La OTAN son ellos FRANCESC DE CARRERAS
En los primeros d¨ªas de la intervenci¨®n militar contra Yugoslavia, una voz representativa en Catalu?a dijo: "La OTAN somos nosotros". ?Seguro?, me pregunto. ?Es seguro que los seis millones de catalanes tenemos un v¨ªnculo democr¨¢tico con el pacto militar atl¨¢ntico y, por tanto, la OTAN, de alguna manera, nos representa y es algo nuestro? Independientemente de las simpat¨ªas personales que unos u otros sientan por la OTAN, no hay duda de que la entrada en el pacto militar se realiz¨® con los imprescindibles requisitos democr¨¢ticos, incluido un innecesario refer¨¦ndum que, sin embargo, reforz¨® el grado de adhesi¨®n popular a la incorporaci¨®n de Espa?a al tratado atl¨¢ntico. Gustase o no, se pod¨ªa decir, por tanto, que la OTAN ¨¦ramos nosotros. En las ¨²ltimas semanas, sin embargo, la legitimidad democr¨¢tica de dicha organizaci¨®n militar ha cambiado sustancialmente y -cuestiones pol¨ªticas aparte- el v¨ªnculo jur¨ªdico que une a los ciudadanos de nuestro pa¨ªs respecto a las actuaciones de la OTAN ha quedado seriamente debilitado. En efecto, dos actuaciones recientes de la OTAN se apartan de principios que son fundamentales en un Estado democr¨¢tico de derecho como es el nuestro. En primer lugar, la intervenci¨®n militar en Yugoslavia se ha realizado al margen del tratado constitutivo de la OTAN que, en su d¨ªa, autorizaron las Cortes Generales, de acuerdo con los art¨ªculos 94.1b) y 74.2 de nuestra Constituci¨®n. Por tanto, la organizaci¨®n militar atl¨¢ntica ha realizado una actuaci¨®n contra un principio b¨¢sico del Estado de derecho, seg¨²n el cual los poderes p¨²blicos s¨®lo deben actuar conforme a normas previamente aprobadas. Juristas de la talla de Francisco Rubio Llorente, ex vicepresidente del Tribunal Constitucional, y Miguel Herrero de Mi?¨®n, ponente constitucional, ambos nada sospechosos de posiciones contrarias a la integraci¨®n de Espa?a en la OTAN, han puesto de relieve, en las p¨¢ginas de EL PA?S, el car¨¢cter antijur¨ªdico de esta actuaci¨®n. En segundo lugar, el fin de semana pasado, en la reuni¨®n celebrada en Washington conmemorativa del 50? aniversario de la OTAN, se adopt¨® una declaraci¨®n expl¨ªcitamente contraria a la Carta de las Naciones Unidas. Pol¨ªticamente, el hecho tiene una trascendencia y una gravedad de alcance insospechado. Ni m¨¢s ni menos, cambia las reglas de juego b¨¢sicas de un derecho internacional, paciente y dif¨ªcilmente elaborado desde 1945 hasta hoy, que, con todas sus imperfecciones, aspira a que todo Estado sea considerado como sujeto de derechos en igualdad con los dem¨¢s estados. La nueva OTAN se ha declarado no sometida a estos elementales principios jur¨ªdicos y se muestra al mundo, como ha dicho el veterano especialista en pol¨ªtica internacional Mateo Madridejos, como una "internacional de los ricos" que desaf¨ªa a Rusia, a China y al resto de la comunidad mundial. Los riesgos futuros de tal actitud son algo m¨¢s que inquietantes y todo parece indicar que estamos sembrando la semilla de futuros conflictos y nuevas guerras. Pero la declaraci¨®n de Washington tambi¨¦n ofrece un gran inter¨¦s desde el ¨¢ngulo jur¨ªdico-constitucional, en concreto desde la perspectiva de la
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