"La generaci¨®n del 98 clam¨® por la libertad y olvid¨® la democracia"
Del 98 vasco es el ¨²ltimo de los 59 libros publicados por El¨ªas Am¨¦zaga, "autor tesonudo, apasionado y amante de su pa¨ªs", como dice Emilio Palacios en el pr¨®logo. Am¨¦zaga, aficionado a los esfuerzos literarios tit¨¢nicos, lleva a?os empe?ado en recopilar a todos y cada uno de los vascos que escribieron. Del 98 vasco es un repaso a la generaci¨®n m¨¢s estudiada en este siglo realizado por este bilba¨ªno residente en Getxo, con 77 a?os, 15 nietos y bisabuelo de una nieta. Am¨¦zaga se detiene en el cuadro vasco, el m¨¢s amplio e importante, sobre todo Baroja, Maeztu, Unamuno, Bueno... Pregunta. ?Existi¨® la Generaci¨®n? Respuesta. Salaverr¨ªa dijo: "Todo el mundo habla de esa generaci¨®n como si hubiera existido". P¨ªo Baroja fue m¨¢s directo: "Tiene m¨¢s de invento que de hecho real". En el 98, la mayor¨ªa de los implicados ni siquiera eran conocidos. Baroja y Unamuno llegaron a escribir que "si exist¨ªa esa generaci¨®n, no pertenec¨ªan a ella". Lo que hab¨ªa, eso s¨ª, era una necesidad de protagonismo, "de sentirse jaleados, unidos para la posteridad". Lo cierto es que la inventaron los cr¨ªticos y con el tiempo acabar¨ªan acept¨¢ndola sus protagonistas. P. ?Y fue del 98?. R. Eso es m¨¢s falso a¨²n. Lo que ocurre es que los hechos m¨¢s tr¨¢gicos llegaron en el 98, con la p¨¦rdida de Cuba y Filipinas y la guerra con Estados Unidos, en la que murieron muchos in¨²tilmente. Maextu escribi¨® Maeztu que "lo peor fue el espect¨¢culo del hero¨ªsmo infructuoso, porque se dedujo que el valor era in¨²til". Lo de generaci¨®n del 98 fue una cuesti¨®n de morbo o de marketing. De ponerle alguna fecha m¨¢s exacta ser¨ªa de 1900, pero, sobre todo, de 1901, por el estreno (el 31 de enero) de la obra de Gald¨®s Electra, a la que Azor¨ªn llama "divina pieza, s¨ªmbolo de una Espa?a rediviva" y por la que en Baroja surge un escritor exaltado. P. ?Hubo, por tanto, coincidencias entre ellos? R. S¨ª, claro. Pese a la diferencias evidentes de las extra?as figuras y a que cada uno iba a lo suyo, coincidieron en aspectos como: su pertenencia a la peque?a burgues¨ªa, el hecho de cultivar el ensayo y la poes¨ªa l¨ªrica, amar el paisaje, tener esp¨ªritu cr¨ªtico e intententar ser sinceros, quejosos, pesimistas y creyentes de lo extraordinario por encima de la raz¨®n. La¨ªn advierte que "se evaden de su presente hist¨®rico por la v¨ªa del sue?o". P. ?Qu¨¦ posici¨®n toman en la situaci¨®n de entonces. Abogan por la libertad, la democracia? R. Por la libertad, s¨ª. Por la democracia, no. Aunque ya se sabe que casi todos ellos eran una marejada de contradicciones. Por eso dijo Aza?a que "comenzaron siendo anarquistas y terminaron comi¨¦ndose el rosario". A los sistemas pol¨ªticos, en general, los tildaron de obsoletos. Eso s¨ª, la libertad la consideraron, en palabras de Baroja, "un anhelo inamovible; lo que me importa, y lo considero como el aire respirable, es el ambiente de libertad y tolerancia; esto hace que uno pueda vivir como una persona y no como un animal domesticado por un domador tir¨¢nico". Para Maeztu, "libertad es bandera de progreso, m¨¢s all¨¢ la nada; y pueblos libres son los que tienen l¨ªderes que emplean su libertad en libertar verdades". P. ?Y la democracia?. R. Les cost¨® entenderla, fundamentalmente por ser ego¨ªstas ("el ego¨ªsmo es la fuerza de la vida", escribi¨® Baroja) y sobre todo porque tem¨ªan a las multitudes, como queda reflejado en esta frase de Bueno: "En el concierto pol¨ªtico, en cuanto la batuta sale de la plebe, la orquesta se desmanda con el desorden de un terremoto". Para Unamuno la democracia era la palabra m¨¢s insulsa que se ha inventado, "y sin embargo nos sugestiona y nos hace efecto". Lleg¨® incluso a manifestar su talante antidemocr¨¢tico en 1890, cuando estimaba m¨¢s "la opini¨®n de cuatro inteligentes que el aplauso de todo un pueblo de profanos". Pero en 1924, Soriano y Unamuno, en el destierro, coincid¨ªan en que "la hora de las democracias resurgir¨¢, no lo dud¨¦is". P. Lo que si parece evidente era la situaci¨®n real de crisis en Espa?a, en el 98 y antes; eso que llama Unamuno "la inquisici¨®n del miedo que dominaba los esp¨ªritus" o la Espa?a negra... R. Claro, hab¨ªa suficientes mimbres para un crisis aguda, la sociedad ven¨ªa descomponi¨¦ndose. Por tanto, estos de la generaci¨®n del 98 no se inventaron nada. Hicieron su politiquilla, pero no pasaron del primer nublado. Hay una frase de Baroja que lo refleja: "Sabemos que debemos hacer algo y no sabemos qu¨¦. Sabemos que hay una luz pero no sabemos d¨®nde". Siempre he pensado en los muchos problemas y muertes que pod¨ªan haberse evitado de haberse centrado entonces, pol¨ªticos e intelectuales, en hacer de Espa?a, por ejemplo, una confederaci¨®n de pueblos en lugar de un negro canto de paisajes y de ruinas. Ahora se habla de esa confederaci¨®n, la que debieron haber promovido en el 98. La culpa fue, como dijo Unamuno, de "la tendencia disociativa y la falta de horizonte". Del ego¨ªsmo. P. ?Que diferencias fundamentales encuentra en la sociedad de finales del XIX con esta de finales del XX?. Por ejemplo, se dec¨ªa entonces que "exist¨ªa una burgues¨ªa ego¨ªsta, traidora, sin ideales". R. Diferencias hay, pero tambi¨¦n coincidencias. Hoy puede decirse que hay menos caciques y usureros, y no hay 12 millones de trabajadores del campo explotados con viejos arados, como dec¨ªa Maeztu. El poder de la Iglesia es menor y los militares ya no pesan tanto. Pero en otras cuestiones la situaci¨®n es parecida; lo son las reivindicaciones nacionalistas, lo es la existencia de algunos pol¨ªticos ineptos y corruptos, y de algunas instituciones; o la situaci¨®n de la justicia, no por el desorden sino por la organizaci¨®n de la injusticia, que creo es m¨¢s grave. Han cambiado algunas cosas para mejor, como la europeizaci¨®n o el sentido democr¨¢tico, pero otras, no; incluso ahora los medios de informaci¨®n son muchos m¨¢s, m¨¢s fuertes y m¨¢s influyentes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.