El misionero espa?ol en Sierra Leona est¨¢ en manos de una guerrilla fantasma en un pa¨ªs a la deriva
Nadie sabe d¨®nde est¨¢ el misionero espa?ol Luis P¨¦rez Hern¨¢ndez, secuestrado el pasado d¨ªa 12 por la guerrilla del Frente Revolucionario Unido (RUF). Nadie lo sabe porque Freetown es una ciudad a la deriva. Abandonada a su mala suerte. A las tres de la tarde comienza el toque de queda impuesto por las fuerzas africanas de interposici¨®n (Ecomog). Dura hasta las nueve de la ma?ana. "Cualquiera que est¨¦ en la calle a esas horas es considerado un rebelde", dice Frank, uno de sus habitantes, "por eso los soldados disparan a matar". Son los momentos m¨¢s peligrosos.
El este y algunos barrios del centro de la capital de Sierra Leona est¨¢n devastados. Apenas quedan casas en pie. Han sido dinamitadas o quemadas hasta sus cimientos. En el de Kissy, cerca del puerto, donde viv¨ªa el misionero javeriano desaparecido, la destrucci¨®n es total. La gente aprovecha las horas de la ma?ana para deambular entre cad¨¢veres y buitres carro?eros en busca de comida o de agua. A¨²n no ha llegado la ayuda humanitaria. Los equipos se hallan atrapados sin medios en la vecina Conakry.Ecomog dice controlar el oeste de la capital, el centro y parte del este. Pero no ha hallado rastro alguno de los religiosos capturados. El teniente coronel Chris Olukolade, nigeriano y portavoz oficial de Ecomog, asegura estar muy preocupado. "Esperamos encontrarlos seg¨²n avance la operaci¨®n de limpieza de la ciudad. Los misioneros pueden estar en cualquier parte, vivos o muertos. Pero lo que tememos es que el RUF se los lleve a la selva en su retirada". El obispo de Makeni, monse?or Biguzzi, se encuentra en Freetown para intentar negociar su liberaci¨®n. Pero carece de un interlocutor. La guerrilla es un fantasma. Pero es un espectro que existe porque se escuchan los disparos de sus francotiradores. "Ellos toman rehenes misioneros o matan periodistas para llamar la atenci¨®n del mundo", dice Biguzzi, quien espera que respeten su vida. Los misioneros fueron capturados el 12 de enero, cuando hab¨ªan dejado su misi¨®n para evitar el secuestro.
Ser blanco no es ya seguro en Freetown. El RUF, una extra?a mezcla de polpotismo, Sendero Luminoso y africanismo radical, ve en los blancos una fuente de publicidad y de divisas. Los Ecomog, muy nervisosos, confunden misioneros con mercenarios ucranios. Eso es lo que les sucedi¨® a otros dos religiosos italianos, abandonados por la guerrilla el d¨ªa 10 en la sede de la presidencia de Sierra Leona. Los soldados de Ecomog, al descubrirles encerrados en una sala, comenzaron a golpearles con las culatas. Les salv¨® el grito de un capit¨¢n.
Pese a la informaci¨®n triunfalista de los mandos de la fuerza africana de interposici¨®n, unos 15.000 hombres, la mayor¨ªa nigerianos, la situaci¨®n dista mucho de estar controlada. En el barrio de Kissy y en el puerto hay combates. All¨ª no hay alto el fuego ni tregua. Se pelea por cada palmo de un terreno calcinado. Igual que en el extrarradio, donde Ecomog trata de cerrar la escapatoria a los guerrilleros. "Estamos limpiando casa por casa", dice el teniente coronel Chris Olukolade. "Hay muchos guerrilleros muertos, al menos dos mil". Otras fuentes sostienen que ¨¦sta es una guerra en la que casi no hay prisioneros. "Los ejecutan en el acto, en la primera pared a su alcance", dicen. Ecomog sabe que en las zonas aseguradas quedan rebeldes camuflados de civiles. "Esperamos generar confianza en la gente y que nos ayude a desenmascararlos", a?ade.
En Freetown hay unanimidad: el RUF no es popular. Sus brutales m¨¦todos de represi¨®n, con el uso frecuente de la amputaci¨®n de brazos y piernas de los civiles, les ha granjeado el odio general de la poblaci¨®n. Las calles de los barrios del oeste, los m¨¢s seguros en teor¨ªa, est¨¢n infestadas de controles militares de Ecomog y de milicias populares. Los primeros piden papeles, los segundos comida. En el puente de Aberdeen no circulan autom¨®viles, ni transitan peatones. Dicen que lo manda un capit¨¢n nigeriano de gatillo f¨¢cil y con varios cad¨¢veres a la espalda. No es el ¨²nico que dispara para esquivar el miedo.
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