Schr?der impuso su candidato
Gerhard Schr?der ten¨ªa prisa por demostrar capacidad de reacci¨®n a sus socios europeos. Lo demostr¨®. Le vino como anillo al dedo disponer de un candidato digno, dispuesto oportunamente a todo. S¨®lo el futuro dir¨¢ si esta precipitaci¨®n desemboca en una reedici¨®n de la ¨¦poca Santer, en el sentido de consagrar un presidente de la Comisi¨®n d¨¦bil e inclinado al pasteleo, o, si bajo el amable Prodi, anida un gigante con ambici¨®n similar a la de Jacques Delors.En la biograf¨ªa del profesor hay datos contradictorios v¨¢lidos para cualquiera de ambas apuestas: el acceso de Italia al euro, y su tardanza en concentrarse en esa operaci¨®n, de la que se convenci¨® por Aznar; la habilidad para formar una alianza hist¨®rica con los postcomunistas, y su incapacidad para mantenerse a su cabeza... Pero que no hubiera otros candidatos sobre la mesa, que el perfil adecuad¨ªsimo de Javier Solana estuviese en ese momento dedicado a la gran operaci¨®n de salvar Kosovo, que los Quince hubiesen sido sensibles a la fort¨ªsima presi¨®n de Massimo D"Alema, no son excelentes s¨ªntomas para la Uni¨®n Europea.
Prodi cumple dos de los tres requisitos no escritos tradicionales para sustituir a Jacques Santer. Viene de un pa¨ªs grande (frente al peque?o Luxemburgo) y surista (frente al gran ducado centroeuropeo). Pero no el tercero: Prodi es democristiano, no socialista como corresponder¨ªa. "No me importa que vaya a misa el domingo, si el lunes demuestra sentido social", alega el primer ministro holand¨¦s, Wim Kok.
Con su elecci¨®n, vuelve un aut¨¦ntico mediterr¨¢neo a la poltrona de Bruselas por vez primera en casi treinta a?os. Le antecedieron los luxemburgueses Santer y Gaston Thorn, los franceses Jacques Delors y Fran?ois Xavier Ortoli, el brit¨¢nico Roy Jenkins, el holand¨¦s Sicco Mansholt... y el tambi¨¦n italiano Franco Maria Malfatti, en un mandato auto-truncado a medio camino, a principios de los setenta, para volver a la pol¨ªtica italiana.
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