"Los tipos de inter¨¦s mandan m¨¢s que los de imprenta"
Manuel L¨¢zaro-Carrasco sostiene que las fotocopias, el fax y los ordenadores restan clientes a las imprentas
Del plomo al disco duro: traves¨ªa obligada para una familia que estrena la cuarta generaci¨®n en el arte de imprimir. El primero de la dinast¨ªa, Antonio L¨¢zaro-Carrasco, comparti¨® visera y manguitos con Pablo Iglesias, adalid del socialismo espa?ol. El ¨²ltimo, el veintea?ero Daniel, dise?a las planchas por ordenador. Su padre, Manuel -tercero de esta saga-, capea la transici¨®n del oficio: compone los tipos a mano, como los viejos cajistas, y se asoma por la inform¨¢tica con nostalgia. "Las imprentas ya no huelen a tinta", constata. Ni a tinta ni a nada. El taller Carrasco es inodoro y saludable. Casi parece una farmacia. "Recuerdo que en la ¨¦poca de mi padre era obligatorio dar medio litro de leche diario a los empleados, porque trabajar con plomo era muy insano", relata Manuel L¨¢zaro-Carrasco, de 48 a?os. De los viejos tiempos s¨®lo queda el ruido espor¨¢dico de una minerva (una m¨¢quina de estampaci¨®n manual) y la hilera de cajas que albergan los tipos m¨®viles (las letras de plomo que se componen hasta formar los textos que deben imprimirse). Es la huella de Gutenberg, cada vez m¨¢s borrosa.
-?Qu¨¦ pensar¨ªa el padre de la imprenta europea de lo que ha ocurrido con su hija?
-Si Gutenberg resucitara en estos tiempos se morir¨ªa otra vez, pero del susto. Lo poco que queda de la tipograf¨ªa que ¨¦l invent¨® no sobrevivir¨¢ ni diez a?os, sentencia Manuel.
La dinast¨ªa L¨¢zaro-Carrasco ha vivido la profunda revoluci¨®n del arte de imprimir, adonde lleg¨® por culpa de un bisabuelo d¨ªscolo. "Trabajaba de m¨¦dico de la corte, pero era muy putero y un buen d¨ªa desapareci¨® sin dejar se?as ni dinero a la familia", relata Manuel. La falta de recursos econ¨®micos oblig¨® a uno de sus hijos, Antonio, a abandonar los estudios de galeno. "Tuvo que ganarse la vida y entr¨® de impresor en la imprenta Rivadeneyra, en la cuesta de San Vicente, donde fue compa?ero de Pablo Iglesias. Entonces ¨¦ste era un oficio de gente culta".
Cultos y combativos eran los tip¨®grafos al final de un siglo, el XIX, lleno de sacudidas y analfabetismo. Manuel desconoce si su abuelo secund¨® al socialista Iglesias en la Asociaci¨®n del Arte de Imprimir, la sociedad obrera que particip¨® en la creaci¨®n de la Uni¨®n General de Trabajadores (UGT) en 1888. Posiblemente no, porque el primer cajista de la familia se convirti¨® luego en patr¨®n. Fue ¨¦l quien tom¨® en traspaso la imprenta donde ahora laboran su nieto y su bisnieto, en la Carrera de San Francisco, 7.
Cuando, en 1966, Manuel empez¨® a aprender el oficio con su hom¨®nimo padre, Gutenberg estaba a¨²n muy presente. "Toda la maquinaria era manual. Compon¨ªamos a mano o con linotipia [m¨¢quina qie creaba l¨ªneas de texto en una sola pieza]. Para las ilustraciones emple¨¢bamos el fotograbado", explica.
La llegada del offset, en los a?os setenta, supuso una primera revoluci¨®n: este sistema de impresi¨®n indirecta permit¨ªa mayor ritmo de producci¨®n y, al tiempo, acababa con la tipograf¨ªa en plomo: el fotolito sustitu¨ªa a los tipos, los cajistas perd¨ªan su tarea. Para Manuel, el offset permanece imbatido. "Casi todo lo imprimimos as¨ª. Da m¨¢s calidad que la tipograf¨ªa", sostiene.
-Pero usted a¨²n compone a mano.
-S¨ª, cuando me piden una tirada corta de recibos o tarjetas.
El impresor ejerce de cajista a la antigua. Se pone los manguitos y empieza a colocar los tipos de izquierda a derecha sobre el componedor. Aborda la tarea con una pizca de morri?a y otra de entusiasmo. Este oficio se va, pero su hijo, Daniel, hace virguer¨ªas al componer por ordenador. ?se es el futuro, sostienen ambos. Al padre le preocupa el porvenir del chico: la inform¨¢tica es una aliada, pero tambi¨¦n una poderosa enemiga que resta trabajo. "Ya no hay clientes que encarguen papel con membrete, porque cada uno se lo hace con su ordenador y su impresora. Adem¨¢s, nosotros no podemos imprimir en papel continuo", detalla.
-?El fax tambi¨¦n les afecta?
-Mucho. Desde que se ha generalizado su uso nadie pide sobres con la direcci¨®n impresa.
-?Y las fotocopias?
-Lo mismo. Cuando la gente necesita pocos ejemplares, hace fotocopias. Si necesita muchos, encuentra imprentas descomunales que pueden hacer mejores precios que nosotros los peque?os. Por eso han cerrado tantos talleres medianos.
Pese a todo, Manuel no pierde el humor. "Ahora, los tipos de inter¨¦s mandan m¨¢s que los de imprenta", ironiza. El impresor coloca su molde de plomo en la rama. La vieja minerva arranca el sonido del adi¨®s. Gutemberg contra el chip, un combate desigual.
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