?Menos mal que los chicos pierden guantes!"
El uso masivo del coche resta clientes a Gaudencio Samaniego, fabricante de "abrigos de piel" para las manos.
Don Gaudencio Samaniego es uno de los pocos que, cuando llega un temporal, se frota las manos. Y no porque las tenga fr¨ªas -algo impensable en su oficio-, sino porque los d¨ªas heladores proporcionan ventas seguras a su inestable producto artesanal: los guantes. Los dictados de la elegancia ya no consideran imprescindible esta prenda que tanto juego ha dado en las novelas o el cine (ver Gilda). Sufre cierto declive, pero mantiene tanto la tradici¨®n que su talla se mide a¨²n en pulgadas: cosas de la influencia brit¨¢nica. Hubo tiempos mejores. Cuando don Gaudencio colg¨® los libros de primer curso de ayudante de Obras P¨²blicas, que acababa de comprar, la guanter¨ªa era un negocio boyante. "Mis hermanos y yo dejamos los estudios para aliviar a nuestros padres, que nos los costeaban con mucho esfuerzo", relata. Ya va para 40 a?os de aquello y, desde entonces, el se?or Samaniego fabrica abrigos de piel para las manos en el barrio de la Concepci¨®n. A veces se pregunta qu¨¦ habr¨ªa pasado si hubiera estudiado aquellos libros. -?Qu¨¦ ha cambiado en cuatro d¨¦cadas de guanter¨ªa?
-Casi todo. Cuando empec¨¦ se consum¨ªan muchos m¨¢s guantes que ahora. Se vend¨ªan casi todo el a?o. Hab¨ªa tres temporadas con modelos distintos: primavera, oto?o e invierno. La principal clientela eran las mujeres de posibles y no compraban un s¨®lo par, sino dos o tres de distintos tonos, para combinar con los vestidos o los abrigos.
-?Y ahora?
-El consumo ha bajado mucho, aunque las mujeres siguen ganando a los hombres. La gente s¨®lo se compra un par de guantes el d¨ªa que hace mucho fr¨ªo, o sea, que las ventas se restringen a los cuatro d¨ªas heladores que hay en el a?o.
-Los expertos en clima dicen que los inviernos son cada vez m¨¢s benignos.
-Es cierto. Hace menos fr¨ªo y la gente est¨¢ mejor alimentada, lo que le ayuda a resistir mejor las temperaturas bajas. Al tiempo, las costumbres han cambiado. Antes casi todo el mundo iba andando y necesitaba protegerse de la intemperie. Ahora la gente se mueve much¨ªsimo en coche, donde va m¨¢s protegida.
-Frente a eso, ustedes los guanteros inventaron los mitones (s¨®lo cubren hasta el nacimiento de los dedos) destinados a los conductores.
-S¨ª, proteg¨ªan de los volantes, que eran met¨¢licos y estaban fr¨ªos. Como ahora son de goma, tampoco se venden los mitones. -Entonces, ?qui¨¦n compra guantes a estas alturas?
-Los j¨®venes, sobre todo. Son m¨¢s consumistas que los mayores, que dan prioridad a otras compras m¨¢s urgentes. Menos mal que los chicos son descuidados y suelen perder los guantes, porque, si no, estar¨ªamos perdidos nosotros: un buen par dura toda la vida. Lo mismo pasa con los paraguas de calidad: si no se olvidan por ah¨ª, son para siempre.
Lo que no ha perdido el se?or Samaniego a sus 62 a?os es el amor por el oficio. Y eso que le obliga a pluriemplearse como experto administrador. "Antes, fabricaba los guantes para cada temporada en funci¨®n de la demanda de las tiendas, que hac¨ªan los pedidos en marzo. Ahora tengo que hacerlos durante todo el a?o, aunque no haya encargos, porque los pedidos llegan de un d¨ªa para otro y debo pagar ocho n¨®minas durante doce meses", explica. "En este negocio hay que hilar muy fino para no irse al garete. Los guanteros compramos las pieles en enero y empezamos a vender en oto?o. Tenemos el dinero inmovilizado todo ese tiempo y, encima, nos convertirmos en almacenistas. Quiz¨¢ por eso no quedamos m¨¢s de diez fabricantes en Madrid".
-?Qu¨¦ material emplea?
-Piel de cordero. A veces cuesta encontrarla, porque los rusos y los japoneses vienen a comprar toda la producci¨®n. Como ¨²ltimamente han tenido problemas econ¨®micos en esos pa¨ªses, hay m¨¢s piezas disponibles.
Las pieles curtidas est¨¢n por todas partes en el taller Samaniego (V¨ªrgen de la Fuencisla, 20), un s¨®tano con mesas amplias y trabajadores laboriosos. Cada pellejo se humedece antes del corte, que se hace con el cuero doblado bajo un patr¨®n y seg¨²n medidas en pulgadas (2,54 cent¨ªmetros equivalen a una pulgada). "Eso es despezar", detalla don Gaudencio. Previamente, el oficial ha estirado la piel en un sentido, con la mano apoyada sobre un tablero y un giro de cadera. Con el corte hecho, el operario estira la piel por segunda vez, en sentido contrario. "A este paso se le llama tavillonar", explica el jefe.
Las piezas se introducen en una m¨¢quina troqueladora, que corta la piel con cuatro dedos y un hueco que alojar¨¢ el pulgar, que se hace aparte. Las costureras unir¨¢n las piezas.
El se?or Samaniego, que s¨®lo vende al por mayor (a un precio medio de 2.500 pesetas el par), lamenta la competencia de los guantes de piel de cerdo, importados a precios ventajosos. Lucha contra ella con la vitola de la calidad, la ayuda de un hijo escultor (encargado de los dise?os), y la convicci¨®n de que cada vez hay que producir m¨¢s para seguir igual. ?Qui¨¦n recoge este guante?
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