La guerrilla de Kosovo es una fuerza desorganizada y sin armas

En comparaci¨®n con otros ej¨¦rcitos rebeldes, el que est¨¢ atrincherado aqu¨ª, en el monte Shkelzeni, se encuentra en bastante mal estado. Agazapados en la nieve que cubre esta aldea albanesa bombardeada, junto a la frontera, siete j¨®venes reclutas del Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n de Kosovo (ELK) esperan abrirse paso a tiros para regresar a su provincia. Sus posibilidades de conseguirlo son m¨ªnimas. Sus ¨²nicas armas, rifles de asalto chinos AK-47, junto con unos cuantos lanzagranadas impulsados por cohetes y cuatro morteros ligeros en un campamento cercano del ELK, no son ninguna defensa contra el pesado fuego de la artiller¨ªa yugoslava que cae sobre Pardesh. Los soldados, casi todos de veintipocos a?os, no tienen chalecos antibalas, y poseen un s¨®lo casco de acero para todos. Mientras se calientan las manos sobre un hornillo de butano, un perro amarillo, su mascota, vaga entre las cajas de cartuchos. Cerca de all¨ª, un tractor que remolca un carro de municiones sube por un camino de monta?a lleno de rocas, en direcci¨®n hacia el frente dentro de Kosovo.

"Vu¨¦lvanse", avisa un soldado, "¨¦ste es terreno peligroso, prohibido a los periodistas". No dice nada m¨¢s, pero nos indica con la mano que vayamos hacia su jefe. No es la primera contradicci¨®n que encontramos en el ELK, ni tampoco la ¨²ltima.

El a?o pasado, en esta misma ¨¦poca, el ELK estaba exultante. Lleno de reclutas reci¨¦n llegados y rifles Kalashnikov comprados en Albania, este ej¨¦rcito autodidacta aseguraba controlar m¨¢s de la mitad de la provincia serbia de Kosovo. Hoy, a pesar de sus frecuentes bravatas, el ELK no es m¨¢s que una especie de banda de guerrilleros, alrededor de 15.000 hombres y mujeres mal armados, la mayor¨ªa aficionados, que se enfrentan al ej¨¦rcito m¨¢s curtido de Europa.

Los rumores y los relatos de terceros sobre los golpes del ELK en el interior de Kosovo se extienden por los caf¨¦s albanokosovares de toda la regi¨®n. Aqu¨ª, en el monte Shkelzeni, la realidad es diferente.

Los ataques sistem¨¢ticos de los serbios en Kosovo han empujado a la mayor parte de las unidades del ELK al otro lado de las fronteras con Albania y Macedonia, y s¨®lo quedan unas cuantas bolsas de resistencia dentro de la propia provincia. Las cosas han tomado tal cariz que el avance del ELK hasta la aldea de Koshare, justo al otro lado del l¨ªmite, es la primera ofensiva del grupo que se conoce desde el inicio de los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia hace m¨¢s de un mes.

Se trata de una posici¨®n estrat¨¦gica, que domina el valle. Pero no est¨¢ m¨¢s que a unos cientos de metros de la frontera, y los serbios no hacen grandes esfuerzos para recuperarla. Al parecer, la captura de Koshare se debi¨® m¨¢s a la suerte que a una s¨®lida t¨¢ctica militar. "Lo que comenz¨® como un tiroteo creci¨® hasta convertirse en una batalla", explica Leo Dobbs, funcionario de la Organizaci¨®n para la Seguridad y la Cooperaci¨®n en Europa presente en la regi¨®n.

Mientras contin¨²an los bombardeos de la OTAN, con escasas pruebas de haber doblegado la voluntad del presidente yugoslavo Slobodan Milosevic, varios pol¨ªticos y estrategas importantes afirman que la Alianza no tiene m¨¢s opci¨®n que armar al ELK. El antiguo consejero de seguridad nacional de Estados Unidos, Zbigniew Brzezinski, cree que dar armas a la poblaci¨®n albanokosovar se ha convertido en una obligaci¨®n moral. Los albanokosovares se enfrentan a un genocidio y "tienen derecho a defenderse", afirma Brzezinski. "Negarles las armas es como decir que algunos partisanos jud¨ªos durante la II Guerra Mundial eran comunistas y no ten¨ªamos que hab¨¦rselas dado a ellos".

El presidente estadounidense, Bill Clinton, y sus aliados de la OTAN se resisten a esas peticiones con el argumento de que parte de los rebeldes son marxistas que carecen de cualquier compromiso con la democracia. Pero es posible que ¨¦sa sea la menor de las preocupaciones de la Alianza.

Varios d¨ªas de estancia con soldados y partidarios del ELK en Albania y Macedonia, unidos a entrevistas con sus comandantes, analistas y funcionarios de la OSCE, suscitan graves dudas sobre las probabilidades del ELK como fuerza de combate y su fiabilidad como posible aliado de la OTAN. Las pruebas, pese a estar fragmentadas y ser elusivas, revelan una fuerza insurgente llena de valor pero escasa en formaci¨®n, una alianza desgarrada por rivalidades internas, incapaz de distinguir a sus propias tropas de las enemigas en la oscuridad, y movida por una vol¨¢til combinaci¨®n de profundo patriotismo y militancia isl¨¢mica, marxismo de l¨ªnea dura y capitalismo mercenario.

Es una tierra de nadie que re¨²ne a voluntarios albaneses llenos de idealismo que vienen de Alemania, con fanfarrones propietarios de burdeles de Macedonia, mercenarios de Arabia Saud¨ª y jefes militares kosovares llenos de chuler¨ªa, que pasan tanto tiempo luchando entre ellos como contra el enemigo. Pero la espina dorsal de esta fuerza, su carne de ca?¨®n, son los j¨®venes reclutas captados en los campos de refugiados que pueblan las fronteras de Kosovo con Albania y Macedonia. Reclutas como la joven Jackie Ramaj, de 16 a?os.

Cuando hace autostop para volver desde el frente de Koshare, Jackie Ramak no da la imagen de un soldado disciplinado. Lleva una boina negra con la insignia del ELK, en rojo y oro, sobre su largo cabello casta?o. Tiene una autom¨¢tica de calibre 45 en el cintur¨®n de lona verde que rodea sus pantalones de camuflaje. Fuma sin parar, sacude su melena y describe con voz tensa sus dos primeros d¨ªas como enfermera de campa?a. "Hoy he disparado muchas descargas", relata. "Desde luego que he matado a serbios".

En el maletero del todoterreno fuma Marlboros otro soldado del ELK procedente del pueblo kosovar de Mulic: Fitim, el hermano de 14 a?os de Jackie Ramaj. Escucha, sin hacer un gesto, las palabras nerviosas de su hermana, mientras la camioneta rebota por el camino de tierra hacia la ciudad de Bajrum Curri, en el norte de Albania.

"Mataron a todos mis primos y a todos los que conoc¨ªa en Mulic", dice Jackie con los ojos nublados. "No quiero recordar", a?ade, antes de salir del veh¨ªculo con su hermano para buscar suministros m¨¦dicos.

Como tantas veces ocurre en la guerra, cuanto m¨¢s se aleja uno del frente, m¨¢s confianza muestran los jefes. En la puerta de un campo de entrenamiento del ELK al norte de la ciudad, a unos 15 kil¨®metros de Koshare, el comandante de brigada Shpend Shala predice que la reciente llegada de los helic¨®pteros estadounidenses Apache muy bien puede variar el equilibrio en favor del ELK.

"Nuestro mayor problema son los tanques y la artiller¨ªa pesada de los serbios", afirma este antiguo teniente del ej¨¦rcito yugoslavo, un hombre corpulento de 38 a?os. "Est¨¢n en trincheras y la ¨²nica forma de dar con ellos es acercarse". Cuando los Apache empiecen a disparar contra las tropas y la artiller¨ªa pesada que los serbios tienen dentro de la regi¨®n, asegura, el ELK "atacar¨¢ para liberar todo Kosovo, no s¨®lo algunas zonas". Insiste en que los rebeldes han aprendido la lecci¨®n de sus derrotas y que la direcci¨®n militar est¨¢ ahora en manos de jefes con gran experiencia en el ej¨¦rcito.

Es magro consuelo para Zekir Kryezan, un kosovar de 29 a?os que dej¨® su trabajo de pintor de autom¨®viles en Alemania para unirse al ELK y se encontr¨® ba?ado en sangre cuando los yugoslavos volvieron su artiller¨ªa contra Koshare. "La batalla carec¨ªa de estrategia", asegura, mientras yace cubierto de vendas en una camilla del mugriento hospital de Bajrum Curri y se recupera de una bomba de fragmentaci¨®n que le desgarr¨® la entrepierna.

Cerca de ¨¦l, en la misma sala llena de humo, se encuentran otros 15 soldados del ELK heridos, muchos de los cuales estuvieron perdidos por los bosques alrededor de Koshare. "Fuimos y empezamos a disparar", cuenta Kryezau. "Quer¨ªamos organizaci¨®n, pero no la hab¨ªa. Si alguien te dec¨ªa: "Ve all¨ª", sab¨ªas que era un oficial".

El desconcierto no se limita al campo de batalla. El jefe de polic¨ªa de Bajrum Curri, un hombre barbudo de 26 a?os, se inclina sobre su segunda taza de caf¨¦ en el bar del Hotel Shkelzeni y sacude la cabeza al pensar en los 1.500 combatientes del ELK que, se calcula, est¨¢n en la zona, y cuyas actividades vigila estrechamente. "Al principio, el ELK no ten¨ªa ni idea de c¨®mo usar un Kalashnikov", explica Arlind Ismailukaj. "No tienen nada que hacer frente a los serbios. Los serbios est¨¢n bien armados y son listos. No se dedican a luchar cuerpo a cuerpo con sus Kalashnikovs; utilizan artiller¨ªa y armas de largo alcance".

En cuanto a la direcci¨®n militar del ELK, parece tan fragmentada como la geograf¨ªa de los Balcanes. "No se f¨ªan de nadie, ni de ellos mismos", afirma Ismailukaj.

En realidad, los dos grandes jefes pol¨ªticos del ELK parecen dedicar m¨¢s tiempo a preocuparse por sus ambiciones cuando termine la guerra que a ganarla, como muestra la batalla de Koshare. Bujar Bukoshi, un ur¨®logo de 51 a?os y Primer Ministro leg¨ªtimamente elegido del Gobierno regional de Kosovo desde 1989, asegura que su prop¨®sito plan de abrir un pasillo hacia el interior de Kosovo fracas¨® porque sus soldados no contaron con ning¨²n apoyo de las unidades del ELK leales a otro jefe rival.

Ese rival es Hashim Thaci, un intelectual de 29 a?os, educado en Suiza, que hasta ahora ha dirigido su propio Gobierno en el exilio desde Tirana y que, hace poco, ha alquilado una sede en un edificio de oficinas en Toronto. Mientras Bukoshi va y viene por avi¨®n entre Albania y la sede de su Gobierno, en Bonn, Thaci se encuentra con sus fuerzas en Kukes (Albania), seg¨²n partidarios del ELK que aseguran haberse reunido con ¨¦l recientemente.

"Bukoshi es la vieja guardia, Thaci es la nueva", explica Paul Williams, un antiguo funcionario del Departamento de Estado norteamericano que es el representante legal del Gobierno de Bukoshi y habl¨® en nombre de los dos l¨ªderes en las conversaciones de paz de Rambouillet. Williams dice que existe una "tensi¨®n natural" entre ambos, pero define a Thaci como un "representante pol¨ªtico eficaz, atractivo y cultivado".

Bujar Bukoshi no est¨¢ de acuerdo, y en una conversaci¨®n telef¨®nica desde Bonn acusa a Thaci de haberse negado a enviar tropas desde Kukes para contribuir a su ofensiva. "Est¨¢n ah¨ª sentados, reclutando gente, pero no hay nada de acci¨®n". Alega que Thaci "juega a la pol¨ªtica e intenta monopolizar el ELK...".

Los intentos de hablar con Hashim Thaci han sido infructuosos. Pero parece evidente que ninguno de los dos est¨¢ dispuesto a ceder poder al otro, pese a la insistencia de Bukoshi en que trabaja "para unir las dos facciones del ELK" y en que desea que sea posible "sentarse juntos para elaborar una plataforma pol¨ªtica com¨²n". Mientras ambos dirigentes contin¨²en discutiendo, las posibilidades de crear una estructura com¨²n de mando para controlar sus fuerzas parecen escasas.

Separar la verdad de la realidad en este ej¨¦rcito de guerrilleros es un proceso complicado, incluso para los expertos militares. Los c¨¢lculos que hizo el mes pasado el servicio de espionaje del Ej¨¦rcito estadounidense indican que el ELK tiene entre 12.000 y 20.000 soldados. Pero el n¨²mero parece fluctuar de una semana a otra y casi todos los especialistas lo sit¨²an en unos 15.000. Las unidades est¨¢n divididas en peque?os grupos muy compartimentados, con unos cuantos centenares de comandos muy entrenados y grupos m¨¢s peque?os, de entre tres y cinco hombres.

"La mayor¨ªa de los miembros fundamentales del ELK poseen formaci¨®n profesional de soldados, por su antigua pertenencia al ej¨¦rcito yugoslavo o a los servicios de seguridad interna del Estado", explica el informe del Ej¨¦rcito estadounidense. Pero las fuerzas comprenden asimismo a "antiguos miembros del ej¨¦rcito alban¨¦s, adem¨¢s de 1.000 mercenarios extranjeros, procedentes de Arabia Saud¨ª, Yemen, Afganist¨¢n, Croacia y Bosnia". Casi todos los soldados de infanter¨ªa del ej¨¦rcito son kosovares, albaneses y miembros de la di¨¢spora albanesa.

"Es una mezcolanza", explica Janusz Bugajski, director de estudios sobre Europa del Este en el Centro de Estudios Estrat¨¦gicos e Internacionales de Washington. "Muchos de ellos quieren luchar contra los serbios por puro deseo de vengar a sus familias".

Si resulta dif¨ªcil establecer el perfil del ELK, intentar examinar sus finanzas es pr¨¢cticamente imposible. Los diplom¨¢ticos suponen que parte de los fondos proceden de Ir¨¢n y de las donaciones de la di¨¢spora albanesa, sobre todo repartida por Europa. Es probable que el tr¨¢fico de drogas proporcione alg¨²n dinero, igual que otras actividades realizadas en Albania, donde la ley y el orden se derrumbaron tras el desmantelamiento de los sistemas de pir¨¢mides en 1997. Y est¨¢ tambi¨¦n el dinero procedente de Leku Bojku, un extravagante propietario de burdel en Velesta, Macedonia, a escasos kil¨®metros de la frontera con Albania.

Sentado bajo las garras extendidas de un gigantesco oso disecado en su Club Espresso, Leku Bojku deposita su vaso de licor alban¨¦s y se coloca las gafas oscuras sobre su peinado de cabeza rapada. "Soy el responsable de las finanzas del ELK, y estoy dispuesto a entrevistarme con Bill Clinton", asegura por encima del estruendo de la m¨²sica de discoteca. "Cuando acabe la guerra y hayamos vencido, levantar¨¦ una estatua de Clinton en la plaza del pueblo".

Las bravuconadas y las intrigas son corrientes en este enclave con 9.000 habitantes albanokosovares en el que los ancianos conducen carretas tiradas por caballos por delante de muros con pintadas en favor del ELK. Tambi¨¦n es f¨¢cil ver en esta comunidad aparentemente tranquila rifles de asalto AK-47, hechos en Yugoslavia, prostitutas b¨²lgaras, refugiados kosovares y gruesos fajos de marcos alemanes atados con goma que, seg¨²n dicen, est¨¢n destinados a comprar armas y suministros para las fuerzas del ELK que est¨¢n en Albania.

Velesta es una ciudad en la que el forastero encuentra m¨¢s enigmas que hechos. Su alcalde, vafi Vinca, elogia al propietario del burdel, que tiene 36 a?os, y dice que es uno de los "grandes l¨ªderes" del ELK. Por su parte, Bojku asegura que el propio responsable del ej¨¦rcito, Hashim Thaci, le ha dado "autoridad" para "ir a cualquier sitio" a hablar sobre la estrategia y las finanzas del grupo con Gobiernos extranjeros. Y los reclutas del ELK que frecuentan el club aseguran que est¨¢n dispuestos a seguir las ¨®rdenes de Bojku.

"Leku est¨¢ al mando", afirma un recluta vestido con botas de combate y una chaqueta deportiva con el s¨ªmbolo de Nike. No quiere dar su nombre, pero dice que est¨¢ seguro de que la organizaci¨®n que dirige Bojku puede llevarle sin problemas, a trav¨¦s de las monta?as, hasta una zona de entrenamiento del ELK en Kukes, Albania, para pasar 15 d¨ªas de formaci¨®n intensiva.

Bojku no quiere o no puede ofrecer pruebas de sus actividades recaudatorias para el ELK, incluida la afirmaci¨®n de que ha entregado personalmente alrededor de 14.000 marcos (m¨¢s de un mill¨®n de pesetas) al ELK a lo largo de los diez ¨²ltimos meses. Detr¨¢s de la barra del bar, en el Club Espresso, hay una bolsa de gimnasia llena de marcos: 50.000, afirma. Pero no hay forma de saber con certeza si ese dinero va a llegar a manos del ELK, ni mucho menos de confirmar la afirmaci¨®n de Bojku de que es uno de los principales responsables de finanzas del grupo.

Sentado en una peque?a silla met¨¢lica de color rojo y flanqueado por dos guardaespaldas armados, cinco mujeres semidesnudas y tres de sus "asesores econ¨®micos", Bojku no tiene mucho aspecto de responsable de finanzas, desde luego. En el cuello lleva una gruesa cadena de oro, sus tarjetas de visita, que brillan en la oscuridad, contienen dibujos obscenos y, durante gran parte de la velada, acaricia con afecto una pistola Beretta de 9 mm.

Sin embargo, insiste en que los pol¨ªticos occidentales se equivocan si no le toman en serio, y advierte de que Occidente suele interpretar mal lo que ocurre en los Balcanes. "Cre¨ªan ustedes que Milosevic era un hombre de Estado", se burla.

Los simpatizantes del ELK que conocen a Bojku dicen que abastece a los soldados de todo tipo de cosas, tanto ca?ones como mantequilla, y que es una figura fundamental en una red mundial de banqueros y financieros que, desde el pasado mes de julio, han entregado al movimiento aproximadamente 100 millones de d¨®lares (15.000 millones de pesetas) mediante actividades para recaudar fondos en Estados Unidos y Europa. Y la curiosa imagen de Bojku resulta bienvenida, sin ninguna duda, en los hogares y las tiendas de Velesta, para no hablar de los m¨¢s de 1.000 refugiados kosovares que residen en la ciudad, muchos de los cuales se han incorporado al ELK en el mes que llevan aqu¨ª.

En toda la ciudad se puede ver el nombre de Leku garabateado en las paredes, junto a las pintadas que propugnan la creaci¨®n de un gran Estado alban¨¦s que incluir¨ªa Kosovo y Macedonia occidental. Para muchos de los refugiados, Bojku es una leyenda que se pasea por la ciudad en su flamante Mercedes de color azul. Por ejemplo, en las ¨²ltimas tres semanas, ha ayudado a las autoridades locales a pagar aceite de guisar, harina y medicinas por valor de 20.000 marcos para una comunidad de refugiados en aumento.

El alcalde Vinca dice que Bojku es fundamental a la hora de conseguir dinero y organizar la ayuda a los refugiados. Otros afirman que la c¨¦lula del ELK dirigida por ¨¦l en Macedonia desempe?¨® un papel esencial en el bloqueo de carreteras con el que se que impidi¨® que las autoridades del pa¨ªs deportaran a Albania cuatro autobuses llenos de refugiados kosovares que tienen familiares en la zona de Velesta. "Los macedonios dijeron que nos iban a llevar con nuestras familias", explica Agim Vuniqi, un ingeniero de 45 a?os expulsado de Pristina a principios de este mes. "Pero intentaron llevarnos en autob¨²s hasta la frontera".

La OSCE est¨¢ investigando las informaciones y alegaciones de que las autoridades macedonias impiden que llegue la ayuda a esta regi¨®n de habitantes albanokosovares. "El ambiente no es bueno", declara Heiner Roseneahl, un observador de la organizaci¨®n en la regi¨®n del lago Orhid.

El hecho de que los habitantes de Velesta est¨¦n dispuestos a aceptar ¨®rdenes de Bojku dice mucho sobre los mecanismos del ELK. "Es posible que haya m¨¢s cosas en com¨²n de las que nos gustar¨ªa imaginar entre el prost¨ªbulo de Velesta y el osario de Yugoslavia", afirma Robert Karl Manoff, director del Centro para la Guerra, la Paz y los Medios de Comunicaci¨®n en la Universidad de Nueva York.

Desde hace varios a?os, el grupo de Robert Manoff vigila estrechamente los sucesos y personajes de los Balcanes. Aunque no conoce a Bojku, considera que las personas como ¨¦l ser¨¢n, al final, el rostro p¨²blico y leg¨ªtimo del ELK. "Seg¨²n todos los datos de los que disponemos, el ala financiera y el ala pol¨ªtica del ELK est¨¢n muy descentralizadas y en estado de caos", explica Manoff. "Bojku parece tener las riendas del poder local. Es rico y negocia con marcos alemanes, la divisa preferida del ELK. No hay que descartarlo del todo".

Este tipo de financiaci¨®n no puede sorprender a los l¨ªderes de la OTAN, a?ade el antiguo consejero estadounidense de seguridad nacional Brzezinski. "Los albaneses se encuentran en un callej¨®n sin salida, de forma que ?cu¨¢l es la soluci¨®n natural? Es l¨®gico que les ayudemos".

De nuevo en el Club Espresso, un hombre que dice ser propietario de una empresa macedonia de camiones que "transporta cosas" a las tropas del ELK en Albania levanta su vaso y brinda por Bojku, mientras le llama "ministro de finanzas" del ELK.

Bojku no est¨¢ de acuerdo. "Quiz¨¢ me nombren ministro de finanzas cuando el ELK celebre elecciones", replica. "Por ahora, mi naci¨®n me necesita. No me hace falta ning¨²n t¨ªtulo".

A continuaci¨®n ofrece una perspectiva muy negra del futuro en este rinc¨®n de los Balcanes. Dice que est¨¢ preparado para que el conflicto de Yugoslavia se extienda a Macedonia y enfrente a sus habitantes albanokosovares contra las poblaciones serbia y macedonia.

"Quiero disparar contra los serbios", declara, mientras se?ala con la mano a los hombres api?ados en torno a su mesa. "Todos queremos disparar contra los serbios. Pero disparar contra ellos cuesta dinero. Y en este momento, nuestra tarea consiste en obtener ese dinero".

? The Wall Street Journal