El m¨¦dico a palos
JAVIER MINA Los mitos ya no son lo que eran, ahora se caen. Incluso se hacen trizas. Acaba de suceder con el que sosten¨ªa que la fe, adem¨¢s de mover monta?as, pod¨ªa lograr cosas mas apa?adas y menos abruptas, como curar a los enfermos. Tras revisar todos los estudios tendentes a probar que una creencia y una oraci¨®n pod¨ªan poseer enormes efectos terape¨²ticos, la revista The Lancet se ha mostrado categ¨®rica: no hay tal y s¨ª poco rigor cient¨ªfico.Cuando no mala fe. Lo cierto es que los sesudos contradictores pod¨ªan haberse ahorrado el trabajo, porque de todos es sabido que en los tiempos en que hab¨ªa m¨¢s religi¨®n que medicina la gente se mor¨ªa a patadas. Se mor¨ªa tanto que nadie ha sobrevivido para contarlo. De ah¨ª que resulte inexplicable que el 99% de los galenos norteamericanos siga creyendo en el poder curativo del creer o que el 75% piense que las oraciones de los allegados influyen en la salud del paciente. A lo mejor lo hacen para paliar las carencias de una seguridad social no universal como es la yanqui, a menos que pretendan ponerse a resguardo contra las demandas por errores m¨¦dicoa: ?que le hemos amplutado la pierna buena? Lo siento, nadie rez¨® por usted, ?ha probado a creeer en alguien m¨¢s que en su jodido picapleitos? Pero eso no es todo, quiero decir que la relaci¨®n entre la botica espiritual y los coscorrones y mataduras de la carne ya estaba viciada desde el principio. En efecto, la mayor parte de la fe occidental tiende a pensar en la vida como tr¨¢nsito y en el padecimiento terrenal como garant¨ªa de la felicidad del otro mundo; ahora bien, si la fe y la oraci¨®n sirven para superar las flaquezas terrenales, ?c¨®mo van a trabajar al mismo tiempo para prolongar un estado a todas luces indeseable? Sin contar con que siempre ser¨¢ m¨¢s la salud del alma que la del cuerpo. Un gran conocedor de la religi¨®n, el hambre, los postemas y la fe pol¨ªtica, am¨¦n de otros sufrimientos diversos, me refiero al autor de Las cenizas de ?ngela, se pasma por que en su Irlanda de adopci¨®n todo trabaja -incluso una clase m¨¦dica clasista y mal formada- para la muerte. No es de extra?ar que el chiquillo, porque no cuenta con m¨¢s de 8 o 9 a?os de edad, pese a haber presenciado la muerte prematura de tres hermanos, se muestre as¨ª de amargo: "El maestro dice que morir por la fe es una cosa gloriosa, y pap¨¢ dice que morir por Irlanda es una cosa gloriosa y yo me pregunto si hay en el mundo alguien que quiera que vivamos". Pero no hace falta desplazarse a la verde, envidiada y divisa Irlanda para v¨¦rselas con lo mismo. Aunque no nos lo parezca, todav¨ªa sigue vigente en nuestros pagos el "Euskadi ala hil" que, con un poco de suerte y a tenor de lo que proclaman ciertos rumores, pronto ser¨¢ traducido al m¨¢s moderno "Euskal Herria o ya veremos" que le tomar¨¢ el relevo as¨ª se pronuncie el adi¨®s a las armas supuestamente definitivo. Y digo supuestamente porque, seg¨²n parece, lo m¨¢s definitivo que podamos estar de la paz completa depender¨¢ del diagn¨®stico que establezca quienes sin ser m¨¦dicos ni capellanes andan siempre cortejando la muerte y a¨²n a veces -pero antes- provoc¨¢ndola, y que podr¨ªan volver a las andadas como no se cumplan sus proyectos o no les casen las piezas de la naci¨®n que pretenden. Por eso no resulta nada sorprendente que los hijos espirituales de tan particular boom, a saber la muchachada superalegre e hipercombativa, hayan manifestado el deseo expreso de seguir dando guerra. La expresi¨®n jugar¨ªa al equ¨ªvoco de no mediar certezas tales como los m¨¢s de 150 ataques con estragos y las m¨¢s de 120 amenazas a ciudadanos con nombre, apellidos y... ojos, como gusta decir nuestro lehendakari. Pero aunque as¨ª fuera, aunque s¨®lo pretendieran dar guerra metaf¨®rica, habr¨ªa sido preferible que se hubieran decantado por dar amor, incluso literal y sexoseguramente hablando, porque nada hay m¨¢s triste que unos j¨®venes mordidos por los perros de la guerra. Lo malo es que, desprovistos del recurso al rezo, s¨®lo podremos curarles la herida con puntos y vacuna antirr¨¢bica. Y para eso hay que ser mucho m¨¦dico. Y echarle mucha imaginaci¨®n.
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