Informar desde la frontera entre dos infiernos
La inseguridad en Freetown espanta a las cadenas televisivas de EEUU, y sin im¨¢genes, nada es real
ENVIADO ESPECIALLa capital de Sierra Leona es un tremendo caos. Miles de refugiados deambulan de un lado a otro con sus escasas pertecencias salvadas de la quema a la espalda. Kissy Road es la frontera entre los dos infiernos: al este, el de las casas humeantes, las manos amputadas con machetes y los muertos en las calles; en el centro, el de la gente sin hogar, alimentos o medicinas.
En medio de esta cat¨¢strofe humanitaria, la fuerza de interposici¨®n africana (Ecomog) patrulla en dos de las terceras partes de la ciudad. Decenas de controles militares salpican cada 20 o 30 metros las bacheadas calles de Freetown. Unos son de Ecomog, otros de las unidades de la defensa civil -apenas unos ni?os excitados por el poder-, o de los kamajores (los pintorescos cazadores de la monta?a que combaten junto al Gobierno).
En el oeste no hay excesivos problemas, aunque de vez en cuando se escuchan disparos. Sobre todo hay nerviosismo, el temor a que los rebeldes est¨¦n en sus barrios haci¨¦ndose pasar por refugiados. En el centro de la ciudad y en Kissy, los controles son obsesivos. Los civiles son cacheados sin rubor alguno. Los soldados de Ecomog les palpan con violencia sus partes ¨ªntimas. Este corresponsal ha estado varias veces en Kissy. En uno de los controles fue apuntado con un Kal¨¢shnikov por un soldado fuera de s¨ª. El pase oficial de Ecomog, un papel con sello y firma, no abre todas las puertas. "El problema es que en los dos lados hay mercenarios", dice un oficial ghan¨¦s al servicio de Ecomog. "Por eso, un blanco no puede sentirse seguro en las zonas conflictivas, puede ser un enemigo", a?ade.
Los controles, cada vez m¨¢s indisciplinados, tienen el objetivo de buscar rebeldes. En la ¨²ltima ofensiva, la del seis de enero, muchos de los guerrilleros se hallaban infiltrados en la ciudad. "Hay miedo a que esto vuelva a suceder, por eso se cachea a conciencia a todos esos civiles, se registran una y otra vez los coches... Es para impedir una nueva penetraci¨®n", dice una fuente militar de Ecomog.
En las zonas m¨¢s conflictivas, cerca del frente, los soldados de Ecomog o las milicias civiles no hacen prisioneros. Cualquier sospechoso es apartado del grupo y fusilado en el primer muro. Los escasos periodistas internacionales que arriban a Freetown est¨¢n dos o tres d¨ªas y regresan a sus bases en ?frica o Europa. Los dem¨¢s, los que decidimos seguir aqu¨ª, deben pelear a diario con la escasez de gasolina, los controles, las peticiones de dinero o los soldados incontrolados que comienzan a gritar y hacen caso omiso de las acreditaciones.
En Sierra Leona, un peque?o pa¨ªs con una cruenta guerra civil desde hace ocho a?os, se vive desde hace tres semanas una de las mayores cat¨¢strofes humanitarias. Un Gobierno legal, pero sin poder alguno, y Ecomog, impiden la presencia de las ONG, a las que considera aliadas de la guerrilla, incapaces de distinguir entre un mandato de neutralidad o la utilizaci¨®n del hambre como arma de guerra.
Esto no es Ruanda, no es Camboya, pero Sierra Leona tiene un poco de esas dos tragedias, y una tercera que es la mayor: la inseguridad de las calles, con su estricto toque de queda (de siete de la ma?ana a seis de la tarde), espanta a los grandes medios informativos norteamericanos. Y sin imagenes nada es real.
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