Drama, farsa y sarcasmo
La tragedia es inmensa. Mucho mayor de lo que pretende ese l¨ªder comunista espa?ol que hace un par de d¨ªas, y en pose de pat¨¦tica caricatura bolchevique, arengaba en contra de la OTAN a unas docenas de futbolistas serbios millonarios en las calles de Madrid. Si todos los que hoy se sienten indignados contra el supuesto militarismo de la OTAN y su intervenci¨®n militar contra el r¨¦gimen de Belgrado, se hubieran movilizado la mitad de airados que ahora contra el crimen sistem¨¢tico de que es v¨ªctima la mayor¨ªa albanesa en Kosovo, quiz¨¢s no hubi¨¦ramos llegado a estos momentos tr¨¢gicos que, sin duda son un punto de inflexi¨®n en la historia contempor¨¢nea de Europa.Las emociones de aquellos que ven como su pa¨ªs est¨¢ siendo bombardeado son l¨®gicas y respetables. Incluso si algunos reconocen, con desprecio, que las ¨²nicas muertes que les importan son las suyas. L¨®gicos, pero nada respetables, son los intentos de pol¨ªticos e intelectuales no serbios de utilizar a los muertos de los Balcanes para hacer abono contra la Alianza Atl¨¢ntica en su propia inanidad pol¨ªtica. Sobre todo porque los muertos en su inmensa mayor¨ªa -nadie se atreve a decir a¨²n en qu¨¦ medida y da miedo pensarlo-, son v¨ªctimas, no de la OTAN sino de aquellos a los que estos grandes te¨®ricos del soberanismo y el derecho internacional consideran ser el objeto de agresi¨®n y que ya no son m¨¢s que matarifes medievales lanzados a una org¨ªa de exterminio de la poblaci¨®n civil albanesa.
La OTAN habr¨ªa estado encantada si el primer ministro ruso, Yevgueni Primakov, hubiera logrado con su viaje de ayer a Belgrado que Milosevic accediera a parar el genocidio en marcha en Kosovo y aceptar unas condiciones similares a las del plan de Rambouillet que, dado lo sucedido, son ya las mejores que puede esperar. Habr¨ªa sido mucho m¨¢s de lo que el propio Primakov y el presidente Bor¨ªs Yeltsin hab¨ªan logrado en los ¨²ltimos meses. Porque si Rusia se siente indignada por la operaci¨®n de la OTAN cuyo objetivo es poner fin al genocidio, tambi¨¦n lo est¨¢ por la frustraci¨®n que ha producido en Mosc¨² la nula influencia que ha podido ejercer sobre Milosevic para que firmara el acuerdo de Rambouillet y adoptara una postura m¨ªnimamente civilizada.
Las manifestaciones de Primakov al salir de Belgrado, diciendo que Milosevic estar¨ªa de acuerdo en volver a negociaciones siempre que la OTAN suspenda los combates son, por decirlo de una forma cauta, un poco menos que nada de nada. Primakov vuelve a salir humillado de la casa del hermano peque?o de los rusos, Serbia, a su vez convertida en reh¨¦n por su dirigente, Milosevic. Rusia por tanto no ha podido convencer, obligar ni disuadir a Milosevic en nada, por mucho que sus ministros y Primakov a la cabeza recurran a eufemismos diplom¨¢ticos. Y la exigencia a?adida de suspensi¨®n de las sanciones no es sino un sarcasmo que Milosevic a?ade al pat¨¦tico equipaje que el primer ministro ruso saca de Belgrado.
Rusia ha fracasado y, por desgracia, es la hora de las armas. Lo ser¨¢ mientras Milosevic no acepte acabar con las matanzas en Kosovo, aceptar todos los t¨¦rminos pol¨ªticos del acuerdo de Rambouillet y asumir el permanente despliegue de la OTAN en la provincia como fuerza garante. Cuando este drama termine, es dif¨ªcil ya imaginar que Milosevic, responsable directo de las muertes en Kosovo, pueda estar en disposici¨®n de negociar nada. Cada d¨ªa que pasa est¨¢ m¨¢s lejos de la mesa negociadora y m¨¢s cerca de un puesto privilegiado en un tribunal de criminales de guerra y genocidas que, tarde o temprano, habr¨¢ de formarse para rememorar y perseguir los terribles acontecimientos de estos d¨ªas.
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