candidato muy potente, Maragall, a quien los sondeos sit¨²an por delante suyo en las preferencias de los electores.
Lo que aparece ahora en primer plano es la cita de las elecciones municipales, en las que CiU pretende consolidar su implantaci¨®n territorial y alcanzar la alcald¨ªa de Barcelona. Ser¨¢ una batalla sin cuartel. Pasar¨¢n a primer plano Joan Clos y Joaquim Molins, junto a Pujol y Maragall, y, en cada localidad, cada uno de los aspirantes locales. Desde este punto de vista, siempre estuvo claro que estaban cargados de raz¨®n los dirigentes de Converg¨¨ncia que desaconsejaban adelantar al mes de marzo las elecciones auton¨®micas precisamente para evitar que una derrota en ellas les arrastrara a un desastre municipal tres meses despu¨¦s. Para los dem¨¢s partidos, el reflejo conservador de Pujol no es necesariamente perjudicial. No s¨®lo por una cuesti¨®n de normalidad institucional que todos reclamaban. Maragall quer¨ªa disponer de m¨¢s tiempo para poder continuar la labor de zapa en los medios sociales convergentes que lleva a cabo desde el verano. Los socialistas e Iniciativa per Catalunya (IC) necesitan tiempo para ampliar esa alianza de centro izquierda que est¨¢n decididos a impulsar.
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