M¨²sica de los "autochoques" GUILLEM MART?NEZ
"Se mir¨® en el espejo y vio un charnego vestido para ir a liarla" (Mars¨¦). Me voy a Bikini. En la porter¨ªa de Bikini me encuentro, glups, con el paso del tiempo. Cuando los glory days, en la puerta de Bikini me encontraba con un portero que me negaba non-stop la entrada. Ahora me encuentro con que conozco al portero y nos damos la patita. El pr¨®ximo paso l¨®gico en el tiempo ser¨¢ encontrarme con que soy accionista de Bikini. O con que duermo en una caja de cart¨®n frente a Bikini. La vida es rar¨ªsima. Como un biquini. Bueno. He venido por lo de la Fundaci¨®n Tony Manero, un grupo fant¨¢stico. Aparecen los Tony Manero. Van vestidos de manifestantes por lo de Atocha. Patillas, pantalones anchos y estrechos por donde menos te lo esperas. Y ganas de liarla. Para meterme en situaci¨®n me pido un destornillador que, lamentablemente, me sirven con naranja Sueps y no con t¨®nica-naranja Finley, que es lo suyo. Los Tony Manero, grandes ide¨®logos de la m¨²sica disco de los setenta, se arrancan con el tel¨²rico tema Le freak c"est chic. Se supone que, por destornillador de Proust, tendr¨ªa que pensar en Madame Troudeau moviendo el culito canada-dry en Studio 54, pero mientras se suceden todos los temas que conforman la m¨²sica de mi infancia, lo que me viene a la cabeza es Mari haciendo coreograf¨ªas I+D en los autochoques. Chumba-chumba. "Charnego power". Ven¨ªan los autochoques y la cosa se liaba. Pagaban cuatro duros para montar la pista. Pero lo chulo eran las atribuciones que eso otorgaba. Como poder conducir el autochoque de un pavo al que se le hab¨ªa calado en mitad de la pista. Quien llevaba el autochoque hasta la zona de parking contra direcci¨®n y marcando paquete, notaba c¨®mo contra sus espaldas se estrellaban las miradas de las maris, proclives a enamorarse de los tipos que conduc¨ªan un autochoque contra direcci¨®n. Posiblemente porque ellas iban contra direcci¨®n. Las maris fumaban convulsivamente, lo suspend¨ªan todo, hablaban a gritos, re¨ªan a gritos, se maquillaban al tacto, utilizaban perfumes estruendosos y se enamoraban perdidamente. Eran parte del ruido y de las luces de los autochoques. Te ped¨ªan fuego, luego te miraban a los ojos y se re¨ªan. Ten¨ªan el pelo y los ojos oscur¨ªsimos. Cuando menos te lo esperabas
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.