Fiebre
Que la gripe de este a?o ha sido un azote muy superior, tanto en alcance como en virulencia, a la de pasadas temporadas, lo demuestra la asombrosa abundancia de art¨ªculos griposos que han escrito los columnistas de este pa¨ªs en las ¨²ltimas semanas: desde Francisco Umbral hasta Almudena Grandes, pasando por media docena m¨¢s de infectados plumillas, todos han tecleado febrilmente (y nunca mejor dicho) sobre la enfermedad.Pues bien, heme aqu¨ª dispuesta, yo tambi¨¦n, a echarle literatura al moco y al estornudo, que son las realidades que ahora mismo me apremian. Con lo cual en verdad no estoy sino haciendo lo que todos los columnistas hacemos cada d¨ªa, a saber, mirarnos el ombligo y contar la vida desde nuestra perspectiva, nuestros prejuicios y nuestros intereses, por m¨¢s que alardeemos siempre (y a menudo incluso nos lo creamos) de estar hablando del ombligo de todos y del bien com¨²n. Porque sin duda los humanos vemos las cosas desde dentro de las orejeras de nuestra situaci¨®n. Ya lo dijo Cervantes en el soneto en que Babieca, el caballo del Cid, dialoga con el fam¨¦lico y apaleado Rocinante, que acaba de soltar amargas reflexiones sobre Don Quijote: "B.: Metaf¨ªsico est¨¢is. R.: Es que no como".
Hace falta un constante esfuerzo de relativizaci¨®n para admitir, siquiera intelectualmente, que hay otros mundos adem¨¢s del nuestro. Para escapar de la mirada egoc¨¦ntrica que nos hace creer que todos ven la misma realidad que vemos nosotros. Tal vez sea ¨¦se el logro mayor de la democracia: el reconocimiento oficial del otro y de lo otro; la consagraci¨®n, por acuerdo com¨²n, de la diferencia. Hay que ver a qu¨¦ peregrinos paisajes argumentativos he llegado, tras haber partido de la molesta modestia de mis virus. Lo cual, por otra parte, prueba mi tesis. "Metaf¨ªsica est¨¢is", me dir¨ªa a m¨ª misma, parafraseando a Cervantes: "Es que tengo fiebre".
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