Perros
La muy noble, irreal y pintoresca ciudad de Sevilla tiene estas cosas. Cosas tan surrealistas como anecd¨®ticas que perfilan una parte de su geograf¨ªa humana. Alguien (se desconoce hasta el momento si es uno, una o un comando ciudadano con todos los av¨ªos obsesionados con la prueba del algod¨®n), alguien, repito, se dedica a rastrear caquitas de perros esparcidas por la ciudad para colocarles en su cima, como hicieron los americanos en la colina de Okinawa, una banderita de la ciudad y un rectificado en su leyenda: S¨ª me ha dejado. La cosa ha llegado ya hasta el propio Ayuntamiento como una protesta ciudadana que salpica, con perd¨®n, al responsable de Medio Ambiente, el concejal Villena. ?Ustedes creen que el an¨®nimo firmante de caquitas de perros est¨¢ jartitamente descorazonado de la pol¨ªtica municipal de limpieza? Para alcanzar tan extremada militancia higi¨¦nica, ?cu¨¢ntas veces habr¨¢ llegado este desconocido ciudadano a su casa con los martinellis hechos una birria dejando una huella inenarrable sobre su mullida y confortable alfombra? Pobre personaje. Lleva una vida de perros por culpa de los recuerdos que el mejor amigo del hombre le brinda tan desahogadamente. Todos, alguna vez, hemos dado un mal paso en nuestras vidas. Pues estoy seguro que este desconocido ha dado m¨¢s de uno y m¨¢s de dos. De otra forma no se explica su contenida, pero irritada, respuesta al ¨¢rea municipal de Medio Ambiente. S¨ª me ha dejado. ?ste es su envido, su reivindicaci¨®n, su cabreada respuesta a los responsables de la higiene municipal sevillana. Me hab¨¦is dejado, pensar¨¢, solo ante el peligro canino; Sevilla convertida en un campo de minas escatol¨®gicas por la que hay que caminar dando saltitos, enga?ando losetas o evitando pisar alg¨²n alfajor postnavide?o dejado por un pariente lejano de la perrita Marilyn. Pobre criatura. Y encima estar¨¢ al d¨ªa en la tasa municipal de limpieza. Nuestro personaje vive intensamente su particular d¨ªa de la banderita. Quiz¨¢ con la esperanza de que los doberman y los perritos de compa?¨ªa municipales lleguen a un acuerdo de gobierno para que el sevillano viva la ciudad y no la sufra. Es posible que para entonces Vargas Llosa se decida a escribir la segunda parte de La ciudad y los perros. Evidentemente con un personaje nuevo y an¨®nimo: el t¨ªo de la banderita.J. F?LIX MACHUCA
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