Calamarog¨¦nica
"Hoy no estoy adentro m¨ªo", confiesa Andr¨¦s Calamaro en una de las canciones de su ¨²ltima obra, Honestidad brutal, y quien lo oye piensa que ¨¦sa es una terrible met¨¢fora del abandono, una demoledora descripci¨®n del desamparo. De hecho, el hombre que surge poco a poco desde el interior de los 37 temas del disco -tal vez uno por cada a?o de su vida- parece irremediablemente solo aunque est¨¦ con los dem¨¢s, inm¨®vil aunque no deje de moverse desde Madrid a Buenos Aires, tal vez porque de lo que habla es de la noche de las dos ciudades, de ese momento en que todo parece uniforme pero confuso, f¨¢cil de hacer pero imposible de recordar. Calamaro describe el subsuelo con una poes¨ªa afilada, a veces hiriente; da la impresi¨®n de haber descendido hasta muy abajo para buscar el material de sus canciones, hasta el punto en que est¨¢n todas las derrotas, toda la gente que lucha por abrirse paso en la oscuridad, por salir de entre los escombros. Escritos entre Buenos Aires y Nueva York, entre Madrid y Miami, en esos temas est¨¢n presentes, desde luego, Gardel y Bob Dylan; tambi¨¦n Tom Waits y Curtis Mayfield, pero la forma en que los ha mezclado los convierte en algo nuevo, mestizo: m¨²sica cien por cien calamarog¨¦nica que, sin embargo, tiene que ver con el tango, el blues, el rap, la bossa-nova, el rock and roll... M¨²sica que sale de muchos sitios sin pertenecer del todo a ninguno.
Entre otras cosas, el caleidoscopio de sonidos y g¨¦neros construido por Calamaro es un reflejo exacto de una de las capitales en que se hizo, Nueva York, un mundo plural donde conviven culturas, razas o religiones distintas hasta lograr que nada sea puro, que todo est¨¦ a la vez en todas partes.
Un mundo en el que terminaremos convirti¨¦ndonos si tenemos suerte, porque es lo opuesto a esa ch¨¢chara nacionalista o regionalista que empieza a cercarnos y cuyo ¨²nico fin es convertirnos en ciudadanos m¨¢s limitados, m¨¢s reaccionarios y m¨¢s solos.
Honestidad brutal es tambi¨¦n la historia de una reconquista: la de una ciudad como Madrid que hace a?os encontr¨® su mejor ritmo gracias a grupos locales extraordinarios como Burning o Le?o, pero tambi¨¦n a la llegada de compatriotas de Calamaro como Moris y el 50% b¨¢sico de Tequila, artistas argentinos de cinco estrellas que nos entusiasmaron a los j¨®venes espa?oles de entonces, nos pusieron rel¨¢mpagos en el cerebro y p¨®lvora en los pies.
Ahora, en una ¨¦poca en que ese ritmo parece o no existir o haberse banalizado al m¨¢ximo, es una buena noticia la aparici¨®n de un trabajo como ¨¦ste, ambicioso y complejo, capaz seguramente de provocar amores y odios, halagos y acusaciones sin medida. Cualquier reacci¨®n vale m¨¢s que la indiferencia.
El Madrid y el Buenos Aires de los que habla Calamaro empiezan de madrugada, a espaldas de la mayor parte de la gente; est¨¢n llenos de para¨ªsos perdidos y rastros que seguir; est¨¢n habitados por personas que no han tenido bastante, que quieren subir o bajar otro pelda?o de la escalera, aunque sospechen que tal vez eso los llevar¨¢ o demasiado arriba o demasiado hacia el fondo: "Parece un juego, pero es fuego", dice otra de las letras.
Puede resultar incongruente, pero las canciones de amor y venganza de Honestinad brutal -es imposible no acordarse, al o¨ªrlo, de Here my dear, la obra maestra que Marvin Gaye grab¨® para/contra su ex mujer- explican que a veces la ¨²nica forma de recuperar la estabilidad es perdiendo el equilibrio.
Con ¨¦l, en todos los sentidos, interminable ¨¢lbum doble de Andr¨¦s Calamaro dando vueltas en el reproductor de discos compactos, uno puede al mismo tiempo recuperar la esperanza en el futuro y sentir nostalgia del pasado, de la ¨¦poca en que Madrid era una ciudad m¨¢s creativa, m¨¢s arriesgada, vital hasta la extenuaci¨®n, donde se consegu¨ªan algunas cosas a base de intentarlas casi todas; una ciudad que viv¨ªa sin pausas, que no le dec¨ªa no a nada que pudiese merecer la pena.
Ojal¨¢ que el agua vuelva pronto a desbordarse y Honestidad brutal sea, como yo creo, una profunda grieta en el dique.
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