Cogida muy grave de Domingo Valderrama
El segundo Miura le peg¨® un cornad¨®n al pobre Domingo Valderrama. Pobre, porque le han convertido en la percha de los golpes. Es un excelente torero, dotado de buena t¨¦cnica y gusto para interpretarla. Pero cuando le contratan -rara vez-, es para echarlo a los leones. Lo m¨¢s duro que haya, lo que no quiere nadie: eso le echan. Lo grande, lo destartalado, lo peligroso. Esta vez le toc¨® pechar con miuras, que est¨¢n hechos un asco. Pena de ganader¨ªa con historia; pena de nombre elevado a la categor¨ªa de leyenda por la emoci¨®n que ten¨ªan sus toros. Ahora son -en esta corrida se vio- unos moruchos impresentables. No es que desarrollaran sentido sino que su descastada condici¨®n hac¨ªa que de repente y a lo tonto (queremos decir a lo burro) se llevaran a alguien por delante.
Miura / Rodr¨ªguez, Valderrama, D¨¢vila
Toros de Herederos de Eduardo Miura (5? devuelto por inv¨¢lido), mal presentados, unos con presencia, otros anovillados, inv¨¢lidos, moruchos. Sobreros de Jos¨¦ Ortega, con gran trap¨ªo; primero devuelto por inv¨¢lido absoluto , segundo igual de inv¨¢lido y descastado.Miguel Rodr¨ªguez: media, rueda de peones y estocada corta contraria (silencio); estocada corta tendida trasera (silencio); estocada atravesada que asoma, ruedas de peones y descabello (silencio). Domingo Valderrama: herido muy grave al recibir al 2?. D¨¢vila Miura: estocada y rueda insistente de peones (ovaci¨®n y salida al tercio); dos pinchazos y otro hondo perpendicular (silencio); pinchazo y estocada (petici¨®n y vuelta). Plaza de la Maestranza, 25 de abril. 18? corrida de feria. Cerca del lleno.
Sal¨ªan dando otra imagen. El que abri¨® plaza, un serio c¨¢rdeno, ten¨ªa estampa miure?a y se le notaban los genes caracter¨ªsticos de sus ancestros pues salt¨® a la arena enfurecido, achuchaba los tableros, amenazaba a lo que hubiera detr¨¢s, dos guardias que andaban sueltos por el callej¨®n unieron sus destinos escondi¨¦ndose apresuradamente en un burladero se supone que muertos del susto. El segundo Miura hizo igual, galop¨® despu¨¦s al cite de Domingo Valderrama, tom¨® malamente el capote dos veces, a la tercera arroll¨® al diestro y cuando ya lo ten¨ªa a su merced en el suelo le corne¨® con sa?a.
Y estas, minuciosamente descritas, fueron las nunca vistas faza?as de los Miura, divisa legendaria, orgullo de la fiesta brava. Pues en cuanto se las hab¨ªan dado de fieros se pusieron a burrear.
No s¨®lo burreaban sino que adem¨¢s se desplomaban quien sabe si por debilidad fisiol¨®gica o por moruchez cong¨¦nita, y al verse metidos en los azares de la lidia se iban de vareta. En esto compitieron con los cabestros que deb¨ªan de padecer diarrea, salieron dos veces y ti?eron de marr¨®n el albero. Los cabestros no se crea que desmerecen de los toros devueltos al corral. Lo que pasa es que, constituidos en parada, son un desastre. Media hora estuvieron en el redondel y no lograron llevarse al Miura quinto que hab¨ªa sido devuelto por inv¨¢lido. Y en estas que salt¨® un espont¨¢neo, provisto de capote, corri¨® hacia el toro, consigui¨® darle par de lances y no m¨¢s pues lo redujo D¨¢vila Miura. Finalmente intervino Lebrija, as de la puntilla, y de un condundente cachetazo tumb¨® al Miura.
Les llaman miuras y lo mismo podr¨ªan haberlos traido de los corrales del T¨ªo Picard¨ªas. El primero, apenas tom¨® tres derechazos que le dio valerosamente Miguel Rodr¨ªguez, ya estaba meti¨¦ndole los pitones en el pecho, topando al bulto.
Miguel R¨®dr¨ªguez s¨®lo estuvo bien en ese toro porque en el que mat¨® en sustituci¨®n de Valderrama proced¨ªa darle el ali?o correspondiente a su mansedumbre, y en el cuarto, ¨²nico que tom¨® los enga?os con cierta boyant¨ªa, tore¨® sin tenplanza ni reuni¨®n. Le cuarte¨® dos pares y medio de banderillas muy vulgares y mont¨® la faena de muleta a base de los consabidos derechazos en tres tandas de siete, y salvo uno en el que baj¨® y corri¨® la mano, los restantes resultaron superficiales, incoloros y destemplados.
Un contraste demasiado vivo constituy¨® D¨¢vila Miura al que se vio sobrado de afici¨®n, muy seguro de s¨ª mismo, decidido, imbuido de innata torer¨ªa en todas sus intervenciones. La primera faena la empez¨® en los medios, citando al toro desde muy lejos y embarc¨¢ndolo por derechazos sin m¨¢s. Dos series de excelente corte lig¨® y al echarse la muleta a la izquierda ya no hab¨ªa posibilidad de ejecutar nada. Aquel Miura sac¨® a relucir el mulo que llevaba dentro y escap¨® a las tablas poegando mugidos.
La invalidez total y el descatamiento evidente del segundo sobrero, hierro Jos¨¦ Ortega, tampoco permit¨ªan toreo de ning¨²n tipo. Ese segundo sobrero -por cierto de presencia m¨¢s respetable que los Miura- se negaba a embestir.
El sexto Miura, sin trap¨ªo e inv¨¢lido hasta el punto de que apenas se le pudo picar, desarroll¨® el estilo moruch¨®n de sus hermanos, mas ah¨ª estaba D¨¢vila Miura, valeroso, recrecido, dotado de un pur¨ªsimo estilo lidiador, que le sac¨® derechazos y despu¨¦s tres tandas de naturales hondos. Y cuadr¨® a continuaci¨®n e hizo al Miura el inmerecido honor de matarlo por el hoyo de las agujas. Y hubo clamorosa petici¨®n de oreja que la presidencia, tan magn¨¢nima otras tardes, no concedi¨®.
La Maestranza ser¨¢ muy sensible pero tiene un palco y una empresa propios de las plazas de talanqueras. Un torero gravemente herido v¨ªctima de su pundonor, otro que acababa de firmar una emotiva faena, y a ninguno de los dos les serv¨ªa para nada.
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