Estamos hartos
No hace mucho que los vi. Sin demorarse mucho terminaron los preparativos, montaron en el barco y partieron hacia aquel horizonte plagado de nubes oscuras, plagadas ¨¦stas de rayos siniestros. Ellos sab¨ªan que su misi¨®n era pescar; sab¨ªan d¨®nde, c¨®mo y cu¨¢ndo hacerlo. Y sin embargo, a m¨ª se me antojaba que su misi¨®n era harto diferente. Su destino no era otro que enfrentarse a la tormenta. Y el gusanillo que recorr¨ªa el cuerpo de hasta los m¨¢s veteranos hac¨ªa presagiar momentos dif¨ªciles; un futuro que era a¨²n m¨¢s tenebroso y atractivo a la vez a los ojos de aquel joven que iba a vivir su primera experiencia en alta mar.Una peque?a angustia no me abandonar¨¢ hasta que les vea aparecer con la huella de la fatiga reflejada en sus rostros, con ese olor inconfundible, alianza entre sudor y salitre, y con el espanto de la tormenta. Y mi mayor mirada de admiraci¨®n ir¨¢ destinada a aquel joven, que no es otro que el que me devolver¨¢ la sonrisa m¨¢s altanera, y el que me mirar¨¢ con mayores ojos de orgullo. Y llegar¨¢n y descargar¨¢n alegres su bot¨ªn. Y dejar¨¦ a mi imaginaci¨®n volar, pensando que quiz¨¢ la pr¨®xima vez yo ser¨¦ uno de ellos.
Siempre he pensado que en realidad lo ¨²nico que nos une en el pelot¨®n es la bicicleta. Y a veces, pienso, ni siquiera eso, porque ese endeble instrumento significa cosas bien distintas para cada uno de nosotros. ?Conocen el principio de los indiscernibles de Leibniz? Aquel que dice que en el universo no hay dos seres absolutamente id¨¦nticos. El mundo es un conjunto de individuos diferenciados, unido cada uno a los dem¨¢s, y formando en conjunto el mejor orden posible, la armon¨ªa preestablecida. Y en el ciclismo unos venimos de aqu¨ª, y otros van all¨¢, y nuestras vidas s¨®lo confluyen en lo que un ¨¢guila (s¨®lo ella pudo ser) bautiz¨® como serpiente multicolor.
Pues bien, a pesar de todo esto, quiz¨¢s este a?o nuestras opiniones confluyan m¨¢s que nunca, sin apenas excepciones, con respecto a ese sanbenito que nos han colgado, y que se nos antoja demasiado pesado para nuestros estrechos hombros. Y no es otro que el llamado doping. Estamos verdaderamente hartos de que en las cabeceras de la prensa se sustituya ciclismo por dopaje. De que un franc¨¦s escriba un libro con su dedo acusador, y desconozca el significado de la palabra generalizar. Y de que deje nuestra dignidad a la altura de la suya. Y estamos hartos de que se invierta la imagen de este deporte en un giro de 180?, y pase el deportista de ser el paradigma del joven esforzado y digno de admiraci¨®n, a ser un f¨®sil viviente de lo que fue, y esperamos que nunca vuelva a ser. Y estamos a¨²n m¨¢s hartos de que nos pregunten por la EPO con la sonrisa del desprecio en sus rostros. Y de los que llegan a este deporte buscando la jeringuilla que (seg¨²n alg¨²n profeta) posee conexi¨®n directa con el p¨®dium. Y hasta de los matem¨¢ticos que quieren cuadrar el c¨ªrculo con sus formas. Einstein, al menos que yo sepa, no andaba en bicicleta. Y yo s¨ª, y de algunas cosas estoy muy harto.
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