La mujer, en casa

Hace pocos d¨ªas, Manuel sal¨ªa tambale¨¢ndose del bar Terraza, en Villaseca, despu¨¦s de pagar sus tres "chupiti" con las monedas que apretaba en una mano. "?No te caigas en el hielo!", le grit¨® una vecina, que re¨ªa. Tembloroso, pero digno, Manuel se fue pisando la nieve hasta el pr¨®ximo local.El alcoholismo es muy habitual entre los caboverdianos. Cuenta una trabajadora social que ellos beben en el bar y ellas, en casa, solas. En ese ambiente, los malos tratos anidan con m¨¢s frecuencia de la que los servicios sociales pueden vigilar. No hay denuncias. Sus bailes, sus broncas, su diversi¨®n o los "autobuses de madrile?as" que ellos fletan para traer a sus amigas caboverdianas de la capital frente a la sumisi¨®n de sus esposas son cosas que transcurren de puertas para adentro. S¨®lo a trav¨¦s de los ni?os en la escuela se pueden atisbar las carencias de su mundo.

"Cuando la asociaci¨®n de caboverdianos organiza algo, ellos acuden en masa. Pero nadie viene cuando lo organizamos nosotros", cuenta una asistenta social de Villablino. En la clase de alfabetizaci¨®n, los caboverdianos se esconden ante la llegada de extra?os. Y es que lo que m¨¢s necesitan, seg¨²n la directora de estos cursos, es una inyecci¨®n de autoestima.