Abajo
Todas las semanas me propongo escribir una columna sandunguera desbordante de iron¨ªa y gracia fina. Pero luego llega el momento de teclear y se me cruza alguna noticia atroz que acaba con la guasa. Lo cual sin duda es una limitaci¨®n por parte m¨ªa, porque el humor no tiene por qu¨¦ suponer frivolidad, sino que es un veh¨ªculo de expresi¨®n afilado y certero. Pero ya ven, no consigo superar el repeluzno. Tal vez me estoy haciendo demasiado vieja, o demasiado tonta.En esta ocasi¨®n, el horror que me cort¨® el aliento fue la foto de ese ni?o de Sierra Leona de cinco a?os, con la mu?eca vendada y ojos de adulto, al que los rebeldes amputaron la mano. Por simple maldad, por la mera voluntad de producir terror. Tengo la sensaci¨®n de que ahora en el mundo se mata m¨¢s que nunca (la tecnolog¨ªa de la muerte ha mejorado mucho), y tal vez de manera m¨¢s indiscriminada y m¨¢s brutal. Antes, incluso en la supuestamente oscura Edad Media, la guerra parec¨ªa ser, salvo excepciones, un asunto m¨¢s profesional. Los tipos se vest¨ªan de latas de sardinas y se iban a los campos a atizarse mandobles, y adem¨¢s tardaban lo suyo en reventarse: no eran unos matarifes eficientes. Ahora, en cambio, en este mundo ultramoderno, somos los reyes de la carnicer¨ªa. Seg¨²n los estudios, en las sucias guerras de hoy mueren much¨ªsimos m¨¢s ni?os y mujeres civiles que soldados. La tortura y el genocidio est¨¢n de moda. Ni?os descuartizados vivos en Argelia. Ni?os mutilados en Sierra Leona.
He aqu¨ª un bonito juego para la ma?ana del martes: pregunten a sus compa?eros de oficina d¨®nde est¨¢ Sierra Leona. Yo les voy a contestar: por ah¨ª abajo. Por abajo de la l¨ªnea de flotaci¨®n de los derechos humanos m¨¢s b¨¢sicos, por abajo de la visibilidad informativa, del inter¨¦s financiero internacional, de nuestra voluntad de ayuda y de la vida.
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