Morante abre la Puerta del Pr¨ªncipe
Morante de la Puebla abri¨® la famosa Puerta del Pr¨ªncipe. Con todo merecimiento la abri¨® y por all¨ª le sacaron a hombros, rodeado de una multitud enfervorizada que le aclamaba "?Torero!". La Maestranza, tan orejista y aplaudidora hoga?o, hab¨ªa visto torear de verdad. Hab¨ªa visto cuajar dos faenas importantes, inspiradas y emotivas, a un torero de una pieza. Dos faenas de distinto corte pues de distinta condici¨®n eran los toros. Dos faenas en las que derroch¨® torer¨ªa y en las que hubo de arriesgar el f¨ªsico para alzarse con el triunfo total.
Al toro noble, lidiado tercero, le embarc¨® depurando la interpretaci¨®n de las suertes; al toro bronco le ret¨® junto a la boca de riego, le aguant¨® las intemperantes acometidas, le sorte¨® los ga?afones, acab¨® domin¨¢ndolo y lo fulmin¨® de una estocada a ley. Doblaba el toro y los tendidos de la Maestranza ya estaban cuajados de pa?uelos, en petici¨®n un¨¢nime de esa tercera oreja que le dar¨ªa franqu¨ªa para salir por la puerta grande, que es la emblem¨¢tica Puerta del Pr¨ªncipe.
Guadalest / Litri, Cordob¨¦s, Morante
Toros de Guadalest (cinco hab¨ªan sido rechazados en el reconocimiento; 5? devuelto por inv¨¢lido), de escaso trap¨ªo, sospechosos de pitones, flojos; manejables en general; 4?, adormilado, se tumbaba; 6?, bronco. Sobreros de Antonio Ord¨®?ez: primero, con trap¨ªo, inutilizado por el picador, devuelto; segundo sobrero, de escaso trap¨ªo, adormilado, se tumbaba.Litri: estocada (silencio); pinchazo, se tumba el toro, lo levantan y descabello (silencio). El Cordob¨¦s: dos pinchazos y estocada saliendo volteado (ovaci¨®n y salida al tercio); media y rueda de peones (silencio). Morante de la Puebla: estocada ladeada (dos orejas); estocada (oreja); sali¨® a hombros por la Puerta del Pr¨ªncipe. Plaza de la Maestranza, 19 de abril. 10? corrida de feria. Cerca del lleno.
Morante de la Puebla: otro concepto del arte de torear. Una versi¨®n que nada tiene que ver con lo que se lleva, con los pegapases, con los artesanos del derechazo, con las faenas monocordes, interminables y pl¨²mbeas. Faenas que s¨ª, se aplauden siempre, con la misma monoton¨ªa, y seguramente se premian tambi¨¦n con orejas, porque las orejas, los aplausos y los derechazos son valores convenidos, forman parte de ese montaje adocenado y fraudulento en que unos taurinos insensatos han convertido la fiesta.
La Maestranza era excepci¨®n pero cay¨® hace tiempo en esta vulgaridad generalizada. Aqu¨ª emocionaba el toro bravo, encend¨ªa los corazones el toreo de pellizco. Ahora los enciende -o eso parece- el toreo de coscorr¨®n; da igual que salga por toro una mona drogadicta y err¨¢tica.
Compareci¨® Litri pegando trapazos y a¨²n hubo quien le hac¨ªa palmas. El segundo toro de Litri, en las postrimer¨ªas del trasteo se fue de repente a tablas para dormir la mona bajo el estribo. No ser¨ªa el ¨²nico.
El Cordob¨¦s, en el primero de su lote, emple¨® los derechazos sin tomar en consideraci¨®n su boyant¨ªa, que demandaba templanza, y acab¨® pegando manguz¨¢s. Un serio volteret¨®n al entrar a matar le condon¨® estas culpas y fue largamente ovacionado.
El segundo toro de El Cordob¨¦s estaba inv¨¢lido y volvi¨® al corral. Al sobrero, un bonito c¨¢rdeno salpicao, botinero y careto, lo destruy¨® el picador. Meti¨¦ndole hierro carnicero en el transcurso de un interminable puyazo corrido, lo dej¨® para el arrastre. S¨®lo le hab¨ªa faltado sacar la navaja. Inutilizado para la lidia, el presidente devolvi¨® antirreglamentariamente el toro al corral.
El segundo sobrero, que no ten¨ªa ni trap¨ªo ni fuerza, meti¨® un berrido terrible al saltar a la arena. No se sabe qu¨¦ quiso decir pero, por el tono, es probable que mentara la madre de quien le meti¨® el chute. Es conveniente llevar a la plaza el manual ?Quiere usted aprender a mugir en siete d¨ªas?, para entender a los toros cuando se ponen a mugir su vida. Aquella pobre v¨ªctima se pegaba costaladas o se tumbaba para no peg¨¢rselas, entre estertores y mugidos.
Qu¨¦ tendr¨¢ que ver todo eso con el toro, con la fiesta, con el arte de torear. Y era en la Maestranza donde suced¨ªa. Pero en el mismo albero, antes y despu¨¦s, pudo verse lo que es el toreo; el arte de Morante de la Puebla, valent¨ªa y calidad en todas sus intervenciones, que tras desplegar una fastuosa teor¨ªa de ayudados, toreaba a su primer toro por naturales en dos tandas plet¨®ricas de hondura. Y a¨²n debi¨® intentar la tercera pues, toreando as¨ª al natural, ?para qu¨¦ los derechazos? Dos series de estos dio, superados al rematarlos con el pase de pecho. Y a¨²n puso el toreo en la cumbre al abrochar la faena mediante ayudados, kikirik¨ªes y trincherillas ligados en un palmo de terreno.
Las dos orejas le dejaban entreabierta a Morante la puerta grande. Faltaba la ratificaci¨®n del ¨¦xito en el sexto toro y ya se daba por cierta cuando ese toro plante¨® una lidia llena de escollos. Unas veces pronto en las arrancadas, otras incierto, hasta el punto de que volte¨® a un pe¨®n en la brega. Ora noble, ora reserv¨®n, prob¨®n, gazap¨®n, o todo a la vez. Y Morante lo sac¨® a la boca-riego. Y all¨ª le present¨® pelea, le aguant¨® las tarascadas, le mulete¨® con mando, acab¨® domin¨¢ndolo, lo tumb¨® de un estoconazo. S¨ª se?or: ¨¦se es el toreo; as¨ª se ganan los toreros buenos el honor de salir en triunfo por la hist¨®rica Puerta del Pr¨ªncipe.
Babelia
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