El saber intempestivo JORDI LLOVET
La Universidad de Barcelona ha promovido en los ¨²ltimos d¨ªas un debate en torno al lema Humanidades y sociedades en el siglo XXI, en el que han participado profesores universitarios y otros ciudadanos, universitarios o no, que trabajan en medios de comunicaci¨®n y centros dedicados a la promoci¨®n de la cultura en sus aspectos m¨¢s diversos. La convocatoria surgi¨® de la compleja desorientaci¨®n en que se encuentra la Universidad de Barcelona -como ser¨ªa el caso de cualquier otra universidad- ante la posibilidad de dise?ar unos estudios de humanidades de nueva planta, siguiendo el ejemplo de aquellas universidades catalanas o espa?olas que ya poseen ese tipo de estudios entre sus planes de ordenaci¨®n acad¨¦mica. Que la Universidad de Barcelona necesita una discusi¨®n a fondo acerca de la esencia y la existencia de las humanidades es algo que apenas merece ser discutido: sus actuales facultades human¨ªsticas -Filosof¨ªa, Filolog¨ªa, Geograf¨ªa e Historia, Pedagog¨ªa, Psicolog¨ªa, etc¨¦tera- se esparcen por la ciudad de una manera aleatoria, como restos de la antigua unidad que exhib¨ªan los estudios llamados de Filosof¨ªa y Letras que se impartieron hasta los a?os setenta. Como consecuencia de un planteamiento obviamente mercantilista, la antigua unidad de los estudios human¨ªsticos se quebr¨® hasta extremos que hoy resultan c¨®micos, si no sospechosos del gremialismo m¨¢s elemental, mandando al traste lo que, a nuestro juicio, no debi¨® perderse nunca de vista: el vasto horizonte de las humanidades como suma articulada, comparada y problem¨¢tica de cierto orden de saberes. Discurridas estas jornadas de discusi¨®n, me permito subrayar tres aspectos de la cuesti¨®n que merecer¨ªan ser objeto de un an¨¢lisis ulterior, m¨¢s detallado. 1. El primero de ellos, a modo de alerta, es la posibilidad de que una licenciatura en humanidades se constituya bajo el supuesto de que las "ciencias humanas" est¨¢n obligadas a un rendimiento social semejante al que se deriva, por ejemplo, de las ciencias de la salud o de las ciencias econ¨®micas. Hay una tendencia preocupante, en las universidades espa?olas a fundar estudios de humanidades con el prop¨®sito de ofrecer un barniz de cultura general y un ba?o de peque?os saberes pr¨¢cticos a sus inscritos, de tal orden que los convierta en personas en apariencia "cultas" o simplemente capaces de asumir ciertas labores de organizaci¨®n y difusi¨®n de la cultura, o expertos en tareas tan elementales como la correcci¨®n de galeradas para una casa editorial. Pero es un hecho que cualquier licenciatura de las que ya existen en el campo de las letras permite a todo estudiante m¨ªnimamente responsable asumir de manera competente trabajos de esa ¨ªndole. No es necesario, pues, fundar unos estudios de humanidades para proveer al mercado laboral de especialistas en ese tipo de quehaceres. 2. Sin embargo, y ¨¦sta es la segunda cuesti¨®n, s¨ª parece razonable, por no decir urgente, poder ofrecer a la sociedad aquello de lo que est¨¢ m¨¢s necesitada: especialistas en generalidades. La tendencia a la especializaci¨®n ha sido una de las peores lacras de la "fase mercantilista" o "ultraliberal" de los estudios human¨ªsticos en nuestro pa¨ªs. Hoy, cuando resulta evidente que muchos de los licenciados en las distintas carreras de letras no van a trabajar en aquello para lo que se supone que fueron educados sectorialmente, ha llegado el momento de empezar a considerar la posibilidad de formar a una clase de estudiantes que asuma, ya al inicio de sus estudios, el car¨¢cter no mercantil de los mismos; dicho de otro modo, el car¨¢cter de saber no pragm¨¢tico que poseer¨¢ su formaci¨®n. Como bien apunt¨® Schelling al alba de la "mercantilizaci¨®n" de los estudios human¨ªsticos, "la consecuencia necesaria del desmembramiento ha sido que, por dedicarse a los medios y a los procedimientos para los saberes particulares, la Universidad ha abandonado el saber mismo". El cultivo de este saber mismo, como elemento transversal en el seno de las disciplinas ya existentes, es algo que deber¨ªa prevalecer en pr¨®ximas discusiones acerca de la ordenaci¨®n de los estudios de humanidades en nuestra Universidad. 3. La tercera consideraci¨®n apunta en este mismo sentido, pero ahora desde una ¨®ptica precisamente hist¨®rica. La partici¨®n sectorial de los estudios human¨ªsticos se consagr¨® bajo el falso supuesto de que existe y siempre debe existir alg¨²n tipo de articulaci¨®n entre los saberes impartidos y el desarrollo de las circunstancias sociales y laborales del presente hist¨®rico. Con esta excusa, repetimos, se produjo la divisi¨®n de los antiguos estudios conjuntos de Filosof¨ªa y Letras y su conversi¨®n en los membra disjecta que ya sabemos, y que tan penosos resultados parece haber generado en el panorama intelectual de los pa¨ªses que propugnaron esta tendencia. Es, quiz¨¢, el momento de sugerir que los estudios de humanidades no s¨®lo no tienen que ser ¨²tiles sino que deben ser, desde su ra¨ªz epistemol¨®gica, radicalmente intempestivos, es decir, sabiamente distantes de toda circunstancia social e hist¨®rica concreta, y fundadamente suspicaces respecto a esa circunstancia. Como escribi¨® Benjamin en la sexta de sus Tesis de filosof¨ªa de la historia, "en toda ¨¦poca ha de intentarse arrancar la tradici¨®n al respectivo conformismo que est¨¢ a punto de subyugarla". Es cierto que una enorme cantidad de nuestros estudiantes -entre ellos, los mejores- no acaba de ver en estos momentos qu¨¦ tipo de orquestaci¨®n se produce entre sus a?os de universidad y su incorporaci¨®n a la vida laboral y social, a pesar de la determinaci¨®n hist¨®rica que se supone que poseen, en ciertos casos, los estudios que han cursado. ?Hay que concluir, por ello, que los estudiantes de humanidades deben asumir descaradamente una alianza con las imperiosas, por lo dem¨¢s imprevisibles, leyes del mercado? No es exactamente mi opini¨®n: tambi¨¦n cabe pensar en imprimir un giro radical a nuestra idea de los estudios human¨ªsticos, y convertirlos en algo queridamente desinteresado, en una cantera de ciudadanos de la generalidad y, sobre todo, en una escuela de artesanos de un saber s¨®lidamente desligado de toda imbricaci¨®n conformada con lo hist¨®rico-establecido: productores de un saber, por decirlo as¨ª, deliberadamente exc¨¦ntrico. Otra cosa es que la Universidad se preocupe, desde sus mismas filas, de fundar y alimentar unas estructuras gracias a las cuales el saber generado por las facultades de letras derive en alg¨²n tipo de beneficio social o alcance alg¨²n tipo de repercusi¨®n en sus "paisajes exteriores": por ejemplo, y ante todo, en la educaci¨®n p¨²blica. Los amantes de las humanidades, ellos m¨¢s que nadie, suelen imaginar el siglo XXI como un siglo de emancipaci¨®n, pero esta emancipaci¨®n s¨®lo ser¨¢ tal cosa si llegamos a librarnos de la f¨²til y torpe relaci¨®n entre saber y tiempo, entre pensamiento y progreso, que ha prevalecido, casi siempre para miseria del saber human¨ªstico -y, en el fondo, para desgracia de la propia historia-, en los tan industriosos siglos XIX y XX. No hay que olvidar, en este sentido, que la ¨²ltima revoluci¨®n hist¨®rica solvente que ha conocido Europa se produjo despu¨¦s de la exaltaci¨®n del saber por el saber a que asisti¨® el llamado Siglo de las Luces.
Jordi Llovet es catedr¨¢tico de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona.
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