Los ojos del estanque

Es frecuente que entre los recuerdos infantiles se cuele alguna historia en la que una rana ganase nuestro coraz¨®n del inter¨¦s. ?Cu¨¢ntas cosas les hemos hecho arropados por la ingenuidad de la infancia! Al igual que en otros sitios, en la alberca malague?a se puede apreciar que al agua le han salido unos ojos saltones y curiosos. Bajo la superficie, un coraz¨®n agita el pulso de una rana que rara vez mide m¨¢s de siete cent¨ªmetros y cuyas patas traseras resultan tan fuertes y robustas, que casi podr¨ªamos decir que nos encontramos con dos muelles de carne y hueso. Est¨¢ tensa porque el tiempo ya le permite esperar para capturar alguna presa en la superficie, una actividad que reclama unos nervios de acero, una agilidad de pel¨ªcula y un buen camuflaje sobre la piel gracias a una coloraci¨®n cambiante, generalmente de color verdoso. Con el agua en calma a su alrededor y unos buenos ba?os de sol, canta feliz proclamando a los cuatro vientos su existencia hasta que alg¨²n ruido le advierte de la presencia de alg¨²n peligro, quiz¨¢ un ni?o como el que algunos recuerdan, y que aconseja meterse en el agua y enterrarse bajo el fango del fondo. Si los avatares de la vida la respetan llegar¨¢ a cumplir los diez a?itos.