El Parlamento, a la cola

NO PUEDE decirse que el Gobierno haya estado sobrado de reflejos a la hora de dar explicaciones a la opini¨®n p¨²blica y al Parlamento sobre la implicaci¨®n de Espa?a en la operaci¨®n de la OTAN sobre Yugoslavia. El ministro de Defensa, Eduardo Serra, acudi¨® al Congreso el viernes ¨²ltimo, cuatro d¨ªas despu¨¦s de ordenado el ataque, forzado por el creciente revuelo pol¨ªtico generado por esa ausencia de reacci¨®n. El presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, hizo su primera declaraci¨®n oficial m¨¢s de 24 horas despu¨¦s de que el secretario general de la OTAN, Javier Solana, hiciera p¨²blica su decisi¨®n de atacar. Su capacidad de improvisaci¨®n result¨® nula. De todos los jefes de Gobierno de los pa¨ªses de la OTAN participantes en los bombardeos de Yugoslavia, el espa?ol fue el ¨²ltimo en pronunciarse p¨²blicamente sobre el conflicto. Tambi¨¦n el Parlamento espa?ol ha sido el ¨²ltimo en recibir alg¨²n tipo de explicaci¨®n por parte del Gobierno sobre la operaci¨®n. Con raz¨®n, la oposici¨®n se ha sentido ninguneada y, a trav¨¦s de ella, el resto de los ciudadanos.La explicaci¨®n m¨¢s bondadosa de esa tardanza es que se deba a una err¨®nea o deficiente evaluaci¨®n de la situaci¨®n, derivada del deseo de minimizar la implicaci¨®n militar de Espa?a en el conflicto. El distancimiento del ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, y la pr¨¢ctica desaparici¨®n del de Defensa, Eduardo Serra, en los primeros momentos del conflicto se pueden analizar, quiz¨¢s, por el deseo inicial del Gobierno de transmitir el mensaje de que lo que suced¨ªa en Yugoslavia no afectaba demasiado a Espa?a. Pero la realidad es que afecta a nuestro pa¨ªs, y mucho, y que tiene una gravedad suma, como el resto de los Gobiernos participantes en la operaci¨®n militar no han ocultado a sus ciudadanos.

Pero la versi¨®n m¨¢s plausible del ninguneo parlamentario tiene que ver con la concepci¨®n que del poder legislativo tiene de forma habitual el Ejecutivo de Aznar: no es la primera vez que se le aparca en asuntos de mucha trascendencia como es el que nos ocupa. Esa actitud no se corresponde, desde luego, con su promesa electoral de 1996 de hacer del Parlamento "el centro de la vida pol¨ªtica" y de dotarle de capacidad "para exigir la respuesta del presidente del Gobierno a preguntas e interpelaciones de especial relieve". Que una vez iniciadas las operaciones militares nadie del Gobierno se apresurara a ir al Congreso es una forma de desmentir en la pr¨¢ctica esa prometida "centralidad pol¨ªtica" del Parlamento. Si Aznar se reserva para asuntos que, a su juicio, puedan ser de mayor inter¨¦s para Espa?a, lo cual puede ser calificado por lo menos de curioso, alguien del Gobierno tendr¨ªa que haberse apresurado a dar esas explicaciones. Pero es dif¨ªcil admitir que la implicaci¨®n militar de Espa?a en Yugoslavia pueda tener menor importancia que algunas de las cuestiones a las que Aznar debe responder en los plenos del Congreso de los mi¨¦rcoles.

Desde el Gobierno se ha intentado en un primer momento justificar su actitud. Alg¨²n ministro ha llegado a se?alar que, al no tratarse de una guerra propiamente dicha, no era prioritario un debate en el Parlamento. Pero, al margen de c¨®mo se llamen las cosas -los serbios hablan de " estado de guerra"-, de lo que no hay duda es de que se trata de una acci¨®n b¨¦lica en toda regla. Tampoco puede decirse que la implicaci¨®n espa?ola sea tan escasa. Adem¨¢s de los cuatro aviones de combate y uno de transporte implicados directamente en la operaci¨®n y de otros que est¨¢n a disposici¨®n de la OTAN, Espa?a contribuye con algunos barcos a misiones de vigilancia del Adri¨¢tico y ha autorizado a EEUU el despliege de aviones cisterna desde la base de Mor¨®n de la Frontera(Sevilla). Adem¨¢s, no hay que olvidar los 1.350 militares espa?oles destacados en zonas pr¨®ximas a la del conflicto (250 en la zona de Bosnia bajo control serbio) en misiones de car¨¢cter humanitario. La contribuci¨®n espa?ola es la que el Gobierno ha decidido y compromete a Espa?a igual que a los otros pa¨ªses que contribuyen a la operaci¨®n con mayores efectivos. Salvadas las distancias, el conflicto de Serbia exige la misma relaci¨®n entre Gobierno y Parlamento que la que hubo durante la crisis del golfo P¨¦rsico hace nueve a?os. Si en aquel conflicto, en el que Espa?a particip¨® con una fragata y dos corbetas en retaguardia, se lleg¨® a una relaci¨®n fluida y equilibrada entre el Gobierno y el Parlamento, ello se debi¨® en gran medida a la presi¨®n ejercida por el Partido Popular, entonces en la oposici¨®n. Pues ahora se trata de que este partido haga como Gobierno lo que leg¨ªtimamente exigi¨® como oposici¨®n y que prometi¨® hacer si llegaba al poder: convertir al Parlamento en centro de la vida pol¨ªtica como corresponde en una democracia. El conflicto de Serbia, la implicaci¨®n espa?ola y sus posibles consecuencias merecen un debate serio y oportuno en el Parlamento como ha pedido la oposici¨®n. Y con Aznar dando la cara.