Basura bajo pl¨¢stico
,Fue a principios de los a?os sesenta cuando el desaparecido Instituto Nacional de Colonizaci¨®n empez¨® a experimentar con los cultivos bajo pl¨¢stico. La nueva t¨¦cnica dio unos excelentes resultados. Si en 1969, y en el Campo de Dal¨ªas, apenas se contabilizaron 75 hect¨¢reas dedicadas a este tipo de agricultura, diez a?os despu¨¦s la cifra se hab¨ªa elevado hasta las 7.500, y hoy este tipo de explotaciones superan las 20.000 hect¨¢reas. En un primer momento los impactos ambientales de la nueva actividad se refer¨ªan a la destrucci¨®n del suelo, la transformaci¨®n del paisaje, dominado por praderas mediterr¨¢neas, y la extracci¨®n indiscriminada de arena en playas y dunas del entorno, alteraciones sobre las que no se aplicaron medidas correctoras. Los desechos, sin embargo, eran m¨ªnimos. Los residuos vegetales de las cosechas eran utilizados como alimento para el ganado. Los invernaderos, por el contrario, necesitaban de acceso rodado, acometida el¨¦ctrica y agua, de manera que a¨²n siendo suelo agr¨ªcola comenz¨® a asemejarse al urbano, pero sin contar con las infraestructuras de saneamiento adecuadas a sus caracter¨ªsticas. Adem¨¢s, la expansi¨®n de estas explotaciones trajo como consecuencia la introducci¨®n de numerosos elementos artificiales, desde pl¨¢sticos para cubrir los cultivos hasta diferentes sustancias qu¨ªmicas para enriquecer los suelos o combatir plagas. Como explica el Grupo Ecologista Mediterr¨¢neo (GEM) en un exhaustivo informe sobre esta cuesti¨®n, "ni los agricultores, ni la administraci¨®n, ni los fabricantes hab¨ªan previsto qu¨¦ hacer al finalizar el periodo de utilizaci¨®n de todos estos elementos". Una hect¨¢rea dedicada, por ejemplo, al cultivo de pimientos precisa al cabo de un a?o de unas 3.300 toneladas de agua, 2,3 toneladas de fertilizantes, 200 kilos de pesticidas y una tonelada de pl¨¢sticos. La cosecha final, estimada en unas 65 toneladas, deja como desechos la pr¨¢ctica totalidad de los pl¨¢sticos, cerca de 27 toneladas de residuos vegetales y alrededor de 300 kilos de aguas contaminadas por fertilizantes y productos fitosanitarios. De esta manera, la comarca del Poniente almeriense se enfrenta todos los a?os a la gesti¨®n de cerca 630.000 toneladas de residuos procedentes de la agricultura. La mayor¨ªa (600.000 toneladas) son restos vegetales, seguidos por los pl¨¢sticos que suman m¨¢s de 20.000 toneladas. Los primeros suelen acabar en vertederos urbanos, reduciendo de forma notable su capacidad y vida ¨²til, aunque ya se han instalado en la zona algunas empresas que han comenzado a procesarlos, en peque?as cantidades, para obtener abono org¨¢nico. Los pl¨¢sticos, algunos de los cuales a¨²n se siguen arrojando en cualquier sitio o se incineran a pie de invernadero, se reciclan en dos plantas que tampoco pueden hacerse cargo del total de la producci¨®n. M¨¢s complejo de resolver es el caso de los envases de productos fitosanitarios, de los que en toda la provincia de Almer¨ªa se consumen cada a?o cerca de un mill¨®n de unidades. Considerados como residuos t¨®xicos y peligrosos no existe, sin embargo, ning¨²n sistema de recogida espec¨ªfico, por lo que suelen aparecer abandonados en lugares inadecuados o bien mezclados con otras basuras Algunos ayuntamientos, como el de El Ejido, desarrollan planes de higiene rural que incluyen diferentes sistemas de recogida y eliminaci¨®n de residuos. Asimismo, se trabaja en diferentes proyectos de investigaci¨®n, p¨²blicos y privados, que hagan posible una mayor tasa de reciclaje, evitando as¨ª la simple acumulaci¨®n en vertederos de los desechos retirados. En definitiva, todas estas explotaciones necesitar¨ªan de un servicio de recogida de basuras y ser¨ªa conveniente dotarlas de alg¨²n sistema, similar a una red de alcantarillado, que retire las aguas residuales. A juicio del GEM, "los terrenos ocupados por invernaderos m¨¢s que a zonas de cultivo se parecen a pol¨ªgonos industriales, y as¨ª deber¨ªan ser considerados, como ya se ha hecho, por ejemplo, en Holanda". Los ecologistas reclaman, asimismo, un plan de gesti¨®n integral de los residuos
Historia de una invasi¨®n
Hasta finales de los a?os 50 la mayor parte del Poniente almeriense se encontraba sin cultivar o con plantaciones de secano. Los regad¨ªos se limitaban a peque?as manchas que aprovechaban las escasas aguas superficiales o recursos subterr¨¢neos de baja calidad. A la zona de Roquetas y Aguadulce, dominada por los terrenos des¨¦rticos, se le supon¨ªan grandes posibilidades agr¨ªcolas, debido a su excepcional climatolog¨ªa, siempre y cuando se encontraran las t¨¦cnicas adecuadas para ponerla en cultivo. El enarenado, las plantaciones bajo pl¨¢stico, el riego por goteo o los m¨¢s modernos cultivos hidrop¨®nicos (en los que un sustrato artificial sustituye a la tierra f¨¦rtil) vinieron a resolver esta limitaci¨®n, de tal manera que en 30 a?os la superficie cultivada mediante estos sistemas se ha multiplicado por 250. Aunque la aplicaci¨®n de estas t¨¦cnicas obliga a soportar mayores inversiones que en un cultivo tradicional, los beneficios tambi¨¦n se incrementan. Seg¨²n los estudios llevados a cabo por la Consejer¨ªa de Agricultura en El Ejido, la producci¨®n bruta anual de una hect¨¢rea de invernadero era de 7,5 millones de pesetas en 1996, con unos costes globales de 4,2 millones, lo que supon¨ªa un beneficio neto de m¨¢s de 3 millones de pesetas. Adem¨¢s de los problemas ambientales que ha generado, la expansi¨®n de la agricultura bajo pl¨¢stico tambi¨¦n ha originado algunos desequilibrios sociales, en especial aquellos asociados a la importante corriente migratoria que se ha dirigido a estas zonas para atender a una creciente demanda de mano de obra. En la actualidad una buena parte de los trabajadores proceden del norte y centro de ?frica.
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