Devolver la dignidad
Ha sido necesario el desarraigo forzoso de todo el pueblo albanokosovar y su deportaci¨®n al otro lado de la frontera para que finalmente la clase pol¨ªtica italiana deje de mirarse el ombligo y empiece a razonar sobre lo que pasa en los Balcanes, prescindiendo de sus posibles efectos en la pol¨ªtica italiana. De amenazas de crisis anunciadas y no materializadas, de posiciones de secretar¨ªas de partido proclamadas como si provinieran de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, se ha pasado -espero- a una fase m¨¢s madura de reflexi¨®n pol¨ªtica. Las im¨¢genes de una humanidad tr¨¢gica y desheredada, no v¨ªctima de war games occidentales sino de un proyecto, siempre el mismo, de represi¨®n ¨¦tnica, ha hecho mella, finalmente, entre los pol¨ªticos italianos. Con dos efectos positivos: silenciar para siempre -esperamos- a los que ven a Italia siempre en primera l¨ªnea en estas crisis balc¨¢nicas y siempre "abandonada a sus suerte" ante los flujos incontrolados de inmigraci¨®n; aclarar incluso para los esp¨ªritus m¨¢s angustiados de nuestros comunistas veteranos transformados en eslav¨®filos a ultranza, as¨ª como a todo tipo de pacifistas que esta guerra no la ha provocado la OTAN, y que hacer profesi¨®n de paz a toda costa frente a un carnicero tiene el mismo espesor pol¨ªtico o cultural que el famoso eslogan de los sesenta "hagamos el amor y no la guerra".Italia, deber¨ªa estar ya claro, no est¨¢ en esa primera fila de los que sufren las consecuencias del conflicto. Est¨¢ en cuarta o quinta fila: tras los desesperados todav¨ªa atrapados en Kosovo; tras los albanokosovares deportados; tras Albania y Macedonia, anegadas por medio mill¨®n de pr¨®fugos. ?Qu¨¦ lecci¨®n de solidaridad y de firmeza da a Italia el pa¨ªs m¨¢s pobre de Europa, de esa Albania que encarna para muchos medios de comunicaci¨®n y para los demagogos de la "tolerancia cero" la principal amenaza para nuestro opulento y ego¨ªsta "vivir civil"!
Por muchos intereses econ¨®micos, geopol¨ªticos y geoestrat¨¦gicos que se intenten relacionar con la crisis de Kosovo, no se ve detr¨¢s de esta guerra ni petr¨®leo, ni diamantes ni el control de los Dardanelos. Lo que est¨¢ en juego es la supervivencia de los valores fundadores de nuestra democracia: el Estado de derecho, el respeto a los derechos humanos fundamentales y a la ley.
El ultranacionalismo serbio expresa, adem¨¢s de una fuerte inclinaci¨®n a delinquir en el ¨¢mbito del derecho internacional, un proyecto pol¨ªtica e hist¨®ricamente suicida, un sombr¨ªo desmembramiento que convierte la estregia del establishment de Belgrado cruenta y, a la vez, perdedora. Una estrategia que ya ha amputado a la Yugoslavia de Tito, Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina; que empuja a Montenegro a la v¨ªa de la independencia y que terminar¨¢ por arrancar Kosovo de las garras del extremismo serbio en armas. ?Qu¨¦ destino que no sea el fracaso puede tener hoy un proyecto chovinista, hegemonizante, en una parte del mundo que es un caleidoscopio de naciones, culturas y religiones?
Enumero estos diez a?os de fracasos pol¨ªticos y militares de Milosevic no para hundir a¨²n m¨¢s al h¨¦roe negativo de los Balcanes, sino para recordar a las diplomacias europeas que desde hace a?os dispon¨ªan de los elementos de an¨¢lisis necesarios para definir y defender activamente una frontera ideal, insuperable, entre barbarie y legalidad, entre ley del m¨¢s fuerte y Estado de derecho. Por el contrario, y contra toda l¨®gica pol¨ªtica, todas las canciller¨ªas europeas han minimizado y aplazado el problema. El horror y el desconcierto de estos d¨ªas desmuestran una vez m¨¢s que la realpolitik sorda y ciega a las instancias de los defensores de la ley o los derechos humanos no sirve. Y no es sostenible. Habr¨ªa que alegrarse de estas consideraciones si no las provocara el en¨¦simo desastre humanitario, por otra parte previsible. La comunidad internacional, que ha adquirido el compromiso de poner fin al martirio de Kosovo, debe afrontar incluso las consecuencias del ¨²ltimo crimen orquestado por Belgrado: la deportaci¨®n hacia los pa¨ªses vecinos de m¨¢s de 400.000 seres humanos y la posibilidad de que otros centenares de miles de civiles albanokosovares -despose¨ªdos de todo, incluso de los documentos de identidad- sean proyectados a modo de "bombas humanas" all¨ª donde su peresencia resulte m¨¢s desestabilizadora.
Las v¨ªctimas de Milosevic son una nueva representaci¨®n de la "pesadilla humanitaria": centenares de miles de seres desprovistos de todo y dif¨ªcilmente localizables a quienes s¨®lo puede socorrer una acci¨®n combinada, humanitaria y militar. Se habla hoy de puentes a¨¦reos para arrancar al mayor n¨²mero posible de kosovares de su pesadilla y llevarles a lugares confortables y seguros, a lo largo y ancho del mundo. Es una idea generosa, pero que plantea m¨¢s de una duda por su alt¨ªsimo coste y largu¨ªsima duraci¨®n; por las dificultades log¨ªsticas que crear¨ªa en un espacio a¨¦reo ya congestionado por vuelos militares y humanitarios. Por la imposibilidad de adoptar un criterio ecu¨¢nime en la selecci¨®n de los candidatos a este "exilio tras la deportaci¨®n"; porque la casi totalidad de los refugiados no quiere alejarse de una tierra a la que quiere volver y no quiere sufrir m¨¢s divisiones y separaciones de familias y comunidades; porque trasplantar un n¨²mero consistente de kosovares de origen alban¨¦s fuera de Kosovo es exactamente el objetivo perseguido por Milosevic.
La Europa de los Quince dispone de los medios materiales necesarios para ayudar a los pa¨ªses fronterizos y vecinos de Kosovo ha hacerse cargo -cada uno de la forma m¨¢s apropiada- del mayor n¨²mero posible de deportados kosovares. Ayudando a las v¨ªctimas a "asediar" a su verdugo se devuelve la dignidad a los leg¨ªtimos habitantes de Kosovo, en la esperanza de poder devolverles su patria lo antes posible.
La principal preocupaci¨®n ata?e a la suerte de m¨¢s de un mill¨®n de kosovares a¨²n en manos de los soldados y de la soldadesca de Milosevic. En la actual situaci¨®n, las agencias humanitarias no tienen ninguna esperanza de poder suministrarles ni siquiera un m¨ªnimo de asistencia sin una protecci¨®n militar que garantice la seguridad de las v¨ªctimas y de los agentes humanitarios. Es evidente que son necesarios "espacios humanitarios" en Kosovo -pasillos, enclaves, da igual el nombre- siempre que quede clara una cosa: en ning¨²n caso se puede confiar a las Fuerzas Armadas de Belgrado la seguridad de estos espacios. A menos que queramos ampliar la lista de las verg¨¹enzas, de las masacres anunciadas y no impedidas, que ya comprende a Osjek, V¨²kovar, Zepa, Gorazde y Sarajevo.
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