Una fecha aciaga para la izquierda europea
El representante m¨¢s conspicuo de la socialdemocracia europea tira la toalla. Oskar Lafontaine dimite de todos sus cargos y abandona la pol¨ªtica, a los pocos meses de haber contribuido de manera decisiva al retorno al poder, despu¨¦s de 16 a?os de ausencia. Cierto que ¨¦l solo con un discurso de izquierda no lo hubiera conseguido -la izquierda es minoritaria en Alemania, no como en Francia que roza la mitad del electorado-, pero tampoco Gerhard Schr?der hubiera vencido sin la ayuda de un partido al que su presidente hab¨ªa dado cohesi¨®n interna y un programa ilusionante. Predicar una mejor redistribuci¨®n de la renta nacional, una nueva pol¨ªtica fiscal que no favorezca a los m¨¢s ricos, en fin, una pol¨ªtica social de mayor alcance, aporta votos y puede adornar una campa?a electoral; lo que ya no se tolera es que se lleve a la pr¨¢ctica.Desde el supuesto de que el SPD, si ganaba, lo har¨ªa por una diferencia insignificante, Schr?der hab¨ªa anunciado un "nuevo centro", es decir, una gran coalici¨®n con los dem¨®cratas cristianos. Los resultados electorales, no s¨®lo impusieron una coalici¨®n rojiverde, que hace tan s¨®lo unos pocos a?os espantaba al electorado, sino que fortaleci¨® la posici¨®n de Lafontaine. Schr?der ha demostrado ser un buen t¨¢ctico, al dejar a su contrincante que pusiese en marcha su programa, seguro que la oposici¨®n del empresariado, y con ¨¦l, la de los medios, ir¨ªan desacreditando una pol¨ªtica que se calificaba de ca¨®tica -tratar de romper, aunque sea m¨ªnimamente, lo establecido, recibe siempre este calificativo- hasta que en el Consejo de Ministros del pasado mi¨¦rcoles puso el grito en el cielo, anunciando que no tolerar¨ªa ya m¨¢s una pol¨ªtica que fuera contra el empresariado. La esencia de la nueva izquierda parece consistir en la cuadratura del c¨ªrculo: llevar a cabo una pol¨ªtica liberal que cuente con la aprobaci¨®n y, si es posible, hasta con el entusiasmo de las grandes empresas, y que, sin embargo, favorezca a la mayor¨ªa, incluidos los m¨¢s despose¨ªdos.
Lafontaine y los dem¨¢s ministros que ¨¦l hab¨ªa propuesto, ante la disyuntiva de asumir sin protestar el cambio de tim¨®n que impon¨ªa Schr?der o bien dimitir, produciendo una crisis de tal envergadura que hubiera cuestionado el ulterior mandato del SPD en esta legislatura, la opci¨®n m¨¢s probable era no darse por aludidos y continuar con las zancadillas de la fracci¨®n liberal con la socialdem¨®crata, lo que hubiera prolongado el conflicto hasta que antes o despu¨¦s estallase, pero ya cuando el partido estuviese hecho trizas y su prestigio por los suelos.
Lafontaine, consciente de este peligro, y como ¨²ltimo sacrificio por un partido al que hab¨ªa consagrado su vida, ha preferido una soluci¨®n menos traum¨¢tica, con la que nadie contaba, y que habla muy a su favor: si la pol¨ªtica en la que cree s¨®lo es realizable poniendo al partido en el l¨ªmite de su sobrevivencia, mejor es marcharse a casa y dejar todo el poder a la fracci¨®n liberal. Que estaba condenado a ser el perdedor ha quedado de manifiesto al no arrastrar ninguna otra dimisi¨®n y al mirar Los Verdes hacia otro lado, como si las querellas internas de la socialdemocracia no les concerniesen.
Schr?der ha conseguido su principal objetivo, deshacerse de su rival y montarse solo en el poder -ya se ha hecho provisionalmente con la presidencia del partido, hasta que lo ratifique el pr¨®ximo congreso extraordinario- y se ha apresurado a controlar la crisis, confirmando la coalici¨®n y todos los dem¨¢s ministros, convencido de que se plegar¨¢n a su pol¨ªtica liberal de centro, o no le faltar¨¢ ocasiones de sustituirlos. El dilema al que se ven abocados Los Verdes es perder sus se?as de identidad en una pol¨ªtica liberal con ribetes ecol¨®gicos y terminar as¨ª a la larga desapareciendo, o bien intentar seguir con su programa hasta ser sustituidos por los liberales, otra vez, la coalici¨®n social-liberal, o por la gran coalici¨®n con los democristianos. Puede incluso que les ocurra lo peor, que despu¨¦s de quedar por completo desprestigiados, sean sustituidos. El 11 de marzo quedar¨¢ como una fecha aciaga en la memoria de la izquierda europea.
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