Vivan los rockeros

Todos los d¨ªas hay un atasco humano, de personas, en la Gran V¨ªa: el teatro Lope de Vega, que debe tener un aforo de mil butacas aproximadamente, ve sus puertas abarrotadas. Supongo que con alguna puerta abierta m¨¢s y con algo de adelanto se evitar¨ªa: pero se perder¨ªa esa sensaci¨®n de ¨¦xito que tan grata es siempre a los teatros.El ¨¦xito de la obra es absoluto: si la expectaci¨®n por Grease, la que fue gran creaci¨®n para el cine de John Travolta, es enorme, el entusiasmo final es indescriptible, y hasta la timidez del espa?ol se vence en algunos bailoteos en el patio de butacas, que s¨®lo se cortan para las ovaciones y los aulliditos caracter¨ªsticos de los pieles rojas urbanos.

Qu¨¦ l¨¢stima: qu¨¦ pena no sentirse uno penetrado por esa pasi¨®n del rock. Pero, bueno, tengo algunas otras cosas. Ante este espect¨¢culo, mi alegr¨ªa por los otros y un poco de envidia. Y el juicio intacto como para ver que el espect¨¢culo es excelente, que la orquesta y los cantantes lo mantienen, que la juventud domina en el escenario, que el ritmo est¨¢ vivo y que no desmerece los espect¨¢culos de Broadway.

Pensar en eso mitiga mi aburrimiento: no soy roquero, ni roquista -aunque no dejo de sentir la m¨²sica- y mi inter¨¦s por el musical americano se va desvaneciendo poco a poco.

Lo digo por si entre los lectores hay alguno tan afligido como yo por estas cosas: no siendo as¨ª, busquen las localidades, corran, bailoteen, palmoteen y griten. Es una buena ocasi¨®n.