Las esculturas del agua
Antes el Torcal era mar, y en ¨¦l viv¨ªan peces prehist¨®ricos, reptiles acu¨¢ticos y moluscos gigantes. Hoy, 200 millones de a?os m¨¢s tarde, los humildes huesos y conchas de estos animales, hechos trizas, amasados y convertidos en piedra blanquecina, toman formas inesperadas y barrocas y se alzan a 1.400 metros de altitud. Ya no quedan saurios submarinos; en el Torcal de ahora hay ¨¢guilas, cabras montesas, zorros, tar¨¢ntulas y murci¨¦lagos, adem¨¢s de encinas y orqu¨ªdeas. Y, por supuesto, seres humanos. 100.000 visitantes se sorprenden cada a?o de la belleza peculiar de este paraje de la Vega de Antequera, que con s¨®lo 17 kil¨®metros cuadrados de superficie es un cat¨¢logo perfecto y exhaustivo de las im¨¢genes que el agua es capaz de tallar sobre roca caliza. Todas las claves de este paisaje, de las m¨¢s misteriosas y lejanas a las m¨¢s pr¨®ximas, residen en el agua. Y sin embargo el aspecto del Torcal resulta seco y ¨¢spero. Parece un contrasentido, pero no lo es: la piedra calc¨¢rea, materia prima de esta curiosa construcci¨®n natural, es porosa como una esponja. As¨ª que, adem¨¢s de resultar especialmente sensible a los golpes de escoplo del agua y dar lugar a figuras poco veros¨ªmiles, deja pasar la lluvia hasta el subsuelo. Por eso aqu¨ª los r¨ªos son subterr¨¢neos, y van abriendo cavidades ocultas en el interior de la tierra, que por fuera mantiene una apariencia de solidez desnuda. Desnuda y llena de imaginaci¨®n. Hay piezas que tienen nombre propio, como por ejemplo la esfinge, que parece hermana peque?a de la de Gizeh, o el camello, que alza la cabeza y la joroba con aire altivo. Hay otras figuras de nomenclatura m¨¢s moderna, como el tornillo o los prism¨¢ticos. Y otras de sonoridad muy local, como los bollos, en golosa alusi¨®n a los mundialmente famosos molletes de Antequera. La inventiva sobra. Hasta las formaciones m¨¢s cl¨¢sicas del karst -el nombre t¨¦cnico del modelado de las rocas calizas- se llaman de otra manera. Las dolinas, hondonadas que parecen anfiteatros llenos de eco, son torcas y bautizan al Torcal entero. Los corredores, barranqueras profundas y alargadas, se conocen como callejones. Y tambi¨¦n hay pilones, una especie de c¨¢ntaros excavados pulcramente en la roca. Pero no todo son piedras de dise?o extravagante: el Torcal alberga much¨ªsimas riquezas vegetales. En las zonas m¨¢s inaccesibles crecen encinas, quejigos y arces; donde quiera que se acumula un poco de tierra aparecen majuelos y endrinos. Hiedras y madreselvas trepan piedra arriba. Y son muchas las plantas que aprovechan las grietas y oquedades de las rocas. Pero probablemente lo m¨¢s ex¨®tico de la flora del Torcal son 20 especies de orqu¨ªdeas de todos los colores. Este lugar est¨¢ lleno de inter¨¦s para los naturalistas, que pueden encontrar, adem¨¢s, buitres leonados, b¨²hos reales, lirones caretos, salamanquesas y v¨ªboras hocicudas. Lo que falta en el Torcal son seres humanos en calidad de residentes. No hay casas ni hoteles, y la Ley de Espacios Naturales proh¨ªbe expresamente acampar. Pero este paraje ha estado ocupado por el hombre desde muy antiguo. Los romanos fueron los primeros en utilizarlo como cantera y en difundir las cualidades de su roca. Buena parte de la Anticaria romana debi¨® de construirse con estos materiales. Los ¨¢rabes tambi¨¦n extrajeron piedra, y adem¨¢s llevaron a sus reba?os a pastar all¨ª. ?se fue el principio de la deforestaci¨®n, que a lo largo de 12 siglos transform¨® irreversiblemente lo que hab¨ªa sido un denso encinar. El siglo XIX fue especialmente traum¨¢tico: las talas y las quemas se hicieron intensivas. Despu¨¦s qued¨® clara la necesidad de proteger el paraje legalmente. Esta idea tom¨® forma efectiva en 1989: se declar¨® Paraje Natural, y hasta la fecha. Visitas guiadas Mar¨ªa del Mar Castilla -que trabaja en Crataegus, la empresa de turismo rural que lleva el servicio de visitas guiadas al Torcal- explica que es mejor ir acompa?ado por muchas razones. "Primero, porque esto es un verdadero laberinto, en el que apenas hay puntos de referencia. Y si se levanta niebla lo m¨¢s f¨¢cil es perderse". Hay otra cuesti¨®n importante. "El tipo de visitantes que tenemos ha cambiado mucho en los ¨²ltimos a?os. Antes eran escaladores, gente muy acostumbrada a la monta?a. Ahora viene mucha m¨¢s gente, pero son personas mayores, estudiantes, digamos turistas no especializados". Eso, a juicio de Mar¨ªa del Mar, hace que se beneficien m¨¢s de esta clase de apoyo. Se puede pedir un gu¨ªa por tel¨¦fono, concertando una cita en el 952 031389. Los itinerarios se dise?an en funci¨®n de la edad, el estado f¨ªsico y la disponibilidad de tiempo del grupo, de modo que puede oscilar entre treinta minutitos llanos y unas horas m¨¢s escarpadas. "Lo mejor es venir en primavera", se?ala Mar¨ªa del Mar, sentada en un mirador. Detr¨¢s de ella, todo El Torcal le da la raz¨®n.
Patrimonio art¨ªstico
La excursi¨®n a El Torcal no debe acabar sin una visita a la ciudad de Antequera, que atesora un apabullante patrimonio art¨ªstico en iglesias y conventos renacentistas y barrocos. Entre los 28 templos antiguos que se conservan en perfecto estado destacan la Iglesia de San Sebasti¨¢n, del siglo XVI, con su torre barroco-mud¨¦jar, o la Iglesia del Carmen, tambi¨¦n mud¨¦jar, que es monumento nacional. Si se decide alargar la estancia durante la Semana Santa, conviene acudir a los desfiles procesionales. Tanto las im¨¢genes como el ajuar que las cofrad¨ªas sacan a la calle son de un valor incalculable, por su antig¨¹edad, su riqueza y por sus m¨²ltiples peculiaridades, como las elevadas peanas que llevan los tronos de las v¨ªrgenes. Las tallas que se procesionan son todas antiqu¨ªsimas, porque se salvaron de la quema de im¨¢genes de la Guerra Civil. Para los aficionados a la arqueolog¨ªa tambi¨¦n hay atractivos. Adem¨¢s de las famosas Cuevas de Menga, Viera y El Romeral, importantes restos megal¨ªticos, la villa conserva el Efebo de Antequera, un bronce romano de influencia helen¨ªstica cuya factura se fecha en el siglo I, y que est¨¢ considerado como la pieza m¨¢s valiosa de escultura romana hallada en suelo peninsular. No hay que olvidar su notable gastronom¨ªa: la porra y el bienmesabe son dos de sus estandartes.
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